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Kīrtan y Bha­jan (II)

Guy L. Beck

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KĪR­TAN Y BHAJAN
EN LA TRA­DI­CIÓN BHAK­TI (II)
Dr. Guy L. Beck

LA MÚSI­CA Y LO DIVINO

Saras­va­tī con su vīnā

El soni­do musi­cal como par­te de la ado­ra­ción y la devo­ción ha ocu­pa­do un lugar cen­tral en las reli­gio­nes indias des­de la anti­güe­dad. La músi­ca tam­bién tie­ne una pre­sen­cia per­ma­nen­te en la mito­lo­gía hin­dú, como se encuen­tra, por ejem­plo, en la dio­sa Saras­va­tī, repre­sen­ta­da con la vīnā (un ins­tru­men­to musi­cal) en la mano, y se cree que es la mece­nas de la músi­ca. Mien­tras el dios Brah­mā el Crea­dor toca los pla­ti­llos de mano, Vish­nu el Con­ser­va­dor hace sonar la con­cha y tam­bién toca la flau­ta como la encar­na­ción de Krish­na. Krish­na, vis­to por los Vaish­na­va como el dios musi­cal por exce­len­cia, des­lum­bra al uni­ver­so con sus encan­ta­do­ras melo­días. Shi­va el Des­truc­tor, el dios dan­zan­te que toca el tam­bor dama­ru, es reco­no­ci­do como la fuen­te de todo el rit­mo en el uni­ver­so, y es fun­da­men­tal para la anti­gua músi­ca clá­si­ca india y las tra­di­cio­nes de danza.

La reli­gión de los anti­guos arios, tan­to en India como en Irán, incor­po­ró la pala­bra can­ta­da (man­tra o manth­ra) en com­bi­na­ción con la acti­vi­dad de sacri­fi­cio como el medio nece­sa­rio para inter­ac­tuar con el cos­mos. Los tex­tos védi­cos de los indo-arios (4000–1800 a.C., Vedas) se pro­cla­ma­ron eter­nos, sin autor, y la encar­na­ción del soni­do pri­mi­ti­vo que gene­ró el uni­ver­so, la síla­ba om (aum). El Rig­ve­da, el Yajur­ve­da, el Sāma­ve­da y el Athar­va­ve­da con­te­nían man­tra (him­nos ritua­les y encan­ta­mien­tos) a dei­da­des espe­cí­fi­cas, que reque­rían una efi­caz eje­cu­ción como dis­cur­so ento­na­do, con la medi­da de cada man­tra aso­cia­da con un dios par­ti­cu­lar o poder divino.

La síla­ba om y los pode­res con­den­sa­dos de los man­tra védi­cos se iden­ti­fi­ca­ron con shab­da­brah­man o nāda­brah­man (el soni­do abso­lu­to). Brah­man, la ver­dad abso­lu­ta de las Upa­nishad, fue per­so­ni­fi­ca­do como Īsh­va­ra mas­cu­lino («Señor») y Nādashak­ti («Ener­gía de soni­do feme­nino»). Cada dei­dad mas­cu­li­na en el pan­teón hin­dú con­te­nía este ele­men­to de soni­do sagra­do repre­sen­ta­do por una con­sor­te feme­ni­na. Así, Nādashak­ti per­ma­ne­ció siem­pre pre­sen­te den­tro de las tra­di­cio­nes de ado­ra­ción en desa­rro­llo, Vais­na­va, Shai­va y Shāk­ta, teís­tas y devo­cio­na­les (bhak­ti), con la noción de soni­do sagra­do mani­fes­ta­do a tra­vés del can­to y la músi­ca que pro­por­cio­na un víncu­lo entre lo humano y lo divino.

La esté­ti­ca de kīr­tan y bha­jan tam­bién tie­ne sus raí­ces en la lite­ra­tu­ra védi­ca. Los prin­ci­pa­les Upa­nishad des­cri­ben al brah­man como lleno de rasa (raso vai sāh: brah­man como com­pues­to de gus­to emo­cio­nal, pla­cer). Por lo tan­to, las artes escé­ni­cas, como el tea­tro y la músi­ca, esta­ban estre­cha­men­te ali­nea­das con la reli­gión, ya que su obje­ti­vo era pro­du­cir rasa, que con­du­je­ra a la libe­ra­ción o mok­sạ. Brah­man como Īsh­va­ra (dei­dad per­so­nal, ya sea Vish­nu, Shi­va o Shak­ti) fue la fuen­te prin­ci­pal del pla­cer emo­cio­nal pro­du­ci­do por los músi­cos (y actores).

El víncu­lo per­ma­nen­te entre la músi­ca y lo divino tam­bién se obser­va a tra­vés de las carac­te­rís­ti­cas musi­ca­les. Los sacer­do­tes védi­cos can­ta­ban los ver­sos del Rig­ve­da en apro­xi­ma­da­men­te tres notas acen­tua­das, inter­pre­ta­das para corres­pon­der con el tóni­co (Do cen­tral), un paso ente­ro hacia bajo (Si bemol) y medio arri­ba (Re bemol). Los can­tos védi­cos como el gāya­trī­man­tra y el Purusha­sūk­ta siguen el sis­te­ma de tres tonos, y con­ti­nua­ron sien­do can­ta­dos de esta mane­ra duran­te los ritos en desa­rro­llo de la pūjā hindú.

El Sāma­ve­da con­tie­ne ver­sos (prin­ci­pal­men­te del Rig­ve­da) con melo­días que invo­lu­cran 5–7 notas en una esca­la des­cen­den­te. Estos sāman se rin­die­ron duran­te los sacri­fi­cios que impli­ca­ban la ofren­da del jugo de soma, y se creía que poseían cua­li­da­des sobre­na­tu­ra­les capa­ces de atraer y con­vo­car dei­da­des para el con­trol de las fuer­zas natu­ra­les. Las síla­bas sin sig­ni­fi­ca­do lla­ma­das stobha fue­ron inser­ta­das y exten­di­das vocal­men­te por los can­tan­tes, mejo­ran­do estas fun­cio­nes. Con res­pec­to al poder del soni­do musi­cal en los ritua­les védi­cos, G.U. Thi­te ha decla­ra­do que

los can­to­res poé­ti­cos [védi­cos] invo­can a los dio­ses con la ayu­da de ele­men­tos musi­ca­les. Al hacer­lo, pare­cen ser cons­cien­tes del poder mag­né­ti­co de la músi­ca y, por tan­to, pare­cen estar usan­do ese poder deli­be­ra­da­men­te para atraer a los dio­ses. (Thi­te, 1997, 68)

Los dio­ses védi­cos res­pon­die­ron a la músi­ca con aprecio:

Los dio­ses son afi­cio­na­dos a la músi­ca. Les gus­ta la músi­ca y la dis­fru­tan. Los can­to­res-poe­tas can­tan y ala­ban a los dio­ses con la inten­ción de que los dio­ses pue­dan estar com­pla­ci­dos de ese modo y habién­do­se com­pla­ci­do, pue­den otor­gar rega­los. (Thi­te, 1997, 71)

(Con­ti­núa en la ter­ce­ra parte)


Tra­duc­ción por Javi Gobinde

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