Lectura estimada: 3 minutos

La pos­tu­ra más com­ple­ja del mundo

Javi San­mar­tín

A fina­les de 1948, en Nepal, mien­tras el domi­nio bri­tá­ni­co con­se­guía impo­ner­se a la dinas­tía de māha­rā­jās de Lamb­jang y Kas­ki, en un humil­de ash­ram de Kat­man­dú, una ancia­na guru mā se despedía así de sus tres discípulas yogui­nīs:

—Que­ri­das, hemos lle­ga­do al tér­mino de nues­tro camino. Pero antes de ini­ciar vues­tra mar­cha, decid­me, de todos los āsa­nas, ¿cuál es el más difícil de lle­var a cabo?

Tras un bre­ve silen­cio, la alum­na de más edad se arro­ja al sue­lo y dice: «Maes­tra, uno de los āsa­nas que más difi­cul­tad entra­ña es, sin duda, ash­tā­va­krā­sa­na, que requie­re vigor y mucho esme­ro en el con­tra­pe­so», al mis­mo tiem­po que apun­ta­la­ba el cuer­po sobre los bra­zos y eje­cu­ta­ba a la per­fec­ción el āsa­na.

«En cam­bio a mí», repu­so la segun­da dis­cí­pu­la, «me pare­ce que sup­­ta-kūr­­mā­­sa­­na encie­rra una mayor con­tin­gen­cia, pues añade a la fuer­za la nece­si­dad de ser extre­ma­da­men­te fle­xi­ble.» Y se pos­tró y ple­gó por la mitad has­ta com­po­ner con suma maes­tría el āsa­na.

La alum­na vete­ra­na, temien­do ver­se des­pla­za­da, pro­pu­so un āsa­na más ele­va­do en su gra­do de com­ple­ji­dad y refi­na­mien­to, lo cual hizo que su com­pa­ñe­ra repli­ca­se con otro inme­dia­ta­men­te, entran­do ambas en una espi­ral de tor­sio­nes impo­si­bles y equi­li­brios pro­di­gio­sos, que mos­tra­ban a la rishi­ka con mucha entre­ga y devoción.

Así trans­cu­rrió la maña­na, cuan­do, habien­do lle­ga­do el sol a su pun­to más alto, la maes­tra tuvo a bien inte­rrum­pir­las y soli­ci­tar el pare­cer de la discípula más joven, la cual no se había pro­nun­cia­do todavía.

«Hay un āsa­na», dijo, «que por más inten­tos que haga, bien lo prac­ti­que ais­la­do o como cie­rre tras una lar­ga prác­ti­ca, no logro domi­nar. He detec­ta­do que es, de entre todas, la pos­tu­ra que más rehú­sa mi ego, por así decir, y más en jaque pone mi rela­ción con él. Pues sabe que ahí nada tie­ne que demos­trar, y se resis­te a ceder su con­trol y des­ha­cer­se en una neu­tra­li­dad dicho­sa, inclu­so por unos ins­tan­tes. Es cier­to que por fue­ra pare­ce no ocu­rrir nada, sin embar­go por den­tro la lucha que man­ten­go con él es siem­pre muy fati­go­sa. Ya se prac­ti­ca­ba en la eṕo­ca medie­val; su nom­bre es sha­vā­sa­na, el asien­to del cadáver.»

Final­men­te, la guru mā entre­gó un mere­ci­do y pre­cia­do diplo­ma en sáns­cri­to a las tres alum­nas, pero per­sua­dió a la últi­ma de que per­ma­ne­cie­se con ella en su modes­to ash­ram, a fin de per­se­ve­rar jun­tas en la explo­ra­ción y tem­plan­za de su dhar­ma.

————————————-
Javi Sanmartín

4 Comentarios. Dejar nuevo

  • me encan­ta…

    Responder
  • Sabio rela­to, como mora­le­ja podría­mos decir que todo está bien según su natu­ra­le­za, las dos alum­nas mayo­res bus­can algo dife­ren­te a la peque­ña, y nada es mejor que lo otro, unas segui­rán un camino y la otra otro, y está muy bien expre­sa­do lo del núme­ro, por­que la mayo­ría hoy en día pare­ce ele­gir ese yoga más físi­co y vis­to­so, y una mino­ría el yoga de reco­gi­mien­to o meditativo

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.