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El can­to de Nanak: La melo­día del corazón

Evan Mar­tí­nez

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Enton­ces escu­ché y oí una divi­na melodía,
cuya dul­zu­ra hizo estre­me­cer mis miembros,
cuya pure­za pose­yó mi ser…
Cerré los ojos para no ver,
pero mis ojos vie­ron la luz aun­que esta­ban cerrados,
y mis oídos oye­ron la melo­día aun­que habían ensordecido”

Kalil Gibran “Espí­ri­tus rebeldes”

Guru Nanak, en algún momen­to, fue el joven Nanak. Cuen­tan las Janam-sakhis (1) que des­de muy peque­ño des­ta­ca­ba por una per­so­na­li­dad incli­na­da hacia la con­tem­pla­ción y la medi­ta­ción, que reci­bía men­sa­jes divi­nos y que pasa­ba lar­gas horas en pro­fun­do embe­le­so can­tan­do al “ama­do”, reci­tan­do y escri­bien­do poe­mas. Tam­bién cuen­tan que ya con 5 años habla­ba de temas espi­ri­tua­les y que domi­na­ba los Vedas, y que con 7 tuvo que aban­do­nar la escue­la local y empe­zó a reci­bir cla­ses pri­va­das y de medi­ta­ción en casa.

Cuen­tan en una de estas his­to­rias mara­vi­llo­sas lle­nas de secre­tos y mis­te­rios, que Nanak, antes del Samadhi, ya tenia peque­ños vis­lum­bres de lo divino, expe­rien­cias extá­ti­cas de arro­ba­mien­to, lo que se lla­ma Sato­ri; momen­tos de catar­sis y de com­pren­sión pro­fun­da de las cosas.

Antes de des­apa­re­cer en el rio duran­te 3 días y vol­ver repi­tien­do una y otra vez «Nā kō hin­dū nā kō musal­mān»(no hay hin­dú, no hay musul­mán). Antes de con­ver­tir­se en el Guru que via­ja­ba pre­di­can­do la uni­ci­dad de Dios acom­pa­ña­do del fiel Mar­da­na y su laúd, mucho antes del Sikhis­mo, mucho antes de apa­re­cer en pin­tu­ras con una lar­ga bar­ba blan­ca, el gorro de un pir musul­mán y la túni­ca de un sant hin­dú, antes del Mul Man­tra y el Jap­ji, cuen­tan que:

Kalu, el padre de Nanak, pen­sa­ba que era un inú­til, que vaga­bun­dea­ba en com­pa­ñía de faqui­res, mís­ti­cos y sadhus (2) con los que man­te­nía lar­gas con­ver­sa­cio­nes sobre reli­gión, Escri­tu­ras Sagra­das, y sobre el “nom­bre de Dios”. Una voca­ción un tan­to ale­ja­da de lo que el padre de Nanak había ima­gi­na­do para su hijo. Kalu era con­ta­ble, un Kath­ri (3) hin­dú, y Nanak por naci­mien­to per­te­ne­cía a esta casta.

En una oca­sión Nana­ki, la her­ma­na de Nanak, preo­cu­pa­da por la situa­ción en casa y sien­do cons­cien­te de las des­ave­nen­cias entre su padre y su que­ri­do her­mano peque­ño, fue de visi­ta a la casa pater­na. Una vez allí y vien­do la ten­sión a la que su padre some­tía a Nanak, incul­cán­do­le una y otra vez la nece­si­dad de ser un hom­bre de pro­ve­cho, con una pro­fe­sión res­pe­ta­ble, y la impa­cien­cia con la que reac­cio­na­ba a la indi­fe­ren­cia de Nanak ante estas cues­tio­nes, intervino:

—Padre —dijo Nana­ki—, sabes que mi amor por Nanak es infi­ni­to, igual que mi amor por ti, deja que Nanak ven­ga una tem­po­ra­da a vivir con­mi­go y con mi mari­do a Sul­tan­pur, lejos del pue­blo qui­zá poda­mos encon­trar un tra­ba­jo ade­cua­do para Nanak.

Kalu acce­dió, pen­só que qui­zá Jai Ram, su yerno, que era admi­nis­tra­dor del gober­na­dor, el Nawab Dau­lat Khan Lodhi, podría ayu­dar­le a encon­trar una bue­na pro­fe­sión a la que dedi­car­se y así con­ver­tir­se en un hom­bre de provecho.

