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En la sopa mágica

Kama­lla Rose

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La magia es como coci­nar sopa. Los ingre­dien­tes del cal­do son sím­bo­los: imágenes, música, ves­tua­rio, fra­gan­cias, ador­nos, poesía, arte y pro­sa. El pri­mer paso para coci­nar un poco de magia es selec­cio­nar, pre­pa­rar y mez­clar cui­da­do­sa­men­te todos estos ingre­dien­tes a modo de símbolos, para lue­go, en el segun­do paso, coci­nar­los en el fue­go de la emoción. La sere­ni­dad, la pasión, el mie­do, el dolor, la feli­ci­dad, la ira, la solem­ni­dad o sus com­bi­na­cio­nes fun­cio­nan bien como fuen­tes de calor, depen­dien­do, por supues­to, de los resul­ta­dos desea­dos por el chef. Esta combinación y gui­so de símbolos con emoción es el arte culi­na­rio del ritual. Una vez que la sopa está pre­pa­ra­da, se sir­ve al público. Este ter­cer paso es un tipo de tea­tro o representación en vivo. Los magos (políticos, publi­cis­tas, estre­llas de rock y líderes de cul­to entre ellos) saben que la vida es, de hecho, un esce­na­rio y que tie­nen poder para asu­mir roles y repre­sen­tar­los. Eso es lo que apren­dí duran­te los 20 años que viví en un cul­to (es decir, en la «Organización Feliz, San­ta y Salu­da­ble» de Yogi Bha­jan, o 3HO).

También apren­dí que un líder de cul­to exper­to no coci­na su cal­do con ingre­dien­tes de mala cali­dad. Fácilmente, el 99% de los símbolos que mi ante­rior maes­tro espi­ri­tual sacó de su bol­sa de tru­cos fue­ron pro­ba­dos por el tiem­po, ingre­dien­tes puros y sagra­dos que real­men­te ayu­da­ron a sus estu­dian­tes a expe­ri­men­tar dife­ren­tes esta­dos de con­cien­cia, a vivir más pacíficamente y con gra­cia y a sanar nues­tras heri­das después de todo; habría sido con­tra­rio a los propósitos de Yogi Bha­jan si nos hubie­ra asus­ta­do o mata­do con nues­tro pri­mer sor­bo de sopa. Más bien, el veneno se nos admi­nis­tró de for­ma bas­tan­te gra­dual y sutil a lo lar­go de los años, y sólo al final, jun­to con otros com­pa­ñe­ros, desa­rro­lla­mos el dis­cer­ni­mien­to sufi­cien­te para comen­zar a detec­tar y nom­brar cier­tas ver­du­ras enfer­mas y podri­das en el fon­do del tazón.

Hacien­do Magia

Yo era una hip­pie de die­cio­cho años cuan­do me mudé al ash­ram. Fui el fru­to de una fami­lia blan­ca de cla­se media, con un padre pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio y una madre maes­tra de escue­la, ambos muy res­pe­ta­dos en la comu­ni­dad de mi ciu­dad natal. En el secre­to fami­liar, sin embar­go, fui abu­sa­da por mi padre duran­te la mayor par­te de mi infan­cia. Por lo que, cons­cien­te o incons­cien­te­men­te, iba bus­can­do una fórmula mágica que tor­na­ra mi vida pura y sagra­da, y ansia­ba encon­trar un modo de curar mi espíritu dañado. En muchos sen­ti­dos, eso es exac­ta­men­te lo que encon­tré. Des­afor­tu­na­da­men­te, por supues­to, gran par­te de la magia que des­cu­brí fue magia negra, inge­nio­sa­men­te inven­ta­da y tras­mi­ti­da por un esta­fa­dor, pero al cabo fue magia para todo eso.

Miran­do hacia atrás, me doy cuen­ta de que fue una par­te muy opti­mis­ta, ino­cen­te, ama­ble, dul­ce y huma­na de mí mis­ma la que se unió al cul­to. Hoy en día podría decir que se tra­ta­ba de mi niña inte­rior. Esa niña arries­gó mucho y se rin­dió mucho más el día que entre­gó toda su vida para vivir la volun­tad de Dios. En retros­pec­ti­va, pue­do ver que, en mi juven­tud e igno­ran­cia, no sabía mucho sobre el fun­cio­na­mien­to de lo divino y, por tan­to, fui fácilmente influen­cia­da por las opi­nio­nes de un hom­bre que creí que era un exper­to en los cami­nos de Dios.

Mi con­fian­za en la expe­rien­cia de Yogi Bha­jan tam­po­co era del todo infun­da­da. Yogi Bha­jan, de hecho, tenía bajo la man­ga una gran can­ti­dad de información sobre filosofía orien­tal y prácticas yóguicas. Era increíblemente sagaz, un ora­dor con­vin­cen­te y exótico, nun­ca fue pre­de­ci­ble, siem­pre esti­mu­lan­te, y se mos­tra­ba y actua­ba como un amo. Sin embar­go, como con todos los gran­des magos y esta­fa­do­res, el pro­ble­ma no era con aque­llo que Yogi Bha­jan esta­ba enseñando. Más bien, los tru­cos e ilu­sio­nes tuvie­ron lugar detrás de aque­llas áreas cui­da­do­sa­men­te enca­pu­cha­das y vela­das de toda posi­ble con­sul­ta, de las que no habla­ba. En ese momen­to yo era dema­sia­do joven e igno­ran­te para notar cual­quier movi­mien­to de mano o para ir a espiar detrás de las cor­ti­nas. Fran­ca­men­te, me con­si­de­ra­ba una pele­le, y Yogi Bha­jan sería el gana­dor del jue­go de cul­to si, en última ins­tan­cia, algu­na vez hubie­ra per­mi­ti­do que sus tru­cos mata­ran, muti­la­ran o abu­sa­ran aún más de ese yo mágico y místico den­tro de mí. Por lo tan­to, me acer­co a la para­do­ja víctima/mártir con mucho cuidado.

Casi todas las per­so­nas que emer­gen de un cul­to tie­nen que enfren­tar­se a la con­tin­gen­cia humi­llan­te de haber des­per­di­cia­do por com­ple­to una par­te de sus vidas (en mi caso, toda mi vida adul­ta has­ta la fecha). De la noche a la mañana, pue­des pasar de sen­tir­te como la ama­da pri­va­ti­va de Dios, a sen­tir­te como la imbécil más estúpida del mun­do ente­ro. Hay muchos libros y pro­fe­sio­na­les que te dirán que cuan­do creías que esta­bas can­tan­do el san­to nom­bre de Dios, era, de hecho, una for­ma de lava­do de cere­bro y que toda la estruc­tu­ra del cul­to esta­ba diseñada para man­te­ner­te pasi­va, calla­da y abatida.

Dolo­ro­sa­men­te, todas esas cosas son abso­lu­ta­men­te cier­tas. Sin embar­go, cuan­do salí de mi cul­to y miré a mi alre­de­dor seguí escu­chan­do en mi cabe­za la música de Twi­light Zone por­que, hones­ta­men­te, no podía ver cómo la vida de cul­to era dife­ren­te a la vida nor­mal en los Esta­dos Uni­dos. Cier­ta­men­te, todas las horas pasa­das en los ash­rams no habrían sido una mane­ra peor de pasar mi tiem­po que estar fren­te a un tele­vi­sor. Y des­gra­cia­da­men­te, he com­pro­ba­do que la estruc­tu­ra de la mayoría de las fami­lias, empre­sas y gobier­nos están tan diseñadas para man­te­ner a sus miem­bros atra­pa­dos en sus men­tes como lo esta­ba mi culto.

Esto, por supues­to, no jus­ti­fi­ca los abu­sos que ocu­rrie­ron en mi comu­ni­dad espi­ri­tual ni hace que la con­duc­ta de mi maes­tro sea acep­ta­ble de nin­gu­na mane­ra. El hecho de que el pen­sa­mien­to de cul­to sea común y uni­ver­sal con prácticamente todos los líderes políticos, socia­les o comer­cia­les que nos mien­ten todo el tiem­po, no hace que sea menos peli­gro­so o más fácil de tra­tar. Por el con­tra­rio, hace que sea mucho más difícil salir de un cul­to, ya que sólo cuan­do has toma­do medi­das para libe­rar­te de una organización corrup­ta, te das la vuel­ta y te das cuen­ta de que los mis­mos jue­gos se dan en otras par­tes. Por lo tan­to, creo que es muy impor­tan­te para todos exa­mi­nar la men­ta­li­dad de un cul­to, escla­re­cer­lo y com­ba­tir­lo allá don­de sea que lo encon­tre­mos. Y tris­te­men­te lo encon­tra­mos en muchos lugares.

Aquí están las tres gran­des pre­gun­tas que vein­te años de vida de cul­to me han enseñado a for­mu­lar sobre las estruc­tu­ras socia­les que me rodean:

– ¿Las per­so­nas en posi­cio­nes de auto­ri­dad ocul­tan secre­tos a los que están deba­jo de ellas?
– ¿Hay un círculo interno o «de ele­gi­dos» que dis­fru­ta de un esta­tus espe­cial y bene­fi­cios que no están dis­po­ni­bles para el resto?
– ¿Las per­so­nas son públicamente humi­lla­das y aver­gon­za­das para dis­ci­pli­nar­las y controlarlas?

