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Mitos, hitos y gri­tos en la inter­na­cio­na­li­za­ción del yoga

Adrián Muñoz

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1. Introducción

El yoga, como práctica físico-espiritual, posee una carre­ra sólida y lar­ga. El paso natu­ral en su evolución era con­ver­tir­se, de mane­ra ofi­cial, en un artícu­lo más del dis­cur­so glo­bal de salud y bien­es­tar, en vir­tud de sus aso­cia­cio­nes terapéuticas y salu­da­bles. Así, en 2015 se cele­bró el pri­mer Día Inter­na­cio­nal del Yoga, ava­la­do por la ONU. Sin embar­go, exis­ten diver­sas ideas pre­con­ce­bi­das y malen­ten­di­dos en lo que se refie­re a la práctica, todo lo cual ha pro­du­ci­do una concepción bas­tan­te sui gene­ris del yoga o, por poner­lo de otra for­ma, ha deri­va­do en una nue­va moda­li­dad del yoga, una for­ma moder­na. Esta for­ma moder­na de yoga com­bi­na, sin un cri­te­rio dema­sia­do cla­ro, expre­sio­nes más vie­jas que no siem­pre estu­vie­ron en con­cor­dan­cia. Al mis­mo tiem­po, la búsqueda de la instauración de un Día Inter­na­cio­nal del Yoga también posee algu­nas impli­ca­cio­nes políticas y socia­les que no se per­ci­ben a pri­me­ra vis­ta. En este con­tex­to, es per­ti­nen­te refle­xio­nar sobre algu­nas inte­rro­gan­tes: ¿Qué es el yoga y a quién le per­te­ne­ce? ¿Qué impli­ca­cio­nes tie­ne esto para el esce­na­rio reli­gio­so de la India? Dicha celebración, ¿acor­ta las dis­tan­cias entre dife­ren­tes mun­dos cul­tu­ra­les y geopolíticos? ¿Tie­ne que ver con algu­na agen­da política?

El pasa­do 21 de junio de 2015 fue una fecha histórica: se cele­bró por pri­me­ra vez el Día Inter­na­cio­nal del Yoga (anta­rrāsh­trīy yog divas). Para citar un ejem­plo: al igual que en ciu­da­des como Nue­va York, París, Bue­nos Aires o Madrid, varios cien­tos de per­so­nas se die­ron cita en una “mega cla­se” de yoga en el Paseo de la Refor­ma de la Ciu­dad de México, jun­to al Ángel de la Inde­pen­den­cia: los cien­tos de asis­ten­tes, pre­via inauguración ofi­cial a manos del jefe de Gobierno de la capi­tal mexi­ca­na, acompañado del emba­ja­dor de la India en México y el direc­tor del Ins­ti­tu­to del Depor­te, die­ron ini­cio a una sema­na del yoga, una serie de acti­vi­da­des alu­si­vas que se exten­die­ron has­ta el 28 de junio. Con­fe­ren­cias, talle­res, cla­ses y has­ta espectáculos de “yoga-tran­ce-dan­ce” rin­die­ron tri­bu­to al yoga, esa añeja tradición de la India.

2. Problemática y trasfondo

2.1 Problemática

Todo ello resul­ta intere­san­te por varias razo­nes, no sólo por el moti­vo cen­tral de inser­tar el yoga en un dis­cur­so glo­bal de mane­ra ofi­cial. Así, pues, a las acti­vi­da­des rea­li­za­das en México y otras par­tes del orbe hay que agre­gar otras cir­cuns­tan­cias y fac­to­res para poder com­pren­der su impor­tan­cia. En el Times Squa­re de Nue­va York, la práctica del yoga con­vo­có el men­ta­do domin­go a miles de per­so­nas y duró prácticamente todo el día. Sin embar­go, ésta no fue la pri­me­ra sino la deci­mo­ter­ce­ra ocasión en que la urbe neo­yor­qui­na con­me­mo­ró el yoga. Los mati­ces varia­ron de ciu­dad a ciu­dad, pero lo que se vivió des­de India ofre­ce varias aris­tas dig­nas de ana­li­zar­se, pues las face­tas más problemáticas tuvie­ron lugar allí, en la tie­rra natal del yoga.

