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Los orí­ge­nes del Yoga

Agus­tín Pániker

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Entre­vis­ta a Agus­tín Pániker

¿Quién fue Patáñjali?

Como muchas figu­ras de la India anti­gua, está envuel­to en el mito, la leyen­da… No sabe­mos nada de él. En reali­dad, los indios son el pue­blo con menos cons­cien­cia his­to­rio­grá­fi­ca que se cono­ce, al con­tra­rio de chi­nos y ára­bes, que lo ano­ta­ban todo. Hay un arco de 500 años para situar­lo, algu­nos dicen que en el siglo II antes de Cris­to y otros en el ter­ce­ro des­pués de Cris­to. A veces se lo con­fun­de con un gra­má­ti­co que tam­bién tie­ne el mis­mo nom­bre, algo muy dado en la India. De todos modos, pare­ce que hubo un tal Patá­ñ­ja­li hace dos mil años que reco­gió unas ense­ñan­zas muy anti­guas y las sis­te­ma­ti­zó. Ense­ñan­zas espi­ri­tua­les, filo­só­fi­cas y, ante todo, prác­ti­cas. En la India la filo­so­fía es emi­nen­te­men­te prác­ti­ca, no son espe­cu­la­cio­nes. Las hay pero la fina­li­dad es libe­ra­do­ra. Como dicen muchos sutras, si una ver­dad no nos libe­ra del sufri­mien­to, la igno­ran­cia y el dolor, no vale la pena enton­ces pro­fun­di­zar en ella. Buda, un gran prag­má­ti­co, afir­ma­ba lo mis­mo. Patá­ñ­ja­li sin­te­ti­za esos cono­ci­mien­tos que le lle­gan por dis­tin­tos lina­jes, tra­di­cio­nes y maes­tros, y trans­mi­te sus famo­sos Yoga Sutras, los 190 afo­ris­mos del yoga, bre­ves y escue­tos para ser memo­ri­za­dos y trans­mi­ti­dos fácil­men­te. Es un filó­so­fo que tra­ta de sis­te­ma­ti­zar esa tra­di­ción que recibe.

¿Cómo es el yoga de Patáñjali?

Antes de Pata­ñ­ja­li había una tra­di­ción yógui­ca. Buda, que es del 500 a.C., está muy pró­xi­mo a esas prác­ti­cas, que él mis­mo va a apren­der con maes­tros yoguis. El Buda es otro que apor­ta a ese cau­dal de ense­ñan­zas en la anti­güe­dad. En sus Yoga Sutras, Patá­ñ­ja­li uti­li­za toda la ter­mi­no­lo­gía budis­ta, la ter­mi­no­lo­gía esco­lás­ti­ca y exe­gé­ti­ca pro­pia de los mon­jes budis­tas. El yoga tie­ne su ori­gen en una serie de ideas, prác­ti­cas y visio­nes de la anti­gua India que lue­go cris­ta­li­za­rán en el budis­mo, el Samkh­ya, el jai­nis­mo o el yoga clá­si­co de Patá­ñ­ja­li. Sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te, lo que más resal­ta cuan­do uno lee los sutras es que Patá­ñ­ja­li habla bási­ca­men­te de medi­tar. Sola­men­te en uno de los sutras habla de pos­tu­ra, y dice: “… Pón­ga­se en una pos­tu­ra en que se encuen­tre cómo­do”. En aque­llos tiem­pos el obje­ti­vo del yoga es dete­ner las tur­bu­len­cias de la men­te, como prác­ti­ca medi­ta­ti­va, intros­pec­ti­va. Le da mucha impor­tan­cia a la res­pi­ra­ción y otros aspec­tos, pero no es nada hatha yóguico.

Hay quie­nes afir­man que el hatha yoga, físi­co, es la for­ma más pri­mi­ge­nia y original.

Es muy dis­cu­ti­ble. Patá­ñ­ja­li dice que el obje­ti­vo del yoga es el samadhi, la con­tem­pla­ción o ata­ra­xia. Tam­bién otor­ga mucha impor­tan­cia a la par­te éti­ca, los yamas y niya­mas, y en cam­bio los asa­nas son secun­da­rios. Siglos des­pués, Vyå­sa, su pri­mer gran comen­ta­dor, habla de once pos­tu­ras, aun­que toda­vía el yoga sigue muy pró­xi­mo al budis­mo, y es prin­ci­pal­men­te meditativo.