Inclu­so en el impro­ba­ble caso de que esta descripción no se ajus­te a nin­gu­na otra organización en nues­tras vidas, ¡todos fui­mos a la escue­la secundaria!

En última ins­tan­cia, he podi­do salir de mis años de cul­to, y estoy pro­fun­da­men­te agra­de­ci­da a mi ex-maes­tro espi­ri­tual por todo lo que me enseñó acer­ca de la manipulación de la reali­dad. Ya no pien­so que Yogi Bha­jan haya sido o sea extra­or­di­na­rio, por supues­to. No es ser extra­or­di­na­rio tener poder y usar­lo para acu­mu­lar cosas, for­ni­car y fabri­car más poder. Esta­fa­do­res y muje­res los hay a pata­das y siem­pre los ha habi­do. Sin embar­go, a mi modo de ver, nues­tra mejor defen­sa con­tra los cul­tos y aque­llos que los crean, es lle­gar a ser tan inte­li­gen­tes en la magia como el mejor esta­fa­dor y lue­go negar­se a caer en la tentación de usar mal ese poder. Este es un logro extraño de ver, pero no, ten­go fe, no es algo impo­si­ble. Es útil tener muy cla­ro cuáles son esas ten­ta­cio­nes, ¿y quién mejor para enseñarnos a reco­no­cer esas tram­pas del mal que los que tan ele­gan­te­men­te se han ser­vi­do de ellas?

Ten­ta­cio­nes

Hay tres prue­bas prin­ci­pa­les para la inte­gri­dad de un ser humano. ¿Venderías tu alma por rique­zas? ¿Venderías tu alma por sexo? ¿Venderás tu alma por poder? Como la mayoría de los huma­nos, Yogi Bha­jan esta­ba muy meti­do en las tres. Sin embar­go, como la mayoría de los líderes de cul­to, el poder era su favo­ri­to. A veces, inclu­so renun­cia­ba a algo de dine­ro y algo de gla­mour para poder con­se­guir un poder ver­da­de­ra­men­te exquisito.

Lo mate­rial y la cuestión del dine­ro es lo más fácil de inves­ti­gar y des­ta­par cuan­do se tra­ta de nego­cios, orga­ni­za­cio­nes benéficas o gru­pos espi­ri­tua­les. Si una organización no cuen­ta con una divulgación com­ple­ta de los ingre­sos, con auditorías exter­nas inde­pen­dien­tes, ten­drá lo que mere­ce. En mi organización espi­ri­tual, se con­si­de­ra­ba muy poco espi­ri­tual des­con­fiar de la organización espi­ri­tual. Aho­ra sé que la con­fian­za y la fe no nece­si­tan ser fabri­ca­das den­tro de mí, que la con­fian­za se for­ja con la relación.

Es fácil y natu­ral para mí con­fiar en una organización que me per­mi­te ver libre­men­te de dónde vie­ne el dine­ro y hacia dónde se diri­ge, y es aún más fácil con­fiar en una organización que entre­ga los libros a una auditoría exter­na neu­tral. Como es muy fácil ganar­me mi con­fian­za con res­pec­to al tema del dine­ro al per­mi­tir­me ver la ver­dad del resul­ta­do final; aho­ra bien, lógicamente, tien­do a des­con­fiar de cual­quier organización que evi­te, de cual­quier mane­ra, pro­por­cio­nar­me ese resul­ta­do final.

La tentación del sexo es un poco más difícil de desentrañar y mucho más difícil de con­tro­lar. En gran medi­da, que alguien mani­pu­le a otro en la cama o en el altar, no es asun­to mío. Si una estre­lla de rock hace una música que me gus­ta, real­men­te no me impor­ta que pue­da estar meti­do en una ram­pan­te carre­ra sexual. Supo­nien­do que no ande vio­lan­do a sus grou­pies, el hecho de que se estén entre­gan­do libre­men­te por pla­cer y auto­es­ti­ma no sig­ni­fi­ca nece­sa­ria­men­te que no pue­da tocar rock and roll (muy al con­tra­rio, dirían algunos).

Las ver­da­des más exci­tan­tes e impac­tan­tes sobre mi ex-maes­tro espi­ri­tual se pue­den encon­trar al aven­tu­rar­se en su harén (un harén que, por supues­to, la mayoría de sus estu­dian­tes desconocían que estu­vie­ra manteniendo).Sin embar­go, lo que más me sor­pren­de es cuan­do, arma­dos de decen­cia, cla­ma­mos: «es repug­nan­te, ver­gon­zo­so, a ver, déjame ver esa ima­gen otra vez, ¡oh, qué vergüenza!» Y nadie se moles­ta en com­pren­der que esta­mos ali­men­tan­do la mis­ma mística sexual por la que supues­ta­men­te esta­mos tan conmocionados.

También es cier­to que hay hom­bres que son ver­da­de­ros y fie­les, éticos y que son real­men­te bue­nos padres. Se las arre­glan para ele­gir un camino hono­ra­ble, inclu­so si las muje­res que los rodean no se dan cuen­ta de sus esfuer­zos o, peor aún, los des­pre­cian por ser tan abu­rri­da­men­te abu­rri­dos. Para el sexo son nece­sa­rios dos, igual que para el tan­go. No pue­do dejar de pre­gun­tar­me cómo habría sido si las muje­res que Yogi Bha­jan se lle­va­ba a la cama no se hubie­ran ven­di­do por el gla­mour espi­ri­tual y la segu­ri­dad finan­cie­ra. Habla­ré de esto más tarde.

Pero como dije, era el poder lo que real­men­te esti­mu­la­ba la picazón de Yogi Bha­jan. Mos­tra­ba más interés por con­se­guir que una per­so­na pobre le die­ra el aho­rro de su vida, que el que una per­so­na rica le cedie­ra el diez o el vein­te por cien­to de su for­tu­na. Y de algu­na mane­ra, por extraño que parez­ca, eso hacía que él pare­cie­ra des­ape­ga­do y jus­to ante noso­tros. Del mis­mo modo, Yogi Bha­jan recha­zó cons­tan­te­men­te a famo­sos, como las estre­llas de cine, como estu­dian­tes. Pensábamos que esto se debía a que era humil­de, pero en reali­dad era por­que nun­ca qui­so tomar un sólo estu­dian­te que él no sin­tie­ra que podía con­tro­lar. Por supues­to, calcu­ló mal por­que muchos de noso­tros final­men­te fui­mos incon­tro­la­bles, pero duran­te vein­te años mani­pu­ló la situación y nues­tra psi­quis con maestría. En su apo­geo era un esta­fa­dor y mago real­men­te asombroso.

Magia Espe­cial

No hay duda de que los líderes de cul­to jue­gan con la nece­si­dad de sus estu­dian­tes de sen­tir­se espe­cia­les. La ironía, por supues­to, es que todos los huma­nos son muy espe­cia­les, pero lamen­ta­ble­men­te, pocos de noso­tros sobre­vi­vi­mos a la infan­cia sintiéndonos así. En mi cul­to nos vestíamos de mane­ra dife­ren­te a la cul­tu­ra que nos rodea­ba. Pero nos vestíamos igual que el de al lado. Así que duran­te vein­te años vagué como una refe­ren­cia extraña para las per­so­nas del mun­do. Algu­nas per­so­nas me tra­ta­ron como una mon­ja, otras como una idio­ta, otras me tra­ta­ron como un ser del espa­cio para ali­men­tar así su idio­sin­cra­sia, otras me con­si­de­ra­ron su ami­ga y vice­ver­sa, algu­nas per­so­nas fue­ron sim­ple­men­te ama­bles con­mi­go, pero otras no.

¿Y cómo era den­tro del cul­to, den­tro de los ash­rams? Como una olla a presión. Imagínate si pue­des, lo que era man­te­ner las comu­nas en fun­cio­na­mien­to duran­te los años seten­ta y ochen­ta. Expe­ri­men­tal­men­te, era como encon­trar­te casa­da con otras 20 o 40 per­so­nas. Y más ate­rra­dor aún, esos matri­mo­nios no eran pro­duc­to del amor, sino matri­mo­nios arre­gla­dos. En cir­cuns­tan­cias «nor­ma­les» es poco pro­ba­ble que algu­na de noso­tras haya teni­do una cita mucho menos dura­de­ra o haya hecho votos. Lo que teníamos en común era que la mayoría de noso­tros emer­gi­mos de la cul­tu­ra hip­pie de los sesen­ta y llevábamos el amor por la filosofía y el mis­ti­cis­mo de la India corrien­do por nues­tras venas. Todos queríamos apren­der a medi­tar y queríamos ser libe­ra­dos, y no sabíamos cómo hacer­lo, así que ora­mos mucho y con­fia­mos en que Yogi Bha­jan nos guiase.

A veces lle­ga­mos muy, muy alto. Estábamos conec­ta­dos con el yoga, la devoción, el can­to y el vege­ta­ria­nis­mo. Nos sentábamos per­fec­ta y pacíficamente en habi­ta­cio­nes blan­cas con cor­ti­nas trans­pa­ren­tes ondean­do sobre las ven­ta­nas, que se abrían para dejar entrar el sol de Cali­for­nia, la bri­sa y el soni­do de cam­pa­na­das al vien­to y el piar de los pájaros. Sabíamos cómo usar el incien­so a la perfección, y entre noso­tros había músicos que podían can­tar y tocar con tan­ta emoción como los ángeles. En esos momen­tos, ¿a quién le impor­ta­ba un líder en des­or­den que esta­ba hacien­do lo suyo en otro lugar?