El pun­to de congregación más impor­tan­te en India para cele­brar el pri­mer Día Inter­na­cio­nal del Yoga (IDY, por sus siglas en inglés) fue, des­de lue­go, Nue­va Delhi, la capi­tal india. Allí se reunió la exor­bi­tan­te can­ti­dad de 35.000 per­so­nas (algu­nas fuen­tes indi­can que fue­ron 45.000). Se rea­li­za­ron veintiún āsa­nas, o pos­tu­ras, duran­te media hora y el even­to, des­de lue­go, estu­vo pre­si­di­do por Naren­dra Modi, el actual pri­mer minis­tro de la República de la India. Población civil, fun­cio­na­rios públicos y ofi­ci­nis­tas de todas las eda­des acu­die­ron, en su mayoría, ves­ti­dos de blan­co. Modi, además del color blan­co, por­tó los colo­res nacio­na­les. El pri­mer minis­tro Modi, quien en un par de oca­sio­nes había afir­ma­do que no tomaría par­te de los ejer­ci­cios y āsa­nas, tan pron­to ter­minó de dar su dis­cur­so bajó del podio, bus­có una este­ra dis­po­ni­ble y prac­ti­có yoga con la multitud.

El impac­to que este acto tuvo no es menor y se pue­de medir al menos en dos dimen­sio­nes: una inter­na y otra exter­na. En la dimensión inter­na, la participación de Modi per­mi­tió afian­zar su papel de líder nacio­nal, un líder que sal­va­guar­da los valo­res tra­di­cio­na­les de la India. En la dimensión exter­na, de algu­na mane­ra esto fue una for­ma de demos­trar que el pri­mer minis­tro indio prac­ti­ca lo que pre­di­ca, a saber: la cultivación del bien­es­tar físico y men­tal. Para enten­der mejor qué impli­ca­cio­nes tie­ne todo esto, hay que con­si­de­rar de mane­ra com­pren­si­va la campaña pre­via a favor de la instauración del IDY. Allí podre­mos encon­trar fac­to­res que nos permitirán eva­luar las cosas en un con­tex­to más amplio.


2.2 Tras­fon­do: la campaña por el IDY

Muchos de los moti­vos, pala­bras y hechos que tuvie­ron lugar duran­te la campaña por el IDY no fue­ron casua­les. Todos dan un matiz par­ti­cu­lar al tras­fon­do de la campaña y del dis­cur­so que la apo­yó. Por ejem­plo: B.K.S. Iyen­gar, uno de los lla­ma­dos “padres del yoga moderno”, falle­ció en agos­to de 2014. Su dece­so supu­so una gran pérdida para prac­ti­can­tes de yogas pos­tu­ra­les de todo el mun­do. Un mes después de esta muer­te, Modi hizo la petición for­mal a las Nacio­nes Uni­das para que ins­tau­ra­ra un día mun­dial que con­me­mo­ra­ra al yoga. El aura de Iyen­gar –y por extensión del yoga moderno– esta­ba aún en el aire y no era del todo fácil diso­ciar una cosa de la otra. Como sea, todo pare­ce indi­car que, de cier­ta mane­ra, la campaña se valió de la muer­te de Iyen­gar para dar mayor impul­so a su pro­pa­gan­da, más que con­ver­tir­lo en una espe­cie de san­to internacional.

A fina­les de sep­tiem­bre de 2014, Naren­dra Modi dio un dis­cur­so en la sede de las Nacio­nes Uni­das en Nue­va York. Se tra­tó de la 69a sesión de la Asam­blea Gene­ral de la ONU, a la cual fue invi­ta­do Modi tras varios perio­dos de veto en Esta­dos Uni­dos, Gran Bretaña y par­te de la Unión Euro­pea a cau­sa de los terri­bles y san­grien­tos suce­sos en Guja­rat cuan­do Modi fue minis­tro en jefe en dicho esta­do; dicha sanción con­clu­yó en 2012 y 2013, duran­te el ascen­so de la campaña política de Modi. En la sesión de sep­tiem­bre de 2014 en Nue­va York, además de refe­rir­se a su disposición de enta­blar diálogos amis­to­sos con Pakistán, de com­ba­tir el terro­ris­mo y de mejo­rar la cooperación mul­ti­na­cio­nal, Naren­dra Modi habló también de la nece­si­dad de cul­ti­var un equi­li­brio entre el cuer­po y la men­te en aras de lograr la paz.

