Antes de abordar esta cuestión tendríamos que reflexionar un poco sobre yoga y qué significa avanzar en yoga.
En cuanto al yoga parece ser que no nos es difícil reconocer la práctica de ásanas pero sin embargo no es lo único a lo que atender. Yoga tiene unas raíces filosóficas profundas que transforman el estilo de vida, no es solo ejercicio físico, te muestra claramente pasos a seguir y cómo asumirlos en lo cotidiano. Yoga no solo atiende a nuestras condiciones fisiológicas sino también a nuestras emociones, revisa nuestro sistema de creencias y nos abre a lo espiritual.
La Luz de nuestro samadhi no viene a medir, no viene a describir, es pura experiencia trascendente, nos acerca a lo sutil intangible e incalculable. Lanzo un rezo para que lo científico sirva de apoyo pero no necesitemos poner una coletilla científica a todo lo que tratamos, ni nos distraiga ni evite lo sublime, alcanzable solo por otros medios.
El yoga es una práctica de transformación espiritual para reducir la presencia del ego, no es una práctica narcisista ni egoísta dónde caer en comparaciones ni competiciones. Yoga implica descubrir nuestro potencial interior y su expresión, ponernos en forma es una consecuencia de algo más grande que una de sus partes, no una meta en sí misma.
Así, bien podríamos concretar que varios de los avances en yoga supondrían no solo alcanzar un estado psicofísico saludable, que implica una práctica adecuada y constante, sino también descubrir tu propio estilo de vida yóguico para alcanzar y mantener un estado estable, pero siempre de aprendizaje continuo, de sat-chitt-ananda, dónde comprendemos lo auténtico y nos deshacemos de los engaños, dónde el intelecto da paso a la sabiduría interior, y dónde el sufrimiento venido de los apegos y los deseos, se transforman en un contento no atado ni permeable a tales circunstancias.
Avanzar significa ir hacia adelante y es vital aclarar que no solo se avanza en lo físico, y sí esto sucediera habría que revisar la práctica y la comprensión que estamos teniendo de yoga. Es importante que entendamos que la aplicación adecuada de las técnicas van cambiando nuestras condiciones y esto supone modificar los matices o incluso las propias prácticas. Es un circuito abierto y precioso, dónde la intensidad (dinámica o estática) y la variedad rompen nuestras cadenas y la atención que se hace necesaria nos revela el presente. Los retos yóguicos rompen el esquema interior, limpian la memoria, crean nuevas rutas internas… y despejan el fluir de los ríos de nuestra energía. Por eso muchas veces, cuando existe una práctica constante y a largo plazo, avanzar también supone llegar a posturas o gestos que en un inicio estaban lejos de nuestro alcance.
Pero ¿puede todo el mundo alcanzar esos ásanas de revista casi imposibles? Aunque nos gustaría pensar que sí, la verdad es que la flexibilidad no solo depende de estirar los músculos, por el contrario, nuestra estructura ósea, los tendones y ligamentos, las fascias, todo participa tanto en lo sencillo como en lo complicado y hemos de aprender cómo y hasta dónde podemos jugar con todo ello. Si bien es cierto también que con esfuerzo el cuerpo va cambiando y se dan transformaciones inesperadas, lo mismo hay que mantener las ganas cómo aplicar el sentido común para tomar lo que está a nuestro alcance, ni más ni menos. Por esto, y mucho más, la actitud del desapego es algo que escuchas renombradamente en clase, y se te orienta a una práctica que, aunque intensa, mantenga la amabilidad, dónde avanzar no sea un riesgo para tu cuerpo ni un refuerzo para tu ego. Respiramos amando el proceso y encontrando ese ásana donde el esfuerzo y la paz pueden encontrarse en armonía, dando cómo fruto algo más valioso que una foto de portada.
Pero ¿sabemos encontrar siempre ese punto de equilibrio? Es evidente que este encuentro requiere de toda nuestra atención, más incluso que cuando empezábamos a entender lo que era un espejo, y nos negábamos a pensar que la imagen se desvaneciera o fuera a nuestro ritmo, y jugábamos a pillar al espejo infraganti. Nos ayudará en la tarea el entendimiento sobre el propio cuerpo que irá aumentando con los estudios y prácticas, al mismo tiempo que se hacen evidentes las pautas internas de acomodarnos o exigirnos demasiado, lo cuál es un trabajo delicioso sobre nuestro carácter.
Como en nuestro propio cuerpo, las partes del yoga no están separadas, y al escuchar y charlar sobre la filosofía del yoga, y practicar las ramas del yoga, se nos desvelan sensaciones de lo que ya tintinea en nuestro interior bajo una maraña de grises que van coloreándose al despertar, todo juega su papel, aprendemos a desintoxicarnos pero también a no intoxicarnos, a soltar malos hábitos y a encontrar un estilo de vida mucho menos estandarizado y cada día más auténtico, a relacionarnos horizontalmente desde lo mejor de nosotros mismos y abrirnos en su encuentro y abrazo a lo celeste.
Viene a mi mente como un susurro de inspiración: Despertar la luz abrazada al Misterio, sostener la luz y dejarla actuar en el mundo.
Siri Tapa. Valencia, Septiembre 2016