Sin embar­go, todos noso­tros sentíamos la influen­cia de Yogi Bha­jan. Por ejem­plo, sólo había un tipo de música que era acep­ta­ble en mi cul­to. La música espi­ri­tual, nada de rock o cosas así, aun­que muchos de noso­tros nos escabullíamos y escuchábamos lo que podíamos. Una vez mi maes­tro nos dijo que era malo mas­ti­car cubi­tos de hie­lo. Eso me hizo sos­pe­char, por­que me encan­ta mas­ti­car cubi­tos de hie­lo. Me temo que también me gus­ta tomar baños calien­tes lar­gos y humean­tes. Yogi Bha­jan, cla­ro está, decía que tenía que ser agua fría. Eso fue acep­ta­ble por­que el agua fría es toni­fi­can­te, espe­cial­men­te a las 3:30 de la mañana, aun­que final­men­te comen­cé a dar­me cuen­ta de que hay cosas mucho peo­res que el agua caliente.

Yogi Bha­jan también nos dijo que las per­so­nas que aban­do­na­ron el cul­to, aque­llos her­ma­nos y her­ma­nas con los que habíamos esta­do con­vi­vien­do, esta­ban íntimamente locos. No podían man­te­ner­se a la altu­ra de la presión del camino espi­ri­tual, por lo que se habían ren­di­do. Ver­gon­zo­sa­men­te le creímos; al menos, al prin­ci­pio. Sin embar­go, el cul­to parecía seguir per­dien­do a las per­so­nas que más me agra­da­ban y en las que más con­fia­ba. Una mañana me di cuen­ta de una cosa, que res­pe­ta­ba a muchas de las per­so­nas que habían aban­do­na­do la organización más de lo que con­fia­ba en la pala­bra de mi maes­tro. Me que­dé un poco más de tiem­po para ver si podía poner en mar­cha algún tipo de movi­mien­to de refor­ma. Sin embar­go, pron­to tuve que acep­tar que era más bien una chi­ca católica ita­lia­na idea­lis­ta que inten­ta­ba echar a la mafia de los con­fi­nes de su dor­mi­to­rio rosa­do y blan­co, ubi­ca­do en el ala oes­te de una de las man­sio­nes menos usa­das del Padrino.

Así que me ren­dí y comen­cé una nue­va meditación, la meditación «¿Por qué me uní a un cul­to?» La prac­ti­qué con toda la dis­ci­pli­na que vein­te años de práctica espi­ri­tual rigu­ro­sa habían logra­do incul­car en mí. También entré en tera­pia for­mal para final­men­te lidiar con el gra­ve abu­so infan­til de mi pasa­do. Con el tiem­po, lle­gué a la conclusión de que me había uni­do a un cul­to por­que me pro­por­cio­na­ba la mis­ma sensación hogareña y fami­liar de abu­so que sigue laten­te, en secre­to, bajo el man­to de la pure­za. Era inevi­ta­ble, dados mis ante­ce­den­tes, que me atra­je­ran los hom­bres y las orga­ni­za­cio­nes abu­si­vas. Lo que aho­ra me pare­ce un mila­gro es que algu­na vez me sin­tie­ra atraída por un hom­bre bueno y ético como mi pare­ja, con quien pude desa­rro­llar con­fian­za y devoción en lo divino. Con todo, mis años en el ash­ram fue­ron tre­men­da­men­te curativos.

Aho­ra, cuan­do la gen­te me pre­gun­ta cómo era la vida de cul­to, les digo que fue como una tera­pia. Dema­sia­da tera­pia a veces, tera­pia difícil, no siem­pre una tera­pia exi­to­sa, pero la vida del ash­ram se parecía mucho a una terapia.

Yogi Bha­jan solía decir­nos que éramos espe­cia­les. Éramos per­so­nas que podían com­pro­me­ter­se y con­fiar en Dios, y éramos per­so­nas que podían man­te­ner una práctica espi­ri­tual estric­ta y difícil. Después de dejar el cul­to, vi que también habíamos sido espe­cia­les en cuan­to a que podíamos com­pro­me­ter­nos ser­vil­men­te y con­fiar en un charlatán muje­rie­go y en man­te­ner un nivel de negación casi increíble. Aho­ra me con­si­de­ro una de las per­so­nas ordi­na­rias más extra­or­di­na­rias o, a veces, una de las per­so­nas extra­or­di­na­rias más comu­nes. Y soy muy cons­cien­te de que no hay nada par­ti­cu­lar­men­te espe­cial en eso.

Magia Tea­tral

En mi cul­to creíamos que debíamos tener reve­ren­cia por el maes­tro. En el nivel más sim­ple, esto sig­ni­fi­ca­ba que no era apro­pia­do dis­cu­tir con Yogi Bha­jan o inclu­so cues­tio­nar­lo dema­sia­do. Sin embar­go, él no usa­ba la mis­ma moderación cuan­do tra­ta­ba con sus estu­dian­tes y, a veces, real­men­te parecía a pun­to de explo­tar. No entendíamos, por supues­to, que mien­tras escuchábamos a nues­tro maes­tro humi­llar a uno de nues­tros her­ma­nos o her­ma­nas en nues­tra pre­sen­cia, él también nos esta­ba con­tro­lan­do. Natu­ral­men­te, mien­tras lo contemplábamos, todos respirábamos ali­via­dos de que estu­vie­ra aver­gon­zan­do a otro, y tra­ba­ja­mos ardua­men­te para evi­tar cual­quier com­por­ta­mien­to que pudie­ra des­bor­dar su ira sobre nues­tras pro­pias cabe­zas. Sin embar­go, esta reve­ren­cia que debíamos man­te­ner para nues­tro maes­tro tenía rami­fi­ca­cio­nes más pro­fun­das que sim­ple­men­te man­te­ner­nos a raya. Fue esa construcción filosófica, o base de sopa mágica, bajo la cual Yogi Bha­jan pudo crear un rol muy gla­mu­ro­so para sí mis­mo den­tro de una recreación tea­tral rea­lis­ta muy glamurosa.

Tal como lle­ga­mos a enten­der­lo, el aca­ta­mien­to hacia un maes­tro espi­ri­tual se reducía a tres prin­ci­pios fundamentales:

– Teníamos que pro­te­ger a Yogi Bha­jan, con nues­tras vidas si fue­ra necesario.
– Teníamos que pro­veer para él.

– Teníamos que amar­lo con devoción.

Lle­van­do la vis­ta atrás, no era tan­to que pensáramos que Yogi Bha­jan estu­vie­ra inde­fen­so. De hecho, era un hom­bre gran­de y de constitución fuer­te. Más bien, nos hicie­ron creer que si un estu­dian­te de yoga o asal­tan­te loco lo ata­ca­ra, Yogi Bha­jan no tomaría nin­gu­na medi­da para defen­der­se. Por lo que un gru­po de hom­bres den­tro de nues­tra organización comen­zó a entre­nar­se como guar­da­es­pal­das, para ase­gu­rar­se de que nues­tro maes­tro no sufrie­ra daños físicos. Dudo seria­men­te que Yogi Bha­jan haya esta­do en peli­gro real de ata­que o ase­si­na­to. La fuer­za de segu­ri­dad que siem­pre lo rodea­ba tenía un propósito mucho más sim­ple: el del espectáculo.

Has­ta el día de hoy, cada vez que Yogi Bha­jan va a algu­na par­te, se nece­si­tan al menos tres coches (coches muy boni­tos y cos­to­sos). El coche del medio es el que él ocu­pa y los que están delan­te y detrás van lle­nos de guar­da­es­pal­das, arma­dos con pis­to­las, wal­kie-tal­kies y una gran dosis de machis­mo con­cen­tra­do en los ojos ace­ra­dos. Cual­quie­ra que vea a Yogi Bha­jan y su séquito cami­nan­do por un aero­puer­to enten­de­rá que es, cuan­to menos, un líder político extre­ma­da­men­te rico, famo­so y pode­ro­so de un país extran­je­ro, que está lle­gan­do o par­tien­do. Pue­de que no haya un hechi­zo mágico que le pro­por­cio­ne una ima­gen de pres­ti­gio más fuer­te que el aura visi­ble de su Ser­vi­cio Secre­to dedicado.

Con el paso de los años, Yogi Bha­jan, median­te la fabricación de posi­bles ame­na­zas ima­gi­na­rias hacia su per­so­na, ha man­te­ni­do a este gru­po de agen­tes de segu­ri­dad ocu­pa­dos, espian­do encu­bier­ta­men­te para él. La mayoría de ellos vigi­la­ba a los anti­guos estu­dian­tes que, según él, podían apa­re­cer en esce­na, y a los que a menu­do él ame­na­za­ba, o al menos envia­ba a sus mato­nes para ame­na­zar­los. El otro gru­po prin­ci­pal que él espia­ba era el de los estu­dian­tes que esta­ban todavía den­tro de su redil. Este tipo de inte­li­gen­cia le dio a Yogi Bha­jan información que, cuan­do se pre­sen­ta­ba el momen­to ade­cua­do, en el con­tex­to correc­to, refor­zoa­ba la ilusión de que poseía pode­res psíquicos sor­pren­den­tes. Todo su círculo interno, no sólo sus guar­da­es­pal­das, pro­por­cionó a Yogi Bha­jan chis­mes íntimos, aun­que él apa­ren­ta­se estar desin­te­re­sa­do y emo­cio­nal­men­te neu­tral res­pec­to de los con­flic­tos en cons­tan­te ebullición que tenían lugar a su alrededor.