De mane­ra inte­li­gen­te, a continuación, Modi se refi­rió al tema del daño al eco­sis­te­ma glo­bal. Y es allí, en ese pun­to del dis­cur­so, que el yoga, dijo el diri­gen­te, jus­ta­men­te pue­de ayu­dar­nos a con­se­guir esta armonía entre el ser humano y la naturaleza.

El ejem­plo que debe tomar­se es el de India, don­de “el res­pe­to por la natu­ra­le­za es una par­te inte­gral de la espi­ri­tua­li­dad”. Esto fue un giro sor­pre­si­vo: de acuer­do con Modi, el yoga pue­de ayu­dar­nos a com­ba­tir el cam­bio climático. Por eso, con­clu­yó, se debe ins­tau­rar un Día Inter­na­cio­nal del Yoga.

Es cier­to que la mayor par­te del dis­cur­so no habla en pos del yoga, pero la mane­ra en que el ora­dor ha ido cons­tru­yen­do y desa­rro­llan­do su argu­men­to ter­mi­na por ere­gir al yoga en una solución al cam­bio climático, pero también –por la insis­ten­cia en el com­ba­te arti­cu­la­do y colec­ti­vo con­tra el terro­ris­mo– por pre­sen­tar­lo como una efi­caz arma con­tra la vio­len­cia. El yoga se ofre­ce como una suer­te de pana­cea a los pro­ble­mas más agu­dos del orbe. La recomendación final de Modi fue efi­caz. El 11 de diciem­bre de 2014, las Nacio­nes Uni­das decre­ta­ron el 21 de junio como el Día Inter­na­cio­nal del Yoga, en bue­na medi­da gra­cias a las peti­cio­nes de Naren­dra Modi. Para hon­rar la pri­me­ra celebración el 21 de junio de 2015, se hizo un lla­ma­do para rea­li­zar yoga en Raj­path, el bule­var políticamente más impor­tan­te en Delhi y al cual acudiría Modi.

No es un asun­to insig­ni­fi­can­te el énfasis que hizo Modi en las capa­ci­da­des paci­fi­ca­do­ras y media­do­ras del yoga. Bien ana­li­za­do, en su dis­cur­so pare­cen reso­nar las ideas de Iyen­gar o Pat­tabhi Jois, los célebres discípulos de Tiru­ma­lai Krish­na­ma­char­ya, ya sea la “natu­ra­le­za de la paz supre­ma y la eter­na dicha” de Jois, o “la ver­da­de­ra unión de nues­tra volun­tad con la volun­tad de Dios” de Iyen­gar. El dis­cur­so de Modi enaltecía de mane­ra impor­tan­te bene­fi­cios como la salud, la lon­ge­vi­dad o el per­fec­cio­na­mien­to moral, ideas que recuer­dan a lo que el pro­pio Krish­na­ma­char­ya sub­ra­yó en las pri­me­ras décadas del siglo XX: “El yoga brin­da for­ta­le­za al cuer­po, el yoga brin­da salud y sólo el yoga pue­de brin­dar­nos lar­ga vida. El yoga ensan­cha nues­tro inte­lec­to. El yoga nos hace ricos. El yoga nos hace seres huma­nos. El yoga trae­rá de vuel­ta el honor y el res­pec­to por la Madre India.”

Estos ecos le dan al dis­cur­so, de mane­ra vela­da, tin­tes reli­gio­sos, por más que se pre­sen­te al yoga como una herra­mien­ta secu­lar y de bene­fi­cios acce­si­bles a la población mun­dial. Esta apues­ta nece­si­ta­ba el impri­ma­tur de un orga­nis­mo inter­na­cio­nal, por supues­to. Ban Ki-moon, el enton­ces secre­ta­rio gene­ral de las Nacio­nes Uni­das, dijo poco antes del even­to que el yoga “ofre­ce un medio sen­ci­llo, acce­si­ble e inclu­si­vo para fomen­tar el bien­es­tar y la salud física y espi­ri­tual.” Asi­mis­mo, expre­só que “pro­mue­ve el res­pe­to por nues­tros seme­jan­tes y por el pla­ne­ta que com­par­ti­mos”. El énfasis cla­ra­men­te recae en una política paci­fis­ta, al menos en el nivel del dis­cur­so. En ese mis­mo men­sa­je, Ban Ki-moon des­ta­có los “bene­fi­cios holísticos” del yoga y “su inhe­ren­te com­pa­ti­bi­li­dad con los prin­ci­pios y valo­res de las Nacio­nes Unidas”.

