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Con­tra los pla­nes de futuro

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Todos hace­mos pla­nes, refle­xio­ne­mos un poco sobre este hacer.

Tal vez no sea tan insen­sa­to hacer­nos algu­nas pro­pues­tas con sus res­pec­ti­vos inten­tos de hacer­se y el error sea otro, al fin y al cabo tene­mos una men­te crea­ti­va. Lo que sí pare­ce insen­sa­to es hacer pla­nes con la pre­ten­sión de con­tro­lar­lo todo, es decir de saber lo que va a suce­der, en defi­ni­ti­va, cono­cer o adue­ñar­nos del futu­ro. La gra­cia de no empe­ñar­nos en con­tro­lar o saber del futu­ro es que pode­mos dejar libre nues­tra curio­si­dad y por lo tan­to toda­vía podre­mos des­cu­brir, inves­ti­gar y sor­pren­der­nos, es decir, vivir. Para que todo pro­yec­to esté vivo tie­ne que tener grie­tas dón­de pue­da colar­se eso que no es ego ni nin­guno de sus dominios.

En la filo­so­fía yógui­ca no hay futu­ro ni pla­nes de futu­ro ni nada que nece­si­te ser hipo­te­ca­do ni ase­gu­ra­do. Lo que hay por delan­te del pre­sen­te es un mis­te­rio lleno de gozo, la ale­gría de lo ines­pe­ra­do. Solo ten­de­mos nues­tra este­ri­lla, el pre­sen­te, y nues­tro pala­cio ahí se posa y conec­ta­mos con ello. Repe­ti­mos una y otra vez las pos­tu­ras, res­pi­ra­cio­nes o medi­ta­cio­nes como los arte­sa­nos repi­ten sus ges­tos para siem­pre hacer algo nue­vo y lo mis­mo a la vez. Cada uno avan­za a su rit­mo, úni­co y bello, y da con algu­nos des­cu­bri­mien­tos. Hace­mos y repe­ti­mos, mejo­ra­mos y vol­ve­mos a repe­tir con la sor­pre­sa de que no es y no pue­de ser exac­ta­men­te igual y lo mis­mo. Den­tro de la expe­rien­cia obser­va­mos la simi­li­tud y la dife­ren­cia, lo que no cam­bia y lo que no deja de hacer­lo. No mejo­ra­mos por­que ese sea nues­tro fin, no hace­mos una pro­pues­ta fija ni cer­te­ra sobre el futu­ro de nues­tra prác­ti­ca, no se espe­ra recom­pen­sa final ni hay tic­ket de devo­lu­ción. Mejo­ra­mos por­que exten­de­mos nues­tra este­ri­lla, exten­de­mos nues­tra viven­cia del pre­sen­te, y nos asen­ta­mos en ella, para estar en casa. Mejo­ra­mos por­que nos olvi­da­mos del tiem­po y gus­ta­mos de esos ins­tan­tes de prác­ti­ca, pau­sa o viven­cia sin tiem­po, sin dar­nos cuen­ta de su trans­cur­so y dón­de no hay pro­pues­ta de futuro.

La sen­si­bi­li­dad y la escu­cha solo ocu­rren en el pre­sen­te y la úni­ca posi­bi­li­dad del esta­do de yoga solo se da en el presente.

Nos lle­va tiem­po enten­der que no somos los pri­me­ros, que esto vie­ne de lejos, que segui­mos un flu­jo ances­tral de yoguis y yogui­nis que exten­die­ron su este­ri­lla y sol­ta­ron su pasa­do y su futu­ro para dejar de estar per­di­dos en la maya (mun­do ilu­so­rio que nos lle­va a vivir la men­ti­ra y el sufri­mien­to). Este flu­jo ances­tral nos ins­pi­ra en el silen­cio y nos alien­ta en la res­pi­ra­ción y el man­tra. Sobre la his­to­ria del yoga no se sabe tan­to como pare­ce, ni siquie­ra del súper nom­bra­do Patan­ja­li. No sabe­mos mucho de dón­de vie­ne este flu­jo que sen­ti­mos tan nues­tro y tan de muchos ni tam­po­co quie­nes somos en él ni hacia dón­de se diri­ge. Este no saber es un pre­cio­so no estar ata­dos a lo que de otro modo nos cos­ta­ría mucho des­pren­der­nos. Esta impre­ci­sión nos hace libres y silen­cio­sos. El no cono­cer con exac­ti­tud la his­to­ria de maes­tros como patan­ja­li nos invi­ta a ver que los maes­tros no aspi­ran a ser alguien, lo que impor­ta no es su per­so­na sino la ense­ñan­za. Hago hin­ca­pié en recal­car que hay “ense­ñan­za” y no “su ense­ñan­za” ya que no hay sen­ti­do de pro­pie­dad de lo des­cu­bier­to lo mis­mo que no hay pro­pie­dad sobre el futu­ro. No esta­mos en un flu­jo de per­so­nas (egos) sino de ense­ñan­zas yoguis sin un cer­te­ro pasa­do ni futu­ro, sin lími­tes ni cár­ce­les en la expe­rien­cia del ahora.