En ese sen­ti­do, me dicen que una de las mejo­res actua­cio­nes que Yogi Bha­jan per­tre­chó en una ocasión fue duran­te una reunión del con­se­jo. Nues­tra organización tenía un cuer­po legis­la­ti­vo simu­la­do, que a veces hacía que el cul­to pare­cie­ra casi democrático. Por supues­to, las per­so­nas en este con­se­jo fue­ron desig­na­das por Yogi Bha­jan en lugar de ser ele­gi­das, y el con­se­jo no tenía abso­lu­ta­men­te ningún poder, pero aun así se reunía dos veces al año y se con­si­de­ra­ba un gran honor for­mar par­te de eso. ¡Nadie se que­jó de que hubie­ra que pagar una tari­fa mone­ta­ria por tal honor tam­po­co! En fin, el caso es que, muy de vez en cuan­do, cier­tos miem­bros de este cuer­po de élite se eno­ja­ban y enton­ces comen­za­ban a hacer­le pre­gun­tas difíciles a Yogi Bhajan.

En ese día en par­ti­cu­lar, se le pre­gun­tó a Yogi Bha­jan por qué el con­se­jo no tenía per­mi­ti­do ver cuánto dine­ro se recibía de las dona­cio­nes y cómo se esta­ba emplean­do. Me cuen­tan que Yogi Bha­jan des­ple­gó con maestría una his­to­ria de pate­tis­mo y dolor, hacien­do que muchas per­so­nas llo­ra­ran en la sala, mien­tras expli­ca­ba que la razón por la que no le decía al con­se­jo la ver­da­de­ra situación finan­cie­ra de la organización fue por­que las dona­cio­nes eran muy pequeñas y se aver­gon­za­ba de per­mi­tir que cual­quie­ra vie­ra lo mala­men­te que sobrevivía la organización. Por reve­ren­cia y compasión por su maes­tro espi­ri­tual, el con­se­jo se reti­ró y se com­pro­me­tió a recau­dar más fondos.

Hace poco, Yogi Bha­jan anun­ció que actual­men­te él posee entre 50 y 60 millo­nes de dólares. Des­afor­tu­na­da­men­te, cuan­do tra­tas con magos, en el momen­to en que te das cuen­ta de ver un poco de mano en el tru­co, ya has sido com­ple­ta­men­te engañado. En gene­ral, Yogi Bha­jan fue un esta­fa­dor bas­tan­te exitoso.

Al igual que la con­fian­za, apren­dí de la mane­ra más difícil que la reve­ren­cia no nece­si­ta ser fabri­ca­da den­tro de mí. La reve­ren­cia también sur­ge en la relación y es una expresión natu­ral y her­mo­sa de mi sin­ce­ro res­pe­to y amor por el otro. Es una rara emoción sen­tir eso hacia uno mis­mo o hacia otro ser humano y, como el amor ver­da­de­ro, vale la pena que se haga esperar.

Magia de Género

Un hom­bre pue­de ser un buen gui­ta­rris­ta, pero no es una estre­lla de rock famo­sa has­ta que las muje­res se ena­mo­ran de él. De la mis­ma mane­ra, un líder de cul­to como Yogi Bha­jan no pue­de lle­var a cabo su esta­fa a menos que con­quis­te la devoción y adoración de las muje­res que lo rodean. Nor­mal­men­te, por así decir, todos los magos de magia negra son también gigolós.

Más que cual­quier otro hom­bre con el que me haya topa­do has­ta el momen­to, Yogi Bha­jan enten­dió el poder de las muje­res. Él sabía y era capaz de mos­trar­nos cómo los hom­bres, en última ins­tan­cia, actúan ante un público feme­nino. También vio cla­ra­men­te y nos hizo ver, que los hom­bres tra­di­cio­nal­men­te no estarían tan deses­pe­ra­dos por con­tro­lar y repri­mir a las muje­res a menos que no temie­ran el poder inna­to de una mujer sobre ellas.

La mayoría de los líderes de cul­to, sena­do­res, hom­bres de nego­cios y estre­llas de rock pare­cen con­ten­tar­se con apro­ve­char­se de las grou­pies más bien inse­gu­ras e inma­du­ras, que revo­lo­tean alre­de­dor de cual­quier hom­bre que pue­da obte­ner un poco de rique­za o poder. Eso, sin embar­go, era un jue­go dema­sia­do sim­ple para Yogi Bha­jan. Debi­do a que sabía que las muje­res eran su fuen­te de poder, su obje­ti­vo con­sis­tía pri­me­ro en des­per­tar en ellas ese poder y ENTON­CES ver si él podía con­tro­lar­las. Por favor, ni por un momen­to ima­gi­nes que las muje­res den­tro de mi cul­to eran zom­bis sumi­sos y sin vida. Por el con­tra­rio, a lo lar­go de los años, la mayoría de noso­tras desa­rro­lló ese aura de con­fian­za que sólo las muje­res que real­men­te entien­den y se sien­ten cómodas con su poder pue­den des­ple­gar. Ese poder que com­par­ti­mos con nues­tras her­ma­nas por gra­ti­tud y devoción, lo entre­ga­mos libre­men­te a Yogi Bhajan.

Una mujer no está ver­da­de­ra­men­te conec­ta­da con su poder a menos que pue­da mirar a cual­quier hom­bre del mun­do a los ojos y decir­le: «No nece­si­to que me ames, no nece­si­to que me pro­te­jas y no te nece­si­to para pro­veer­me». Ten en cuen­ta que después de que una mujer alcan­ce ese nivel de con­fian­za y segu­ri­dad en sí mis­ma, es per­fec­ta­men­te natu­ral que se dé la vuel­ta y diga tam­bién a los hom­bres de su círculo: «Pero muchas gra­cias por amar­me tan bien, gra­cias por estar tan dis­pues­to a pro­te­ger­me y gra­cias por pro­veer­me de tan­tas cosas”. Pero sea­mos sin­ce­ras, pocas muje­res lle­gan al pri­mer paso. De hecho, la mayoría de las muje­res están deses­pe­ra­das por encon­trar un hom­bre que las cui­de, y así es como pode­mos ser con­tro­la­das, explo­ta­das y engañadas tan fácilmente. No hay nada extraño en ello, de hecho es mucho más inusual para mí que haya hom­bres que no se apro­ve­chan de esta debi­li­dad en las mujeres.

Yogi Bha­jan pro­por­cionó una estruc­tu­ra para que las muje­res de mi cul­to sana­ran esta inse­gu­ri­dad fun­da­men­tal den­tro de ellas. Por ejem­plo, duran­te seis sema­nas, cada verano, las muje­res de mi cul­to deja­ban los niños a car­go de los espo­sos y nos íbamos al cam­pa­men­to. Allí tuvi­mos la opor­tu­ni­dad de explo­rar nues­tros poten­cia­les, libres de los roles, a menu­do absor­ben­tes y ago­ta­do­res, de la madre y la espo­sa. Duran­te esas seis sema­nas crecíamos fuer­tes y con­fia­das den­tro de una comu­ni­dad de muje­res, y a dife­ren­cia de nues­tras vidas nor­ma­les, en el cam­pa­men­to sólo había un hom­bre que nos con­du­cía, y ése, por supues­to, era Yogi Bhajan.

El obje­ti­vo de Yogi Bha­jan era que las muje­res de su cul­to fue­ran inde­pen­dien­tes de todos los hom­bres, pero no de él. Por lo que, si nos veíamos obli­ga­das a ele­gir entre nues­tros espo­sos y el cul­to, la mayoría de noso­tras sentíamos que éramos lo sufi­cien­te­men­te fuer­tes como para ele­gir el cul­to, pues creíamos fir­me­men­te que era la elección jus­ta. Aun­que en la actua­li­dad muy pocas de noso­tras éramos ya aman­tes de Yogi Bha­jan (él nun­ca se acos­ta­ba con las muje­res casa­das, ni tam­po­co con su pro­pia espo­sa), nues­tros espo­sos siem­pre esta­ban en una com­pe­ten­cia sutil o no tan sutil con Yogi Bha­jan debi­do a nues­tra leal­tad, apo­yo y poder. Creo que el mayor logro de Yogi Bha­jan fue su capa­ci­dad para atraer, sin tocar­nos nun­ca, a las espo­sas de los hom­bres que eran sus estu­dian­tes. Fue su hábil con­trol y empo­de­ra­mien­to de las muje­res lo que ase­gu­ró su posición como macho domi­nan­te en la tro­pa de babui­nos que era nues­tro culto.

Como mujer, debo admi­tir que la com­pe­ten­cia que Yogi Bha­jan orga­ni­zó entre los hom­bres de la organización no fue, en todos los casos, algo nega­ti­vo. Ya que creíamos que él era puro y tenía una intención jus­ta, las muje­res esperábamos que nues­tros espo­sos fue­ran seres éticos, des­ape­ga­dos y magníficos, y muchos de ellos resul­ta­ron ser sólo eso y más. No hace fal­ta agre­gar que nin­guno de estos hom­bres ver­da­de­ra­men­te supe­rio­res han sido estu­dian­tes de Yogi Bhajan.