3. Reac­cio­nes y conflicto

La apues­ta por la armonía y el bien­es­tar mun­dial con­lle­va ele­men­tos retóricos comu­nes a todo dis­cur­so inter­na­cio­nal. Un pro­yec­to como el de impul­sar el yoga como una herra­mien­ta de mejo­ra­mien­to físico y men­tal pare­ce, a pri­me­ra vis­ta, loa­ble y bien­ve­ni­do; después de todo, sin duda el yoga cons­ti­tu­ye una práctica salu­da­ble y el mun­do se ha con­ver­ti­do en un sitio dema­sia­do vio­len­to. No obs­tan­te, no todo ha sido miel sobre hojue­las, par­ti­cu­lar­men­te en el esce­na­rio político del sur de Asia. Si bien es cier­to que la pala­bra “yoga” quie­re decir “unión” –entre otros sig­ni­fi­ca­dos–, la reali­dad es que duran­te las sema­nas pre­vias al 21 de junio de 2015 el even­to resul­tó ser un ele­men­to divi­si­vo en el sub­con­ti­nen­te asiático. Comen­zó a levan­tar polémica y dis­cu­sio­nes inten­sas en torno a la decisión de no incluir la famo­sa ruti­na cono­ci­da como Salu­dos al Sol (sūr­ya-namas­kā­ra), con el argu­men­to de que la acti­vi­dad no debería tener tin­tes reli­gio­sos y con­fe­sio­na­les, como ale­gó el Con­se­jo Pan-indio para la Defen­sa del Dere­cho Per­so­nal Islámico (All India Mus­lim Per­so­nal Law Board, o AIMPLB).

Con todo, no debe­mos per­der de vis­ta que no todo el mun­do islámico se ha opues­to al IDY; de los 177 países que sus­cri­bie­ron la ini­cia­ti­va, 40 son musul­ma­nes, un hecho que elo­gió Baba Ram­dev, par­ti­da­rio de Modi y líder reli­gio­so del ins­ti­tu­to Patan­ja­li Yog­peeth, ubi­ca­do en Harid­war. ¿Por qué la población en India, que habi­ta la tie­rra del yoga, se opu­so enton­ces? Por­que ello toca fibras sen­si­bles que han sido heri­das por las sae­tas del comu­na­lis­mo, una enfer­me­dad sociopolítica y cul­pa­ble de innu­me­ra­bles suce­sos vio­len­tos en el sub­con­ti­nen­te asiático. Den­tro de dicho con­tex­to, abo­gar por el yoga no pue­de leer­se exclu­si­va­men­te como un acto de bue­na volun­tad, sino como una ten­ta­ti­va por enar­bo­lar el estan­dar­te de una iden­ti­dad cul­tu­ral y reli­gio­sa en detri­men­to de otras que también habi­tan en el sur de Asia. La apues­ta fue la de ofre­cer al mun­do un pro­duc­to icónico que resu­mie­ra la for­ta­le­za cul­tu­ral de India: en otras pala­bras, políticos y swa­mis impul­sa­ron la idea de que “aho­ra el yoga es esen­cial no sólo para el hin­duis­mo, sino también para el orgu­llo nacio­nal.” Es en este tenor que debe­mos situar las hos­ti­li­da­des sus­ci­ta­das por el IDY.

