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Cla­ves para la prác­ti­ca del Yoga

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Para que una ása­na o kri­ya pue­da des­ple­gar sus bene­fi­cios hemos de encon­trar, tan­to en el cuer­po como en la men­te, el equi­li­brio entre fir­me­za y fle­xi­bi­li­dad, entre esta­bi­li­dad y movi­mien­to, entre esfuer­zo y comodidad. 

Es lo que lla­ma­mos sthi­ra-sukha. Para esto es impor­tan­te desa­rro­llar una con­cien­cia cor­po­ral que nos per­mi­ta cono­cer nues­tro cuer­po y escu­char sus necesidades. 

De esta mane­ra podre­mos modu­lar el esfuer­zo para que sea el jus­to según nues­tras posi­bi­li­da­des, acep­tan­do las pro­pias limi­ta­cio­nes con honestidad. 

En Yoga apren­de­mos a evo­lu­cio­nar sin com­pe­tir, ni con noso­tros mis­mos ni con los demás. Es impor­tan­te estar aten­to a la ten­ta­ción de entrar en com­pe­ten­cia, jui­cio, com­pa­ra­ción y auto­exi­gen­cia, para poder des­car­tar­la y dejar­la ir. De esta mane­ra podre­mos sen­tir con cla­ri­dad el pun­to en el que esta­mos y nues­tra ener­gía se des­ple­ga­rá con la poten­cia nece­sa­ria en cada momento. 

El secre­to de la evo­lu­ción no está en que­rer ir dema­sia­do rápi­do en los logros, sino en la cons­tan­cia al prac­ti­car. No se tra­ta de domar el cuer­po sino de com­pren­der­lo, cui­dar­lo y desa­rro­llar­lo des­de la viven­cia de sus rit­mos inte­rio­res. Exis­te un “filo” en el que sur­ge el desa­fío de una pos­tu­ra y en el que uno sien­te que ha lle­ga­do a una nue­va fron­te­ra. En ese momen­to sur­gen en la men­te dos cami­nos: seguir ade­lan­te for­zan­do el cuer­po o sub­es­ti­mar nues­tra capa­ci­dad de ir más allá y abandonar. 

Detrás de ambas opcio­nes hay una ter­ce­ra: ni exi­gir ni sub­es­ti­mar, dejar que aflo­re la fuer­za del equi­li­brio. Debes ser fiel a tu equi­li­brio en cada momen­to, cada día pue­de ser dis­tin­to, man­ten­te aten­to para poder dis­fru­tar de tu fuer­za y tu fle­xi­bi­li­dad sin violencia. 

Cada ása­na, den­tro o fue­ra de una kri­ya, tie­ne una dura­ción deter­mi­na­da. Una vez cons­trui­da la ása­na, el pri­mer tra­mo de este tiem­po (apro­xi­ma­da­men­te una cuar­ta par­te o medio minu­to) lo dedi­ca­mos a esta­bi­li­zar cons­cien­te­men­te las pau­tas téc­ni­cas dadas. Una vez hecho esto, pone­mos con­cien­cia en la res­pi­ra­ción y foco de aten­ción y nos entre­ga­mos a la expe­rien­cia de la ásana. 

Prio­ri­da­des

• Ser cons­cien­te de la raíz de la ása­na, es decir, los pun­tos de apo­yo en la tierra.
• Cons­truir cons­cien­te­men­te la ali­nea­ción de la colum­na a par­tir de la base de la pos­tu­ra, es decir, man­te­ner la rela­ción correc­ta entre pel­vis, cora­zón y cabeza.
• Para esto, acti­var las cerra­du­ras mula­bandha y jalan­da­ra bandha a inten­si­dad media, como sus­ten­to de la ali­nea­ción de la columna.
• Ser cons­cien­te del pun­to del ombli­go para anclar­te a la tie­rra y pro­yec­tar­te hacia el cielo.
• Dar un espa­cio de tiem­po para rea­li­zar cons­cien­te­men­te la res­pi­ra­ción dada para la ásana.
• En caso de que la ása­na sea diná­mi­ca, che­quear el movi­mien­to en el pro­pio cuer­po, inten­tan­do ser lo más fiel posi­ble a los ángu­los y ran­gos de movi­mien­to dados. 

En el trans­cur­so de la ása­na, es impor­tan­te que ésta sea guia­da des­de el pun­to del ombli­go y la res­pi­ra­ción. Ambos ele­men­tos son la fuen­te de la ener­gía que nece­si­ta­mos para sus­ten­tar la ása­na. Para man­te­ner­se pre­sen­te duran­te la prác­ti­ca, el foco de aten­ción se esta­bi­li­za diri­gien­do la mira­da al entrecejo. 

A par­tir de allí, se pue­de situar la aten­ción en la res­pi­ra­ción, en el man­tra sat nam (vibrán­do­lo inter­na­men­te), en el man­tra que sue­na en la cla­se, en la pos­tu­ra mis­ma y sus sen­sa­cio­nes (esti­ra­mien­tos, pre­sio­nes y otras). De esta mane­ra se evi­tan las diva­ga­cio­nes men­ta­les y se saca mayor pro­ve­cho de la ása­na. Para aca­bar, es impor­tan­te que al des­ha­cer la pos­tu­ra no haya movi­mien­tos pre­ci­pi­ta­dos o brus­cos. Ambas accio­nes, cons­truir y des­ha­cer una ása­na, son igual de importantes. 

Si no te hallas cómo­do eje­cu­tan­do una pos­tu­ra pue­des man­te­ner­te medi­tan­do e ima­gi­nar que la estás hacien­do. Así reci­bi­rás el bene­fi­cio ener­gé­ti­co de la ása­na y del gru­po. Tenien­do en cuen­ta estas pau­tas, con cada ása­na podre­mos real­men­te ayu­dar a nues­tro cuer­po (y men­te) a satis­fa­cer sus nece­si­da­des legí­ti­mas de res­pi­rar, esti­rar­se, com­pri­mir­se, expan­dir­se, movi­li­zar­se, inmo­vi­li­zar­se, fle­xi­bi­li­zar­se, for­ta­le­cer­se, rela­jar­se, toni­fi­car­se, afir­mar­se y expresarse. 

Zam­bú­lle­te en la secuen­cia ener­gé­ti­ca de la kri­ya y expe­ri­men­ta­rás tu yo infi­ni­to. Pide cita si te intere­sa prac­ti­car con noso­tros o algu­na de nues­tras for­ma­cio­nes, te aten­de­re­mos personalmente.

Siri Tapa, enero 2011

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