Yogi Bha­jan también ter­minó entre­nan­do a un gru­po de hom­bres a su alre­de­dor para ser esta­fa­do­res como él mis­mo. Sin embar­go, un par de estos tipos fue­ron arres­ta­dos por esta­fas de tele­mar­ke­ting y tráfico de armas y dro­gas. Lamen­ta­ble­men­te, un gran número de hom­bres del corri­llo de Yogi Bha­jan sim­ple­men­te se redu­jo a impo­ten­tes cere­bra­les y fra­ca­sa­dos. Estos hom­bres han ten­di­do a que­dar­se con él, para traer­le su periódico matu­tino y ser patea­dos cuan­do está abu­rri­do y frus­tra­do, pues aho­ra que los mejo­res y más fecun­dos estu­dian­tes de Yogi Bha­jan lo han aban­do­na­do, a menu­do está abu­rri­do y frustrado.

Magia Sexual

Yogi Bha­jan decía que era un maes­tro del yoga tántrico, pero en reali­dad no era más que un maes­tro del sexo. Den­tro de la tradición tántrica de la India y el Tíbet, se dice que la energía sexual es, de algún modo, la mis­ma sus­tan­cia que la energía espi­ri­tual. Por lo que se inci­tó a los estu­dian­tes de Yogi Bha­jan a casar­se y explo­rar esta energía den­tro de los límites de las rela­cio­nes monógamas. El sexo extra­ma­tri­mo­nial y el sexo pre­ma­tri­mo­nial fue­ron tabú den­tro de nues­tro cul­to. Cuan­do se suce­die­ron los empa­re­ja­mien­tos arre­gla­dos, toda la comu­ni­dad se sin­tió pro­fun­da­men­te con­mo­cio­na­da y extra­ña­men­te entu­sias­ma­da. Si el harén de Yogi Bha­jan algu­na vez hubie­ra sali­do a la luz con el paso del tiem­po, el cul­to habría explo­ta­do y des­apa­re­ci­do instantáneamente. Tal es el poder del sexo. Nin­gu­na otra mala con­duc­ta de Yogi Bha­jan fue tan ame­na­zan­te para su posición y esti­lo de vida como sus acti­vi­da­des sexua­les. El mayor desafío de Yogi Bha­jan, por tan­to, no era sólo lle­var­se a muje­res supues­ta­men­te com­pro­me­ti­das espi­ri­tual­men­te a su cama (lo cual no era tan difícil), sino man­te­ner­las en silen­cio por más de vein­te años. ¡Y eso sí que requie­re de una magia superior!

Yogi Bha­jan man­tu­vo sus asun­tos en secre­to del cul­to en gene­ral, ocultándolos a la intem­pe­rie, bajo nues­tras nari­ces. De hecho, del mis­mo modo ocul­ta­ba todas sus acti­vi­da­des injus­tas. Él siem­pre nos decía que era un ladrón y que no era de fiar, pero a la luz de todas las fantásticas crea­cio­nes de yoga y medi­ta­cio­nes que nos esta­ba enseñando, sim­ple­men­te no le creíamos. En cuan­to al sexo, era par­te de la mitología que se arre­mo­li­na­ba a su alre­de­dor, el que se dije­ra que Yogi Bha­jan nece­si­ta­ba de muy poco sueño. Por lo que, de algu­na mane­ra, no nos parecía extraño que se ence­rra­ra en una habitación cada noche con una de sus muchas «secre­ta­rias». Después de todo, ¿quién sabía cuándo querría dar un poco de dictado?

Una vez, cuan­do Yogi Bha­jan visi­ta­ba uno de los ash­rams en los que vivía, me des­per­té en mitad de la noche ama­man­tan­do a mi bebé recién naci­do. Jus­to enci­ma de mi cabe­za, en el dor­mi­to­rio de Yogi Bha­jan, que esta­ba sobre el mío, cla­ra­men­te escu­cha­ba los soni­dos incon­fun­di­bles de la respiración agi­ta­da del coi­to gol­pean­do con­tra la cama, pero inter­pre­té que los soni­dos sig­ni­fi­ca­ban que Yogi Bha­jan estaría rea­li­zan­do una manio­bra de yoga exte­nuan­te. En ese ins­tan­te, las impli­ca­cio­nes de lo que esta­ba escu­chan­do eran dema­sia­do inten­sas y devas­ta­do­ras para que las razo­na­ra, por lo que mi men­te sim­ple­men­te se nubló.

Las for­mas en que Yogi Bha­jan con­tro­la­ba a sus aman­tes eran las mis­mas for­mas tra­di­cio­na­les en que los hom­bres han inten­ta­do con­tro­lar a las muje­res a lo lar­go de la his­to­ria. Mien­tras cumplían con sus roles con devoción, las muje­res de Yogi Bha­jan obtu­vie­ron una gran can­ti­dad de esta­tus, poder político den­tro de la organización, segu­ri­dad finan­cie­ra y muchas joyas fantásticas. Sin embar­go, si se salían del redil, eran aver­gon­za­das y sus sis­te­mas de sopor­te vital se veían al ins­tan­te ame­na­za­dos. En el nivel más mun­dano, todas las secre­ta­rias de Yogi Bha­jan fir­ma­ron con­tra­tos de con­fi­den­cia­li­dad antes de tomar sus tra­ba­jos y, si aban­do­na­ban la comu­ni­dad, sabían que esta­ban en peli­gro poten­cial ante sus mato­nes, en el caso de que se les ocu­rrie­ra «derra­mar los fri­jo­les», como se sue­le decir. Pero en reali­dad a la mayoría de las muje­res de Yogi Bha­jan les encan­ta­ba for­mar par­te de la élite, el círculo íntimo que conocía todos los secre­tos pode­ro­sos que noso­tros, los estu­dian­tes más estúpidos, no habríamos enten­di­do o podríamos ser capa­ces de manejar.

Además de todos estos métodos nor­ma­les de coerción, Yogi Bha­jan era un maes­tro en man­te­ner a quie­nes lo rodea­ban com­ple­ta­men­te estre­sa­dos y ocu­pa­dos tra­tan­do con una cri­sis fabri­ca­da tras otra. Las muje­res de Yogi Bha­jan, así como los hom­bres en el círculo interno, nun­ca supie­ron cuándo su ira podría caer sobre sus cabe­zas sin nin­gu­na razón en abso­lu­to. El hecho de que el con­te­ni­do de las sesio­nes de humillación pública de Yogi Bha­jan por lo gene­ral se cen­tra­ra en pro­ble­mas psicológicos pro­fun­dos, reales o inven­ta­dos de sus víctimas, hizo de su círculo íntimo un gru­po bas­tan­te deses­pe­ra­do de com­pla­cien­tes sir­vien­tes. No hace fal­ta agre­gar que sus secre­ta­rias también eran extre­ma­da­men­te com­pe­ti­ti­vas entre sí, y, a dife­ren­cia de las muje­res del res­to del cul­to, no se lle­va­ban bien con otras de su sexo.

Es ridículo pen­sar que Yogi Bha­jan tuvie­ra algún súper poder sexual, pero sabía cómo pre­pa­rar una o dos pocio­nes de amor mágicas. La mayoría de las muje­res que lo rodea­ban, real­men­te creían que enca­mar­se con el gran Yogi tántrico era una opor­tu­ni­dad para su avan­ce espi­ri­tual, así como una opor­tu­ni­dad para depri­mir­se y enfan­gar­se. Hacien­do una bue­na con­je­tu­ra a par­tir del estu­dio cer­cano de sus enseñanzas sobre el sexo, pre­su­mo que, en la mayoría de casos, él mantenía rela­cio­nes sexua­les con una secre­ta­ria deter­mi­na­da una vez al mes. Se alen­tó a las muje­res que lo rodea­ban a que se acer­ca­ran a este apa­rea­mien­to de mane­ra alta­men­te ritua­li­za­da, preparándose cui­da­do­sa­men­te física y espi­ri­tual­men­te para el gran even­to. Este tipo de anticipación sexual com­bi­na­da con una creen­cia en el falo cósmico de su maes­tro, ase­gu­ró casi automáticamente que Yogi Bha­jan man­tu­vie­ra su ima­gen de mago sexual, sin impor­tar cuán egoísta y fal­so fue­ra, en reali­dad, su acto de amor. Inclu­so, por supues­to, si sus muje­res no ter­mi­na­ran pal­pi­tan­do de orgas­mos, es muy pro­ba­ble que Yogi Bha­jan hubie­ra con­si­de­ra­do que eso era cul­pa de las muje­res. ¡Obvia­men­te no habían medi­ta­do lo sufi­cien­te­men­te bien antes de meter­se en su cama!

A través de los años, algu­nas de las muje­res de Yogi Bha­jan habla­ron. Dos de sus ante­rio­res secre­ta­rias en reali­dad lo abo­fe­tea­ron con una deman­da por abu­so sexual y frau­de después de aban­do­nar el cul­to. El caso se resol­vió fue­ra de los tri­bu­na­les y las muje­res se mar­cha­ron un poco más ricas. A los estu­dian­tes que estábamos todavía en el cul­to, nos dije­ron que estas muje­res eran psicóticas y que el juez había des­es­ti­ma­do el caso por­que era com­ple­ta­men­te absur­do. No hace fal­ta añadir que eso es lo que creímos. No lamen­to nada comu­ni­car que sos­pe­cho seria­men­te que haya una o dos de las ex-aman­tes de Yogi Bha­jan que lo han esta­do chan­ta­jean­do. Tal es el poder del sexo.