Las críticas y posi­cio­nes apun­tan en direc­cio­nes varias y has­ta opues­tas. Por un lado, Baba Ram­dev decla­ró que la secuen­cia de los Salu­dos al Sol (los cua­les se apo­yan en ejer­ci­cios res­pi­ra­to­rios) no impli­ca nin­gu­na acti­tud reli­gio­sa en con­cre­to, y que no deberían mez­clar­se con la recitación de man­tras; sos­tu­vo además que el prin­ci­pal bene­fi­cio del yoga es fomen­tar la concentración y la cura de varias enfer­me­da­des. Ram­dev bus­ca­ba sin duda ase­gu­rar la campaña de Modi. Por otro lado, voces cer­ca­nas a la dere­cha hin­dú, como Yogi Adit­ya­nath (diri­gen­te del tem­plo de Gorakh­pur), han cri­ti­ca­do fuer­te­men­te la decisión de excluir el sūr­ya-namas­kā­ra de la celebración del pri­mer IDY. Para Adit­ya­nath (quien también es miem­bro del Par­la­men­to) el sūr­ya-namas­kā­ra es una par­te pri­mor­dial de la práctica del yoga; quien no quie­ra acep­tar esto –continúa– debería ale­jar­se del yoga y, de hecho, aban­do­nar la India cuan­do no sim­ple­men­te “aho­gar­se en el océano”, pues el Dios Sol “es la fuen­te de toda la energía del mun­do”. Son decla­ra­cio­nes reac­cio­na­rias que sólo con­tri­bu­ye­ron a agi­tar aún más las aguas de la campaña por el IDY.

Si bien la práctica del sūr­ya-namas­kā­ra está liga­da al Dios Sol (Sūr­ya), los orígenes de esta secuen­cia como par­te inte­gral de las ruti­nas de yoga no resul­ta tan cla­ra. Nin­guno de los tex­tos de yoga, des­de los Yoga­sū­tra (siglo II), pasan­do por el Gorakshasha­ta­ka (ca. 1400) y has­ta la Ghe­ran­da­samhi­tā (XVI-XVII), expli­ca o men­cio­na siquie­ra algo que se parez­ca a esta secuen­cia de pos­tu­ras y res­pi­ra­cio­nes. Como han indi­ca­do varios auto­res, esta secuen­cia tie­ne sus orígenes en el pala­cio de Myso­re, en la pri­me­ra mitad del s.XX y fue desa­rro­lla­da (de varios modos y con dis­tin­tos énfasis) por per­so­na­li­da­des como Krish­na­ma­char­ya, Iyen­gar o Jois, a quie­nes con jus­ta razón se les cono­ce como “padres del yoga moderno”. Poner más atención a la tensión y la bre­cha exis­ten­tes, pero no obvias, entre una práctica moder­na y una apues­ta por con­ti­nuar una supues­ta tradición añeja apun­ta, por un lado, a una fal­ta de cono­ci­mien­to del pasa­do y, por el otro, a inten­cio­nes de mani­pu­lar artículos cul­tu­ra­les con fines políticos. A veces, las nue­vas for­mas de yoga también provocarán acu­sa­cio­nes por su fal­ta de ape­go a la tradición, o recha­zo a cau­sa de con­fe­sio­nes reli­gio­sas par­ti­cu­la­res; en ambos casos se con­ci­be el yoga como una práctica inhe­ren­te­men­te “hin­dú”. Ambos fenómenos pue­den arti­cu­lar­se con­jun­ta­men­te, des­de luego.

Aho­ra bien: la elección del 21 de junio no es casual: se tra­ta del sols­ti­cio de verano y del día más lar­go del año, razón por la cual el sol bri­lla más. Esto hace infe­rir que la integración del sūr­ya-namas­kā­ra esta­ba con­si­de­ra­da por los orga­ni­za­do­res de la celebración y por el pro­pio Modi des­de los albo­res de la campaña por el IDY. De hecho, casi todas las imágenes pro­mo­cio­na­les sugie­ren o evo­can de mane­ra explícita a una per­so­na que hace reve­ren­cias al sol. Las reac­cio­nes sus­ci­ta­das obli­ga­ron a dar mar­cha atrás a su inclusión en el pro­gra­ma del 21 de junio de 2015, aun­que las ten­sio­nes no se eli­mi­na­ron del todo.