Así fue como Nanak lle­gó a ser res­pe­ta­ble admi­nis­tra­dor de uno de los gra­ne­ros del gober­na­dor de Sul­tan­pur. Duran­te el día tra­ba­ja­ba efi­cien­te­men­te en sus labo­res admi­nis­tra­ti­vas y de pro­vi­sión y ven­ta de cerea­les, duran­te la noche, tan­to su cuña­do Jai Ram, como el pro­pio Khan, como su her­ma­na, y otros muchos, se reu­nían alre­de­dor de Nanak, en ese mis­mo gra­ne­ro, a escu­char sus poe­mas y sus ver­sos, sus can­cio­nes. Es en una de estas reunio­nes de sha­bad-kir­tan (4) don­de cono­ció a Mar­da­na, del que nun­ca más se separaría.

Ima­gino que fue un tiem­po feliz para Nanak: duran­te el día dedi­ca­do a labo­res admi­nis­tra­ti­vas, fuen­te de ingre­sos, de esta­tus y ale­gría para el vie­jo cora­zón de su padre, y por la noche dedi­ca­do al amor a lo divino, a can­tar el nom­bre del 1, rodea­do de ami­gos y com­pa­ñe­ros. Dicen que Nanak entra­ba en tran­ces mís­ti­cos y medi­ta­ti­vos con asi­dui­dad duran­te estas reunio­nes, y que reci­ta­ba ver­sos de una belle­za bri­llan­te y que sus oyen­tes caían en pro­fun­dos silen­cios de los que vol­vían con los ojos lle­nos de lagri­mas y el cora­zón de gra­ti­tud infi­ni­ta, tam­bién dicen que muchos de estos ami­gos y com­pa­ñe­ros se con­vir­tie­ron en dis­cí­pu­los, en apren­di­ces, que en len­gua pun­ja­bi es Sikh, y que empe­za­ron a tra­tar­le de Maes­tro, de Guru, y que cuan­do Nanak, des­pués de múl­ti­ples via­jes, fun­do la ciu­dad de Kar­tar­pur (5), a ori­llas del rio Ravi en la región pun­ja­bi de Majha, pun­to de reca­la­do en las rutas de pere­gri­na­ción a los san­tua­rios de la Dio­sa (en los mon­tes Shi­va­lik y Cache­mi­ra), muchos le siguieron.

Un día de mer­ca­do, Nanak se dedi­ca­ba a sus queha­ce­res, repar­tien­do cerea­les y otras mer­can­cías para los pedi­dos de sus clien­tes. Era un día posi­ble­men­te calu­ro­so y el bulli­cio de las voces y el tra­sie­go de los carros y los ani­ma­les por los cami­nos, harían que Nanak, como cual­quie­ra de noso­tros, a menu­do pen­sa­se en otras cosas, pero el insis­tía, con­cen­trán­do­se en ano­tar con cui­da­do, en lle­var muy bien sus cuentas.

Esta­ba pre­pa­ran­do un pedi­do a un clien­te: con la medi­da de un cazo, lle­na­ba un saco mien­tras con­ta­ba 1, 2, 3, 4… 10,11,12 y cuan­do lle­gó a 13, que en len­gua pun­ja­bi es “tera” y al mis­mo tiem­po sig­ni­fi­ca “Tuyo”, entró en un esta­do de pro­fun­da medi­ta­ción. Per­di­da la cons­cien­cia de si mis­mo y del mun­do exte­rior, repe­tía en tran­ce, una y otra vez: “tera, tera, tera, tera…” (de mí, para ti, tuyo, de mí, para ti, tuya, soy tuyo, soy tuyo, soy tuyo, todo es tuyo). Clien­tes, fami­lia­res y com­pa­ñe­ros, y los curio­sos que lle­ga­ban aler­ta­dos por los gri­tos, pen­sa­ron que se había vuel­to loco, pues como un loco repe­tía “tera, tera tera” repar­tien­do un grano que no le per­te­ne­cía a des­co­no­ci­dos dicien­do: “tuyo, tuyo, todo es tuyo” Inten­ta­ron dete­ner­le, corrie­ron a aler­tar a las auto­ri­da­des, pero Nanak no podía salir de “tera”, se había con­ver­ti­do en su man­tra. Todo ter­mi­na­ba en “tera” para él, más allá de “Tera”… ya no exis­tía nada…

Nanak se entre­go sin medi­da, y su «ama­do» no le aban­do­nó. Cuen­ta la his­to­ria que a las horas, pasa­do el tran­ce, Nanak recu­pe­ró la cor­du­ra y vol­vió al gra­ne­ro. Las auto­ri­da­des levan­ta­ron una inves­ti­ga­ción para com­pro­bar el esta­do de sus cuen­tas, y dicen que cuan­do ter­mi­na­ron de revi­sar su tra­ba­jo, no solo no fal­tó un solo grano, ade­más, había un supe­rá­vit de cerea­les a favor del gobernador.