¿Cuán­do cam­bia esa tendencia?

A par­tir del siglo XI, en la Edad Media, con los movi­mien­tos tán­tri­cos, hay una reva­lo­ri­za­ción del cuer­po, de las ener­gías cor­po­ra­les, la kun­da­li­ni, y de la natu­ra­le­za, la mujer. Sur­ge un movi­mien­to muy intere­san­te que gené­ri­ca­men­te lla­ma­mos tan­tris­mo que impreg­na todas las tra­di­cio­nes de la India, inclu­so el budis­mo, el hin­duis­mo y el jai­nis­mo. Es como una moda espi­ri­tual, duran­te siglos, y eso hace que el cuer­po, que has­ta el año mil no había sido muy valo­ra­do por las tra­di­cio­nes espi­ri­tua­les, se con­vier­ta en el tem­plo en el cual el yogui rea­li­za todas sus medi­ta­cio­nes y su intros­pec­ción. El cuer­po pasa a ser divino, y ahí las cues­tio­nes de pos­tu­ra y res­pi­ra­ción empie­zan a tomar una cen­tra­li­dad que antes no tenían. Y sal­tan­do en el tiem­po, en el siglo XIX, en el encuen­tro colo­nial con Occi­den­te estas tra­di­cio­nes de yogas ener­gé­ti­cos y más físi­cos se cru­zan con tra­di­cio­nes bri­tá­ni­cas de cul­to del cuer­po, sobre todo con la gim­na­sia sue­ca. El yoga le debe, más de lo que a algu­nos les gus­ta­ría reco­no­cer, a las tra­di­cio­nes gim­nás­ti­cas y de edu­ca­ción físi­ca europeas.

De ese encuen­tro con lo occi­den­tal, ¿qué emerge?

El yoga se “asa­ni­za”, ya no se pre­sen­ta como algo espi­ri­tual y medi­ta­ti­vo, que los bri­tá­ni­cos mira­rían con des­dén, sino que en la asi­me­tría colo­nial lo pre­sen­tan como cien­cia. Por lo tan­to deben ir a lo men­su­ra­ble, lo físi­co, lo cor­po­ral. En esa inter­ac­ción, des­de fina­les del siglo XIX has­ta los años 30 del siglo XX, el yoga se trans­for­ma mucho. Es cuan­do Vive­ka­nan­da habla del raja yoga (y filo­só­fi­ca­men­te lo vedan­ti­za). El yoga que triun­fa en Rishi­kesh y Myso­re, los dos focos de irra­dia­ción prin­ci­pa­les, es muy físi­co. A par­tir de los años 60, muchos occi­den­ta­les des­cu­bren los bene­fi­cios del yoga y, que­rien­do ir a las fuen­tes, encuen­tran la dimen­sión espi­ri­tual del yoga, que no es un mero pilates.

Lla­ma la aten­ción que en Occi­den­te haya más muje­res que hom­bres intere­sa­das por el yoga.

Uno de los vec­to­res que influ­ye en la “asa­ni­za­ción” del yoga, apar­te de la gim­na­sia sue­ca o el escul­tis­mo nor­te­ame­ri­cano, es el ballet prac­ti­ca­do por muje­res bri­tá­ni­cas en los años 10 y 20 del siglo pasa­do. Afor­tu­na­da­men­te, en mi opi­nión, aho­ra se dul­ci­fi­ca algo esa prác­ti­ca tan acro­bá­ti­ca, físi­ca, liga­da al yoga de los años 40, 50, que era muy físi­co. En otra cues­tión vin­cu­la­da con la asi­me­tría colo­nial, el indio y el hin­dú en par­ti­cu­lar era til­da­do de afe­mi­na­do, no gue­rre­ro, no valien­te, mien­tras que los musul­ma­nes, tam­bién los sikhs, se veían varo­ni­les, según otros cli­chés bri­tá­ni­cos. Fren­te a esa crí­ti­ca, el yoga devino más físi­co para demos­trar al colo­ni­za­dor que no eran “nenas”, lo que para mí oca­sio­nó cier­ta desvirtuación.