Otro pun­to de con­tro­ver­sia rela­cio­na­da se refie­re a los esfuer­zos guber­na­men­ta­les por intro­du­cir cla­ses de yoga en los nive­les edu­ca­ti­vos básicos, con el fin de mejo­rar el adies­tra­mien­to físico de los niños. ¿Qué objeción podría haber? Si el yoga apor­ta bene­fi­cios a la salud, a pri­me­ra vis­ta resul­ta posi­ti­va su implementación en las escue­las. Bueno, uno de los pun­tos en jaque es que a menu­do la práctica del yoga va acompañada de la repetición del man­tra OM, una sílaba sagra­da en espe­cial para los hindúes. Como con el sūr­ya-namas­kā­ra, la sílaba OM con­lle­va una inequívoca orientación reli­gio­sa que ha resul­ta­do incómoda sobre todo para algu­nos sec­to­res musul­ma­nes. El hecho de que sus hijos sean ins­ta­dos a repe­tir pala­bras como hari y om, o a hacer los Salu­dos al Sol, es expe­ri­men­ta­do como una afren­ta que hie­re sus sen­si­bi­li­da­des reli­gio­sas, pues­to que repre­sen­ta un cul­to com­ple­ta­men­te ajeno a las esti­pu­la­cio­nes del Corán.

Si, como pare­cer ser, detrás de la concepción del yoga pro­pul­sa­da por la campaña del IDY se encuen­tran las nocio­nes de Iyen­gar y otros difu­so­res afi­nes, no debe­mos per­der de vis­ta el hecho de que tan­to Iyen­gar como Jois “pre­sen­ta­ban sus res­pec­ti­vas visio­nes del yoga [situa­das] cla­ra­men­te den­tro de un con­tex­to filosófico y reli­gio­so.” Esta asociación es muy difícil de pasar por alto, sobre todo den­tro del sub­con­ti­nen­te. Para algu­nos sec­to­res no hin­duis­tas, la pro­pa­gan­da del IDY fue no sólo incómoda, sino aun vis­ta con rece­lo y sos­pe­cha. De este modo, el AIMPLB cele­bró un con­cla­ve en agos­to de 2015 don­de se aten­dió este asun­to de mane­ra par­ti­cu­lar; en esa ocasión, uno de los ora­do­res decla­ró que: “Hay una seria ame­na­za a nues­tra religión. Exis­te un propósito sinies­tro de impo­ner el “dhar­ma brahmán” a través del yoga, el sūr­ya-namas­kā­ra y la cul­tu­ra védica. Todo ello está en con­tra de las creen­cias islámicas.” Si bien es alta­men­te dudo­so que el yoga, tal y como lo cono­ce­mos hoy en día, ten­ga una relación direc­ta con la cul­tu­ra védica (o, para el caso, la “antigüedad” de los Salu­dos al Sol), lo impor­tan­te es la asociación inme­dia­ta que se esta­ble­ce en la men­te del público. Lo mis­mo suce­de fue­ra de India; pero den­tro, dicha asociación hace reso­nar melodías dis­tin­tas: no las de una armonía exótica y espi­ri­tual, sino la cacofonía del enfren­ta­mien­to identitario.

Los voce­ros del gobierno y los orga­ni­za­do­res del even­to estu­vie­ron tra­tan­do de ase­gu­rar al público que el acon­te­ci­mien­to bus­ca­ba invo­car un orgu­llo nacio­nal, más que resal­tar algu­na iden­ti­dad reli­gio­sa en par­ti­cu­lar. “Es el ini­cio de una nue­va era de paz y armonía”, fue­ron las pala­bras de Modi al refe­rir­se a la decisión posi­ti­va de la ONU con res­pec­to del Día Inter­na­cio­nal del Yoga. Al con­si­de­rar la his­to­ria de la India moder­na y aun la carre­ra política de Modi, se pue­de infe­rir que el pri­mer minis­tro indio cuen­ta con una agen­da que no nece­sa­ria­men­te con­si­de­ra la inclusión abier­ta de todas las comu­ni­da­des reli­gio­sas en el sur de Asia. Esta es una agen­da pro­pul­sa­da inten­sa­men­te por la Asociación de Volun­ta­rios Nacio­na­les, o RSS, una organización nacio­na­lis­ta de ultra­de­re­cha en la cual ha mili­ta­do Naren­dra Modi. Como apun­ta una reco­no­ci­da figu­ra inte­lec­tual en India: “Los repre­sen­tan­tes del RSS en el gobierno están tra­tan­do de impo­ner su versión de la cul­tu­ra india, y su com­por­ta­mien­to indi­ca que tra­tan a la cul­tu­ra como un medio de dominación política”. Al refle­xio­nar sobre el yoga moderno, Stuart Sar­bac­ker apun­ta lo siguiente:

Entre los que están fue­ra de un con­tex­to indio, el yoga está aso­cia­do de mane­ra posi­ti­va con lo exótico y lo espi­ri­tual; den­tro de India, está aso­cia­do con la popularización de una tradición nati­va, con un sen­ti­do de la impor­tan­cia de la práctica como par­te de una tradición hin­duis­ta de la renuncia.