Magia Paradójica

Dada la opción de morir una muer­te sig­ni­fi­ca­ti­va o vivir una vida sin sen­ti­do, los seres huma­nos elegirán la muer­te sig­ni­fi­ca­ti­va casi siem­pre. Afor­tu­na­da­men­te, Yogi Bha­jan nun­ca pidió a los miem­bros de mi comu­ni­dad que die­ran sus vidas por sus creen­cias, pero si nos hubie­ran pre­gun­ta­do, muchos de noso­tros habríamos muer­to heroi­ca­men­te. La gen­te en el exte­rior se habría sor­pren­di­do y horro­ri­za­do por esto, por supues­to. Igual­men­te, cuan­do era ado­les­cen­te, me horro­ri­za­ba que los jóvenes pudie­ran morir en Viet­nam defen­dien­do nues­tra nación cuan­do nues­tro gobierno nos esta­ba min­tien­do con tan­ta cla­ri­dad. Es uno de los atri­bu­tos más mara­vi­llo­sos y mágicos del espíritu humano, el de crear uni­ver­sos filosóficos car­ga­dos de sig­ni­fi­ca­do para lue­go morir volun­ta­ria­men­te por defenderlos.

Que yo sepa, sólo hay una tradición filosófica en el mun­do que real­men­te acep­te sin temor la posi­bi­li­dad de que la vida sea alea­to­ria y caren­te de sen­ti­do. La tradición budis­ta zen. Los exis­ten­cia­lis­tas, con bas­tan­te valentía, pare­cen pen­sar que es sig­ni­fi­ca­ti­vo que la vida sea alea­to­ria y fal­ta de sentido.

Para el res­to de noso­tros, cons­cien­te e incons­cien­te­men­te, es un dar­le vuel­tas crean­do sig­ni­fi­ca­dos todo el tiem­po. Las man­chas en nues­tros pla­tos sig­ni­fi­can que nece­si­ta­mos usar Cas­ca­de [un lavav­ji­llas nor­te­ame­ri­cano] y cuan­do Urano está en conjunción con Nep­tuno, quie­re decir que la Nue­va Era está al caer. Los científicos desa­rro­llan expe­ri­men­tos y crean sig­ni­fi­ca­dos medi­bles, repe­ti­bles y com­pro­ba­bles. Una bue­na revisión en el tra­ba­jo pue­de sig­ni­fi­car que usted es un buen tra­ba­ja­dor y una bue­na per­so­na, o quizás sig­ni­fi­ca que es un fal­so lamecu­los. Que­dar­se cal­vo, engor­dar o desa­rro­llar arru­gas sig­ni­fi­ca que ya no eres sexy y el hecho de vivir en un país don­de todos pue­den com­prar un tele­vi­sor sig­ni­fi­ca que vives en el mejor y más pode­ro­so país del mun­do. Los símbolos lle­nos de sig­ni­fi­ca­do giran a nues­tro alre­de­dor todo el tiem­po y la mayoría de las per­so­nas nun­ca cues­tio­nan cómo se coci­nan esos símbolos y por qué. Sólo toma­mos la sopa.

Las per­so­nas que se unen a los cul­tos espi­ri­tua­les gene­ral­men­te inten­tan recha­zar la coci­na de símbolos de los magos comer­cia­les, de entre­te­ni­mien­to y política esta­ble­ci­dos, y tra­tan de crear sig­ni­fi­ca­dos y valo­res por sí mis­mos a través de los sis­te­mas reli­gio­sos y la fe en Dios. Esto es, por definición, una meta vir­tuo­sa, pero pue­de que no haya nada más enve­ne­na­do y mor­tal que coci­nar el símbolo de Dios en nues­tras sopas mágicas. Hay un dicho yóguico que reza: «lo mejor y lo peor siem­pre se hace en nom­bre de Dios». Yogi Bha­jan me enseñó ese dicho.

Cuan­do entre­ga­mos nues­tras vidas a la volun­tad de Dios (o a nues­tros «Seres Ver­da­de­ros») nos esta­mos abrien­do a la posi­bi­li­dad de que nues­tras vidas ten­gan un sig­ni­fi­ca­do más ele­va­do o más pro­fun­do que los diver­sos ele­men­tos del ego que haya­mos pues­to sobre noso­tros mis­mos, pro­yec­ta­dos en todo lo que nos rodea. Prácticamente en todos los dife­ren­tes sis­te­mas reli­gio­sos, filosóficos y mitológicos, esta rendición es vis­ta como una expe­rien­cia de muer­te y rena­ci­mien­to y, apa­ren­te­men­te, es una pie­dra de toque uni­ver­sal para los huma­nos a través de los siglos.

Por tan­to, tal vez no haya una mayor revelación posi­ble que ren­dir tu vida a Dios y que Dios pon­ga un esta­fa­dor en tu camino. La conclusión obvia es que no hay un Dios ahí fue­ra o, si lo hay, es un niño des­agra­da­ble que aplas­ta con sus pata­das a los insec­tos de alrededor.

Pero si pue­des ima­gi­nar a Dios como ese niño, enton­ces también pue­des ima­gi­nar­te a Dios como la madre amo­ro­sa de ese niño, que cariñosamente le enseña a amar y res­pe­tar la vida, o como el padre de ese niño, que lo guía y jue­ga con él y esta­ble­ce límites para él y nun­ca lo avergüenza. Lo que quie­re decir, por supues­to, que Dios es mucho más que nues­tras diver­sas imágenes y símbolos, sean estos nega­ti­vos o posi­ti­vos. Y, apa­ren­te­men­te, es pri­mor­dial para la volun­tad que enfren­te­mos y triun­fe­mos sobre todos nues­tros temo­res, inclu­so nues­tro temor a Dios y nues­tro temor opues­to de que no haya ningún Dios.

Cuan­do bus­cas, por supues­to, encuen­tras a Dios en todas par­tes. ¿Cuántas víctimas hallan a Dios fren­te a sus tor­tu­ra­do­res y cuántos tor­tu­ra­do­res ven a Dios fren­te a sus víctimas? Mira el dolor lo sufi­cien­te y podrás encon­trar el cora­je y la gra­cia para cam­biar. Si tuvie­ra que defi­nir a Dios, lo cual obvia­men­te es impo­si­ble, diría que Dios es ese valor, esa gra­cia. Esta capa­ci­dad de enfren­tar todos nues­tros mie­dos, nues­tro mie­do a la muer­te, nues­tro mie­do al dolor, nues­tro mie­do a la locu­ra, nues­tro mie­do a la evasión y la sole­dad e inclu­so nues­tro temor de que Dios sea sólo otro hom­bre (o mujer) abu­si­vo y la vida sea, en gene­ral, un chis­te malo y sin sen­ti­do. En la actua­li­dad, la mayoría de estos temo­res son todavía dema­sia­do dolo­ro­sos y ate­rra­do­res para que la mayoría de noso­tros los con­tem­ple­mos hones­ta­men­te. Así que nos reti­ra­mos a la nie­bla de la negación antes de lle­gar al lugar correcto.

Me acuer­do de tan­tas muje­res que pasan por horas de esfuer­zo en el par­to, sin dro­gas, y cuan­do el dolor se les hace dema­sia­do difícil de mane­jar, acep­tan la inyec­ción. Sin embar­go, si hubie­ran per­ma­ne­ci­do cons­cien­tes un ins­tan­te más, todo se habría trans­for­ma­do por­que esta­ban en transición y jus­to detrás del dolor más cruel vie­ne la dilatación com­ple­ta. Hay una ver­da­de­ra feli­ci­dad en la ple­na aper­tu­ra. Lue­go, por supues­to, si estás des­pier­ta, no ador­me­ci­da ni dro­ga­da, pue­des pre­sio­nar con efi­ca­cia para, final­men­te, mirar el ros­tro ori­gi­nal de Dios, todo lo nue­vo y lo vie­jo a medi­da que lo das a luz entre tus bra­zos. Ese es el momen­to en que te enamoras.

Final­men­te, todos esos años de medi­tar y poner mi fe en Yogi Bha­jan me enseñaron que Dios, al menos, no es sim­ple­men­te un símbolo. Más bien, Dios es el sig­ni­fi­ca­do y la fal­ta de sig­ni­fi­ca­do detrás de todos los símbolos. Aho­ra sé que Dios está den­tro de todos mis sen­ti­mien­tos, tan­to de dolor como de alegría, y que Dios flu­ye a través de mis pen­sa­mien­tos en for­ma de para­do­jas infi­ni­tas que me ator­men­tan, mis­ti­fi­can y sor­pren­den. Una de esas para­do­jas es la con­cien­cia de que, aun­que Yogi Bha­jan sin duda fue el peor maes­tro espi­ri­tual que alguien pue­da ima­gi­nar, a la pos­tre fue el mejor para mí. Después de todo, fue en el pro­ce­so de lidiar con él que final­men­te apren­dí a mirar hacia aden­tro y a acce­der a mis pro­pios sis­te­mas de sig­ni­fi­ca­dos y orientación. Y fue ante su corrupción que encon­tré el cora­je para con­fiar en mis ins­tin­tos y poder nom­brar a una rata cuan­do la veo, pero de una mane­ra amis­to­sa y sere­na. Por­que, sea­mos hones­tos aquí, y admi­ta­mos que todos damos vuel­tas y más vuel­tas y cae­mos en la tentación muchas veces y, por supues­to, pro­ba­ble­men­te lo arrui­ne­mos todo una o dos veces antes de hacer­lo bien. La vida es para apren­der y para dis­fru­tar después de todo.