¿Segui­rá trans­for­mán­do­se el yoga, tal como la India, que pare­ce ser una de las futu­ras poten­cias mun­dia­les, jun­to con China?

En el retorno del yoga a sus orí­ge­nes se da algo del “efec­to piz­za”. La piz­za ita­lia­na era una coca a la que no le ponían casi nada, y fue­ron los emi­gran­tes ita­lia­nos que la lle­va­ron a las Amé­ri­cas, don­de empe­za­ron a agre­gar­le moza­re­la, toma­te, oré­gano, jamón, hue­vos, etcé­te­ra, con gran éxi­to. Regre­só lue­go a Ita­lia como el pla­to nacio­nal y los ita­lia­nos dicen que es “la piz­za de toda la vida”. Con el yoga pasa un poco lo mis­mo. Obvia­men­te el ori­gen es indio, pero lue­go del éxi­to que ha obte­ni­do en el extran­je­ro, cuan­do regre­sa ya es otro yoga. El pro­ce­so que se está dan­do en Occi­den­te es casi más intere­san­te que el de la India por­que es pre­ci­sa­men­te en Occi­den­te, por dife­ren­tes moti­vos, que se quie­re ir a las fuen­tes, mien­tras que en India hay una cier­ta mani­pu­la­ción por par­te de los polí­ti­cos, inclu­so por la ideo­lo­gía nacio­na­lis­ta que hoy domi­na, que al apro­piar­se del cli­ché de la India espi­ri­tual quie­re tam­bién apo­de­rar­se del copy­right del yoga.

Tu con­se­jo para quien no ha ido toda­vía a India.

Que vaya a la India rural, allí halla­rá la ver­da­de­ra espi­ri­tua­li­dad. Soy un poco alér­gi­co a los ash­rams y cen­tros de maes­tros espi­ri­tua­les por­que la gran espi­ri­tua­li­dad la encuen­tro en el pue­blo, en esas muje­res anal­fa­be­tas y de cas­tas bajas que lo están pasan­do mal, pero no sólo te reci­ben con una gran son­ri­sa, sino que apren­des de su sabi­du­ría en su mane­ra de afron­tar la vida, que pue­de ser bien dura. Y aun­que es difí­cil comu­ni­car­se con estas per­so­nas de la India pro­fun­da, al salir del cir­cui­to turís­ti­co, pasean­do por el pue­blo, todos te reci­bi­rán con una hos­pi­ta­li­dad inmen­sa. Des­cu­bri­rás que lo divino, lo sagra­do, está en las peque­ñas cosas, en el tra­to, en las comi­das, en las mira­das, en la natu­ra­le­za, y no obli­ga­to­ria­men­te en las gran­des ense­ñan­zas de los maes­tros. Es una India muy agra­de­ci­da, de pue­blos y carre­te­ras. Es el cuer­po de la Diosa.


Agus­tín Páni­ker es direc­tor de la Edi­to­rial Kai­rós, espe­cia­li­za­da en la divul­ga­ción del pen­sa­mien­to y las tra­di­cio­nes de Orien­te, la psi­co­lo­gía pro­fun­da o la cien­cia, Es autor de media doce­na de libros, en su mayor par­te rela­cio­na­dos con la India («El jai­nis­mo», «Índi­ka», «Los sikhs», «El sue­ño de Shi­ta­la» o «La socie­dad de cas­tas»). Es pro­fe­sor en dis­tin­tos más­ters uni­ver­si­ta­rios acer­ca de reli­gio­nes de la India (Uni­ver­si­tat de Giro­na, Uni­ver­si­dad Pablo Ola­vi­de de Sevi­lla). Pre­si­de la Fun­da­ción Ramu­ni Pani­ker Trust, enfo­ca­da en fomen­tar la edu­ca­ción entre los niños y niñas des­fa­vo­re­ci­dos del Sur de la India.
Entre­vis­ta publi­ca­da en la revis­ta «TÚ MIS­MO», en febre­ro de 2018.

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