Pode­mos ver nues­tra his­to­ria per­so­nal de una mane­ra retros­pec­ti­va y ver cuán escla­vos hemos sido de un futu­ro obli­ga­do del que nues­tro yogui inte­rior que­da libre. Un futu­ro per­so­nal obli­ga­do como lo son todos los futu­ros a no ser que uno se olvi­de de él para vivir el pre­sen­te. Pode­mos ver si hemos sido de los que hemos estu­dia­do o hecho carre­ra en algo que estu­vie­ra bien para aco­mo­dar­nos a la socie­dad aco­mo­da­da, si hemos hecho lo espe­ra­do como bus­car pare­ja (bajo esa idea de “sin tí no soy nada”), hijos, tener coche, piso, hipo­te­cas, segu­ros, etc. o si nos sali­mos del mol­de y alguno de estos acon­te­ci­mien­tos están en nues­tra vida de un modo dife­ren­te al futu­ro que pare­ce que todos obli­ga­to­ria­men­te debía­mos cum­plir. Es des­de la idea de futu­ro des­de dón­de ven­de­mos nues­tra liber­tad, pasa sin dar­nos cuen­ta, ya se ocu­pan los medios de comu­ni­ca­ción de masas de for­mar­nos bien para que sea esa pér­di­da de liber­tad inclu­so lo que nos de sen­sa­ción de liber­tad o feli­ci­dad, pues­to que nos cree­mos libres de ele­gir entre los pro­duc­tos de con­su­mo, cla­ro está, den­tro de lo que nos pro­po­nen y nun­ca fue­ra. Sobra decir que la men­ti­ra es gor­da y nos secues­tra el alma. ¿Cómo no vamos a sen­tir lue­go frus­tra­ción, des­es­pe­ran­za, impo­ten­cia, aho­go, ago­ta­mien­to, etc. o inclu­so sen­tir­nos des­trui­dos? ¿Cómo deja­mos que nos digan lo que va a ser de nues­tras vidas? ¡Y cómo nos han ense­ña­do de bien a soñar con lo que al Capi­tal le intere­sa! ¿Por qué no soñar con cosas nue­vas ins­pi­ra­das en ese flu­jo lleno de vida y pocas cer­te­zas? Pode­mos soñar con no acep­tar ya más men­ti­ras ni pla­nes hechos, pode­mos soñar con no men­tir noso­tros, pode­mos soñar con per­mi­tir­nos jugar más y pla­near menos. ¿Qué pue­de pasar si entra el jue­go en nues­tra vida aun­que sea a cam­bio de devol­ver un poco de fal­sa segu­ri­dad y una abu­rri­da como­di­dad? No lo sé, pero algo dife­ren­te ¿no? Y ¿aca­so cada vez que nos que­ja­mos de esta socie­dad o de nues­tras vidas no esta­mos pidien­do un cam­bio? No hay por­que acu­sar a nadie, ni hay rece­tas que pedir bas­ta por acu­sar la tram­pa, lo fal­so y decir­le no, ya bas­ta. Cada uno de noso­tros ha de librar la bata­lla de cómo capear la maya e ir dejan­do bue­nas grie­tas abiertas.

Reto­man­do el tema del futu­ro y la cons­tan­te aten­ción que pres­ta­mos a la idea del tras­cur­so del tiem­po vere­mos que hacen fal­ta tan­tas horas de prác­ti­ca para ser un buen prac­ti­can­te de yoga que es mejor dejar de con­tar­las. Es más, hace fal­ta apren­der la téc­ni­ca de tal mane­ra y con tal gra­do de cons­cien­cia que final­men­te nues­tras asa­nas sal­gan solas y nues­tro ego sea per­di­do en ese sabio hacer dón­de la pre­sen­cia sea todo y la men­te no apa­rez­ca sino en un plano secun­da­rio. Es ahí des­pués de mucho exten­der la este­ri­lla a repe­tir la haza­ña de no ser cuan­do apa­re­ce ese gozo en el que per­di­dos lo encon­tre­mos todo.