En este ins­tan­te, vein­te años de vida de cul­to no pare­cen tan­to tiem­po para des­cu­brir el valor del cues­tio­na­mien­to, la exploración y la autoexpresión. Si tú eres capaz de apren­der cómo mirar hacia aden­tro y vol­ver a sen­tir más fácilmente, más rápido que yo, mis ben­di­cio­nes para ti, me rego­ci­jo en tu cora­je y en tu capa­ci­dad de amar.

Per­dien­do la Magia

Es curio­so que un número inusual­men­te gran­de de muje­res en mi cul­to fue­ran víctimas de abu­so sexual cuan­do eran niñas. Esto expli­ca muy íntimamente por qué fue tan difícil y psicológicamente devas­ta­dor que muchas de noso­tras admitiéramos que nues­tro maes­tro era un esta­fa­dor más. Cier­ta­men­te, para mí, la para­do­ja de los hom­bres que me aman mien­tras abu­san de mí fue un secre­to fun­da­men­tal, un obstáculo y el terror de mi psi­que que final­men­te tuvie­ron que ser recor­da­dos y con­fron­ta­dos. Si yo, de niña, algu­na vez hubie­ra comu­ni­ca­do al mun­do que mi ama­ble y sabio y res­pe­ta­do padre de la uni­ver­si­dad me esta­ba obli­gan­do a tener rela­cio­nes sexua­les con él, no me hubie­ran creído. Inclu­so has­ta el día de hoy, algu­nos miem­bros de mi fami­lia siguen sin creer­me ni por supues­to nadie del anti­guo círculo de mi padre, que ya falle­ció. Más loco aún es el hecho de que nun­ca hubie­ra que­ri­do hacer daño a mi padre, por­que lo ama­ba con la pasión ino­cen­te de una niña pequeña. Él era mi sus­ten­to y el corazón de mi alma.

De mane­ra muy simi­lar, Yogi Bha­jan cum­plió un papel para mí, y para otros, de un padre tras­cen­den­te. Él nos dio un sabor de Dios en for­ma de varias expe­rien­cias espi­ri­tua­les y nos hizo sen­tir segu­ros y ama­dos. En el con­tex­to del cul­to, cual­quier inten­to de señalar que el maes­tro esta­ba, de hecho, hacien­do un espectáculo ver­gon­zo­so a nues­tras espal­das, sim­ple­men­te no habría sido creído. Arries­gar­se inclu­so con­si­de­ran­do tal posi­bi­li­dad era invi­tar a la vergüenza y al cinis­mo a estre­llar­se con­tra nues­tras vidas, negan­do toda la magia y la espe­ran­za a la que real­men­te habíamos logra­do acce­der a través del poder de nues­tra práctica espi­ri­tual personal.

En cuan­to a los hom­bres, se unie­ron al cul­to por­que también tenían ante­ce­den­tes abu­si­vos, o por­que seguían a sus muje­res o por­que creían y espe­ra­ban poder evi­tar o tras­cen­der las dro­gas, el sexo y los chan­chu­llos de poder que los aco­sa­ban en el exte­rior. Para la mayoría de los hom­bres, era un poco de los tres casos. Sin embar­go, algu­nos de ellos se unie­ron al cul­to por­que Yogi Bha­jan los con­vir­tió en sapos para su pequeño estan­que. Muchos de estos tipos aban­do­na­ron el cul­to duran­te los pri­me­ros años, cuan­do se can­sa­ron de ser menos que el macho alfa en la cua­dri­lla del cul­to. Aun­que por des­gra­cia, algu­nos de estos imbéciles han per­ma­ne­ci­do has­ta el día de hoy.

Al final, hubo tres cosas que me die­ron el apo­yo y el poder nece­sa­rios para salir de la comu­ni­dad. La pri­me­ra fue la con­fian­za expe­rien­cial que había desa­rro­lla­do en mi pro­pia capa­ci­dad para sanar. A lo lar­go de todas esas horas de introversión, inte­rrum­pi­da por los con­flic­tos inter­per­so­na­les inhe­ren­tes a la vida gru­pal, poco a poco fui desa­rro­llan­do un enten­di­mien­to de mí mis­ma, de los demás y algo de auto­es­ti­ma. El segun­do fue la irónica y agri­dul­ce con­cien­cia de que, aun­que Yogi Bha­jan no había podi­do resis­tir las ten­ta­cio­nes del ape­go a las rique­zas, el sexo y el poder, muchos de sus estu­dian­tes, ton­tos y engañados, en reali­dad habían logra­do desa­rro­llar una inte­gri­dad pro­ba­da y ver­da­de­ra, por no men­cio­nar el cora­je. Eso demos­tró ser muy ins­pi­ra­dor para mí, real­men­te muy ins­pi­ra­dor. Y final­men­te, en algún momen­to duran­te esos vein­te años de medi­tar en mi cere­bro, con­fié en la Divi­ni­dad. Esta ya no era una fe ton­ta y deses­pe­ra­da que creía que, si de algu­na mane­ra hicie­ra las cosas correc­tas, Dios haría mi vida más fácil y segu­ra. Más bien, fue una fe que des­cu­brió que, aun­que la vida es la expe­rien­cia más desa­fian­te y dolo­ro­sa que se pue­da ima­gi­nar, está den­tro de la facul­tad huma­na, den­tro de mi pro­pia capa­ci­dad, atra­ve­sar el fue­go de la vida con un corazón abier­to, valien­te y vul­ne­ra­ble, y con un corazón com­pa­si­vo y espíritu alegre.

A través de los ojos de esa fe, me des­per­té al hecho de que había magia a mi alre­de­dor, con millo­nes de per­so­nas humil­des y labo­rio­sas que dia­ria­men­te se dedi­can a crear fami­lias amo­ro­sas y a hacer una obra hones­ta y de alta cali­dad. Muchas de estas gran­des almas son lo sufi­cien­te­men­te intrépidas como para que, si es nece­sa­rio, se arries­guen con faci­li­dad y gra­cia, o inclu­so mue­ran, para pro­te­ger a otros de cual­quier daño. A la luz de este tipo de magia, es difícil para mí hacer mucho más que levan­tar una ceja escéptica y reso­plar ante los diver­sos líderes de cul­to ham­brien­tos, codi­cio­sos e inse­gu­ros que pade­cen ham­bre y que nos siguen abu­rrien­do año tras año con el mis­mo nume­ri­to lleno de estafas.

Yogi Bha­jan es vie­jo aho­ra y todos sus mejo­res alum­nos se han ido. Debi­do a la medicación que se ve obli­ga­do a tomar para su afección cardíaca, ya no pue­de mane­jar su falo mágico y vive rodea­do de dispu­tas y exi­gen­tes muje­res e indo­len­tes hom­bres. En resu­men, se que­da con un montón de dine­ro, abu­rri­mien­to crónico, extre­ma sole­dad y recuer­dos de días más gran­dio­sos. Lo sien­to por él, lo que, des­de lue­go, des­de su pers­pec­ti­va es el peor insul­to que podría haber­le hecho. Sin embar­go, así es exac­ta­men­te como me sien­to. Me com­pa­dez­co y lo amo des­de el fon­do de mi corazón.

Maes­tros

Uno de los raros pero fas­ci­nan­tes cam­bios psicológicos que la vida en un ash­ram nos depa­ró a mí y a muchos otros, es que lle­ga­mos a valo­rar nues­tro mun­do inte­rior tan­to o a veces más que el mun­do exte­rior. Este pro­ce­so real­men­te comen­zó para mí años antes de adhe­rir­me al cul­to. La pri­me­ra vez que, sien­do una joven hip­pie ado­les­cen­te, tomé LSD, fue el día que apren­dí que hay muchos, muchos esta­dos dife­ren­tes de con­cien­cia, y me com­pro­me­tí a explo­rar mis pro­pias capa­ci­da­des inter­nas mis­te­rio­sas como ser humano. Poco después, comen­cé a escri­bir y estu­diar mis sueños, a medi­tar, y empe­cé a bus­car un maestro.

Me atra­jo el mis­ti­cis­mo y el yoga orien­tal por­que me pro­por­cionó un plan para lo que ya tenía den­tro, además de dar­me una metodología para la exploración inter­na que excluía las dro­gas. Den­tro de las tra­di­cio­nes orien­ta­les y occi­den­ta­les, el papel del maes­tro espi­ri­tual (gurú, san­to, sabio, chamán o sacer­do­te) es cla­ve para el pro­ce­so de auto­des­cu­bri­mien­to, iluminación y salvación. Por supues­to, es per­fec­ta­men­te natu­ral diri­gir­se a las per­so­nas que tie­nen más expe­rien­cia que noso­tros y mos­trar­nos como estu­dian­tes. Esto es cier­to, ya sea que nues­tro obje­ti­vo sea apren­der arte, matemáticas, fabricación de herra­mien­tas de pie­dra, sopor­tes de mesa o magia. Sin la iniciación, el adies­tra­mien­to y la orientación, los huma­nos no apren­den dema­sia­do de nada.