Evan Mar­tí­nez

 


Ek oong kaar sat naam
kar­taa purkh nirbhao nirver
akaal muu­ret adjuunii
seibhang gur parsaad.

Cada maña­na, sobre las 6, con estas pala­bras, se rom­pen miles de silen­cios en todo el mun­do. Estas pala­bras de Guru Nanak (6) son el cora­zón de sus ense­ñan­zas, el Mul Man­tra o Man­tra Raiz , las pala­bras con las que comien­za el Jap­ji: “la más gran­de joya delSiri Guru Granth Sahib”, el Adi Granth, el libro sagra­do de los Siks. El Libro, ins­tau­ra­do como ulti­mo Guru en el 1708, reco­ge las pala­bras de los 10 Gurus huma­nos que lo pre­ce­die­ron y algu­nos tex­tos de otros mís­ti­cos, San­tos y poe­tas. Pala­bras ins­pi­ra­do­ras y lle­nas de sabi­du­ría, para ser ento­na­das con el cora­zón y can­ta­das con el alma.

El Jap­ji es una mis­te­rio­sa esca­le­ra que, esca­lón tras esca­lón, te lle­va a las pro­fun­di­da­des de ti mis­mo y, al mis­mo tiem­po, te ele­va por enci­ma de aque­llo que creías cono­cer, dán­do­te una pers­pec­ti­va nue­va sobre lo que sig­ni­fi­ca la ver­dad, el Amor y la entre­ga. Se abre como una flor ante la mira­da de aquel que se entre­ga, del devo­to. Es el mapa de un teso­ro en el que el bus­ca­dor espi­ri­tual encuen­tra per­las y flo­res de belle­za embriagadora.

El Jap­ji es un poe­ma para ser can­ta­do; lle­var­lo pala­bra por pala­bra al cora­zón para, des­de ahí, ser devuel­to al mun­do con­ver­ti­do en melodía.

Guru Nanak (1469–1539?) fue el pri­me­ro de los Gurus de la reli­gión Sik. Sus ense­ñan­zas, reco­gi­das en sus can­tos y poe­mas, cons­ti­tu­yen una guía hacia la ver­dad, hacia la expe­rien­cia de “Dios” y la sabi­du­ría inter­na del cora­zón de cada uno. Fue un sabio, un can­tor, un poe­ta… Todo lo que dijo, lo dijo en verso…


 

Notas

1 Janam-sakhis- casi toda la infor­ma­ción que encon­tra­mos sobre Nanak per­te­ne­ce a lo que se sue­le tra­du­cir como “cuen­to mara­vi­llo­so” o “Anéc­do­tas rela­ti­vas al naci­mien­to” dón­de lo ejem­plar, lo san­to, lo legen­da­rio y la ver­dad se trenzan.
2 sadhus- es un asce­ta hin­dú o un mon­je que sigue el camino de la peni­ten­cia y la aus­te­ri­dad para obte­ner la ilu­mi­na­ción y la feli­ci­dad.
3 Kath­ri- Cas­ta hin­dú que incluía fun­cio­na­rios, admi­nis­tra­do­res, terra­te­nien­tes, comer­cian­tes nobles hin­dús de la zona del Pun­jab, (actual Pakistan).
4 sha­bad-kir­tan- es una for­ma musi­cal de narra­ción o reci­ta­ción com­par­ti­da, par­ti­cu­lar­men­te de ideas espi­ri­tua­les o religiosas.
5 Kar­tar­pur- Sig­ni­fi­ca “ciu­dad del creador”-
Guru Nanak– (1469–1539) Mís­ti­co, poe­ta y maes­tro, de ori­gen hin­dú, que sen­tó las bases del sikhismo.

Biblio­gra­fía que os pue­de interesar:

Los Sikhs” Agus­tín Pani­ker. Ed. Kairos
El ver­da­de­ro nom­bre. La melo­día de la exis­ten­cia.” Osho. Ed Kairos.
Janam-Sakhis” Mate­rial hagio­grá­fi­co sobre el naci­mien­to y la vida de “Guru Nanak”.Varias fuentes

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