El que las asa­nas sal­gan solas no es un acto des­cui­da­do sino que la repe­ti­ción ha deja­do en nues­tra estruc­tu­ra orgá­ni­ca un saber hacer de tal modo que uno ya no está cómo­do en una pos­tu­ra mal ali­nea­da o sin pre­sen­cia. En reali­dad me refie­ro a que nues­tra prác­ti­ca sea flui­da, habi­tan­do el cuer­po con un pro­fun­do amor.

En cuan­to a la per­di­da de noción de tiem­po dis­tin­gui­re­mos que el yoga no es un entre­te­ni­mien­to, no se tra­ta de entre­te­ner al tiem­po hacien­do al tiem­po per­so­na­je impor­tan­te al que pres­tar nues­tros ser­vi­cios sino que por el con­tra­rio es olvi­dar la idea de tiem­po y de futu­ro o de pro­ve­cho futu­ro por la que se empo­bre­ce nues­tro pre­sen­te. El des­ape­go del resul­ta­do de cual­quier acción se empie­za por ese des­ape­go a la idea mis­ma del yoga cuan­do comien­za nues­tra prác­ti­ca, cada vez, repi­tien­do tan­to las pau­tas físi­cas como el sol­tar de inten­cio­nes con bene­fi­cio futuro.

Si bien algu­nas prác­ti­cas pue­den usar­se para hacer pro­yec­cio­nes (más aba­jo lo expli­co) estas deben estar libres de pro­pie­dad y lle­nas de una ver­da­de­ra acep­ta­ción de incer­ti­dum­bre y empe­que­ñe­ci­mien­to de uno mis­mo ante la vida. Cual­quier otro regis­tro yógui­co será una ven­ta del mis­mo, “ven­der yoga, con­su­mir yoga”. La idea de pro­yec­ción de futu­ro es un error corrien­te den­tro de este ambien­te en el que algu­nos empie­zan a que­rer medrar. Hacer una pro­pues­ta de futu­ro cer­te­ra en un tiem­po futu­ro cer­te­ro no es una acción yógui­ca es la crea­ción de una idea que pasa­rá a gober­nar y se adue­ña­ra de lo poco que nos que­de en cone­xión con nues­tra sen­si­bi­li­dad. La visua­li­za­ción o cone­xión con una mejo­ría de noso­tros, o de otros o de las cir­cuns­tan­cias es en tiem­po pre­sen­te y no repre­sen­ta una orden hacia la vida (que es más gran­de que noso­tros) sino la expre­sión de nues­tra ten­den­cia hacia el equi­li­brio. Más que crear una nue­va pau­ta pre­ten­den rom­per con la pau­ta habi­da en desequilibrio.

En téc­ni­cas de sana­ción yógui­cas como la medi­ta­ción de Sat Nam Rasa­yan se pone en prác­ti­ca el mis­mo acon­te­ci­mien­to de exten­der la este­ri­lla con la inten­ción de rela­jar y equi­li­brar pero sin hacer una pro­pues­ta con­cre­ta de que es y cómo y cuán­do se ha de dar, acep­tar lo que hay y per­mi­tir que la sana­ción se dé sin que medie el ego de uno, a tra­vés de un espa­cio de sen­si­bi­li­dad y neu­tra­li­dad. Esta acción se da en el pre­sen­te sin ape­go al resul­ta­do ni a creen­cia algu­na sobre el futu­ro. De nada sir­ve qui­tar una idea para escla­vi­zar­se a otra.

“El que tie­ne equi­li­brio y ha arro­ja­do la aspi­ra­ción a la recom­pen­sa por su acti­vi­dad, logra la paz per­fec­ta. ¡Pero el que es des­equi­li­bra­do, movi­do por sus deseos, ape­ga­do a la recom­pen­sa, está enca­de­na­do!” B. Gita

La acción de hoy tie­ne valor pro­pio y no es nece­sa­rio con­tro­lar ni saber del futu­ro, esto no solo es una insen­sa­tez sino una fan­ta­sía que nos nega­ría de lo más her­mo­so de la vida, curio­si­dad, des­cu­bri­mien­to, inves­ti­ga­ción y sor­pre­sa. Lo mis­mo es para el amor, que no pue­de pla­ni­fi­car­se y sim­ple­men­te suce­de, que para la libe­ra­ción del kar­ma que suce­de a tra­vés de accio­nes desin­te­re­sa­das y con desapego.

Siri Tapa

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