En las tra­di­cio­nes orien­ta­les y, cier­ta­men­te, den­tro del dog­ma de Yogi Bha­jan, se cree que es impo­si­ble lograr la liberación sin la ayu­da de un maes­tro espi­ri­tual. Esto pue­de, de hecho, ser cier­to, pero cla­ra­men­te este enfo­que filosófico también esta­ble­ce un entorno escénico vul­ne­ra­ble al posi­ble abu­so de los estu­dian­tes por par­te de sus maes­tros. Enton­ces, ¿cómo pode­mos eva­luar a los maes­tros espirituales?

Si tuvie­ra que juz­gar a Yogi Bha­jan como juz­go a un pro­fe­sor de matemáticas, tendría que decir que él ins­pi­ró en mí y en mis her­ma­nos y her­ma­nas una gran can­ti­dad de auto­dis­ci­pli­na y nos enseñó cien­tos de medi­ta­cio­nes muy útiles y ruti­nas de yoga real­men­te mara­vi­llo­sas. Estas prácticas eran lo sufi­cien­te­men­te poten­tes como para hacer que el uso de dro­gas pare­cie­ra pri­mi­ti­vo e inne­ce­sa­rio, y nos hacían menos depen­dien­tes de tera­peu­tas, médicos y de otros magos como él. También enseñó a sus alum­nos la magia mitológica de la creen­cia tántrica india, que per­so­nal­men­te amo, par­ti­cu­lar­men­te por­que soy una mujer y los mode­los de espi­ri­tua­li­dad feme­ni­na son esca­sos en nues­tro mun­do. Cier­ta­men­te se podría argu­men­tar que Yogi Bha­jan, a dife­ren­cia de muchos líderes de cul­to menos sofis­ti­ca­dos, era muy crea­ti­vo y debería ser juz­ga­do así.

El pro­ble­ma aquí, por supues­to, es que los maes­tros espi­ri­tua­les, de algu­na mane­ra, deberían vivir vidas equi­li­bra­das y éticas. Y ese es el pun­to. Cuan­do com­pa­ra­mos a Yogi Bha­jan con los gran­des líderes reli­gio­sos clásicos, la dife­ren­cia entre él y Buda o Cris­to es des­co­mu­nal. Los gran­des san­tos, sabios y maes­tros prac­ti­can lo que pre­di­can y así nos demues­tran que el amor, el honor, el cora­je y la gra­cia son logros raros pero posi­bles para todos nosotros.

A la luz de todo esto, una de las para­do­jas más des­con­cer­tan­tes pue­de ser que, si real­men­te desea­mos ser seres huma­nos com­ple­ta­men­te ilu­mi­na­dos, nece­si­ta­re­mos la ayu­da de maes­tros espi­ri­tua­les (muer­tos y vivos) para faci­li­tar nues­tro cre­ci­mien­to y ayu­dar­nos mien­tras apren­de­mos a dis­cer­nir. Irónicamente, sin embar­go, es poco pro­ba­ble que poda­mos per­ci­bir si nues­tros maes­tros tie­nen buen corazón e inten­cio­nes puras, has­ta que haya­mos sana­do y cre­ci­do lo sufi­cien­te como para desa­rro­llar ese nivel de dis­cer­ni­mien­to nece­sa­rio. Este es cla­ra­men­te uno de esos nume­ro­sos «catch 22» que hacen que la vida sea tan des­con­cer­tan­te y fascinante.

La lección prin­ci­pal que me enseñaron los años de medi­tar y estu­diar mis sueños a este res­pec­to, es que la cla­ve de esta y otras para­do­jas resi­de en mí, no en el mun­do. Final­men­te, por supues­to, se desa­rro­lla una para­do­ja adi­cio­nal don­de también se pone en tela de jui­cio la distinción entre nues­tras reali­da­des inter­nas y nues­tras reali­da­des exter­nas. Mien­tras tan­to, sin embar­go, cuan­do se tra­ta de acce­der a la guía espi­ri­tual y a los maes­tros espi­ri­tua­les, pare­ce inte­li­gen­te, ante todo, poner nues­tra con­fian­za en las figu­ras de sabiduría que viven den­tro de nosotros.

Los mejo­res maes­tros espi­ri­tua­les siguen sien­do humil­des y su inten­ción es no dejar dema­sia­da hue­lla. No están intere­sa­dos en su pro­pia glo­ria y sir­ven desin­te­re­sa­da­men­te. Por lo gene­ral, apa­re­cen en mis sueños y en mi vida exte­rior, en cir­cuns­tan­cias bas­tan­te ordi­na­rias y poco espec­ta­cu­la­res. Con mucho cariño, me lle­van a mi pro­pio pro­ce­so y me alien­tan a cues­tio­nar­les, a cues­tio­nar el mun­do y a mí mis­ma. No se des­en­vuel­ven con secre­tos. Son de fácil acce­so y no están rodea­dos de esca­la­do­res socia­les. No avergüenzan ni mani­pu­lan a la gen­te. En otras pala­bras, son gen­te sen­ci­lla con ojos que pare­cen pro­fun­dos y que bri­llan tal vez un poqui­to más que los del resto.

Un Mun­do Mágico

A menu­do me pre­gun­tan, des­de que dejé la comu­ni­dad, si creo que es posi­ble que poda­mos luchar con­tra nues­tras estruc­tu­ras socia­les y políticas en manos de líderes de cul­to y esta­fa­do­res, y trans­for­mar y sanar el mun­do. Fran­ca­men­te, soy muy, muy escéptica (todavía no cínica) sobre el hecho de ver que esto suce­da en una socie­dad y en un mun­do tan extra­via­do como pare­ce ser este mun­do. Sin embar­go, sí fan­ta­seo un poco sobre las muje­res que bos­te­zan ante megalómanos cen­tra­dos en el ego. Si fue­ra posi­ble la transformación, creo fir­me­men­te que nacería direc­ta­men­te del poder del espa­cio del útero de las mujeres.

Pero es mucho más pro­ba­ble que esas cosas continúen a este rit­mo indo­len­te. Con suer­te, logra­re­mos evi­tar la destrucción total de nues­tro pla­ne­ta y de noso­tros mis­mos y, en ese caso, vivi­re­mos para ver que algu­nas cosas mejo­ran y otras empeo­ran. Sin embar­go, mien­tras tan­to, no pue­do pen­sar en un jue­go más intere­san­te y diver­ti­do que luchar con­tra el pen­sa­mien­to de cul­to don­de sea que lo encon­tre­mos, y pre­pa­rar un poco de magia bue­na por nues­tra cuen­ta. Después de todo, inclu­so si la mayoría de las per­so­nas se esfuer­zan por arras­trar bolas de hie­rro pesa­das, convirtiéndose en escla­vos de las rique­zas, el sexo y el poder, eso no sig­ni­fi­ca que ten­ga­mos que tomar con ellos esa sopa enve­ne­na­da. Por el con­tra­rio, pode­mos hacer nues­tras pro­pias pre­pa­ra­cio­nes mágicas, pocio­nes, tin­tu­ras, cal­dos, y sen­tir­nos orgu­llo­sos y orgu­llo­sas de coci­nar con ingre­dien­tes sanos y puros. También pode­mos com­par­tir libre­men­te nues­tras mejo­res rece­tas con cual­quier per­so­na interesada.

Cada uno de noso­tros pue­de pedir que se nos mues­tre nues­tro sueño más ele­va­do y cuan­do avis­te­mos esa visión, o una par­te de ella, pode­mos mez­clar los símbolos de ese sueño con cui­da­do y amor en los cal­de­ros que cuel­gan sobre nues­tros cora­zo­nes, y lue­go, cuan­do la sopa esté bien hecha, pode­mos sor­ber pro­fun­da­men­te de nues­tra pro­pia magia.

Las muje­res siem­pre han sabi­do que comer una bue­na sopa de nues­tra pro­pia preparación, nos ayu­da­rá a cada uno de noso­tros y a otros a cre­cer sanos y fuer­tes, y nos dará esa sensación cálida y aco­ge­do­ra de ver­da­de­ro amor que irra­dia el corazón. Y aun­que nues­tros esfuer­zos indi­vi­dua­les como coci­ne­ros aún no sean lo sufi­cien­te­men­te pode­ro­sos para sal­var al mun­do ente­ro, cada uno de noso­tros dis­po­ne­mos de ese poten­cial, tan­to hom­bres como muje­res, tene­mos la capa­ci­dad de gene­rar un bre­ba­je de poder posi­ti­vo, lo sufi­cien­te­men­te deli­cio­so y satis­fac­to­rio para sanar y trans­for­mar nues­tras pro­pias psi­ques, rela­cio­nes íntimas, tra­ba­jos y comu­ni­da­des. Más allá de todo ello, sólo nece­si­ta­mos rela­jar­nos… res­pi­rar y obser­var con asom­bro y compasión cómo se desa­rro­lla el dra­ma humano a nues­tro alrededor.

Para mí y para todos mis ami­gos que, como yo, recien­te­men­te hemos sali­do al mun­do después de dos décadas de vida en un cul­to, supon­go que, de mane­ra bas­tan­te ton­ta, expo­ne­mos nues­tros tras­fon­dos hip­pies al mirar­nos a los ojos dicien­do: «Uau, ¡qué via­je tan extraño ha sido!» Sos­pe­cho que las próximas décadas serán muy «trippys» [fli­pan­tes] para todos nosotros.

Que ten­gáis cami­nos felices.

Kama­lla Rose Kaur, 1994
Tra­du­ci­do por Javi Gobinde

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