En otras pala­bras: mien­tras que para los sim­pa­ti­zan­tes glo­ba­les la noción de yoga sus­ci­ta ideas favo­ra­bles y opti­mis­tas, para otros repre­sen­ta o insinúa una iden­ti­dad cul­tu­ral y reli­gio­sa indu­da­ble. Para algu­nos sec­to­res, por con­si­guien­te, la campaña por el IDY rezu­ma­ba imposición y ponía en entre­di­cho la liber­tad de cul­to. De hecho, esto bien pudo haber sido una reacción anti­ci­pa­da y has­ta espe­ra­da, pues “La RSS pros­pe­ra con la animadversión. Se hubie­ran dis­gus­ta­do pro­fun­da­men­te si los musul­ma­nes no hubie­ran levan­ta­do obje­cio­nes con­tra la imposición del yoga.” Para poner­lo una vez más de mane­ra cla­ra: por un lado, encon­tra­mos una can­ti­dad con­si­de­ra­ble­men­te gran­de de per­so­nas en el mun­do que vie­ron con bue­nos ojos la campaña por un IDY; por el otro, en la tie­rra natal del yoga, se pro­du­je­ron rece­los y se levan­ta­ron sospechas.


4. La pro­pa­gan­da: el dis­cur­so y las nocio­nes sobre el yoga

Tras la ini­cia­ti­va pre­sen­ta­da por Naren­dra Modi ante las Nacio­nes Uni­das, y su pos­te­rior aceptación, tuvo lugar una pro­pa­gan­da muy fuer­te para difun­dir el logro en torno del IDY. Hubo circulación de muchos videos pro­mo­cio­na­les con acto­res y figu­ras públicas en dis­tin­tas pla­ta­for­mas, y en varias len­guas, que anti­ci­pa­ron e hicie­ron pro­pa­gan­da del even­to del 21 de junio de 2015. Uno de los lemas con que se “ven­dió” al público en gene­ral el apo­yo fue Live Life To Its Fullest, o “Vive la vida a ple­ni­tud”. Por supues­to, el lema invo­ca el bien­es­tar físico y espi­ri­tual que se cree pue­de pro­por­cio­nar el yoga. Al mis­mo tiem­po, y toman­do en cuen­ta el dis­cur­so de Modi ante las nacio­nes Uni­das, se pue­den escu­char ecos de un yoga inte­gral, tal y como lo exponía Swa­mi Yogen­dra, uno de los artífices del lla­ma­do neo-hatha­yo­ga. Yogen­dra pen­sa­ba que el yoga se rela­cio­na­ba no sólo con el bien­es­tar o la liberación indi­vi­dual, sino también con “el carácter semi­nal den­tro de toda la socie­dad de la huma­ni­dad”. No es muy dis­tin­to de la ten­ta­ti­va de Modi por pre­sen­tar el yoga como una solución idónea para los males del mun­do. Es decir que el yoga que ofre­ce Modi no es el de Patañjali, sino el que se fue crean­do a par­tir de la con­fluen­cia de un sinfín de ten­den­cias, ideologías y pers­pec­ti­vas des­de más o menos fines del siglo XIX e ini­cios del siglo XX.

Simultáneamente –y por esto mis­mo–, siem­pre hay un espa­cio espec­tral, por así lla­mar­lo, don­de resul­ta ambi­gua la for­ma en que se tra­ta de pre­sen­tar el yoga. Recien­te­men­te se ha inten­ta­do también, con mayo­res bríos que antes, colo­car el yoga en un espa­cio tan­to de educación física como de práctica cura­ti­va. Así, el Vice­mi­nis­te­rio de Salud (āyush man­trā­lay) es un bra­zo guber­na­men­tal que vela­rá por la proyección, sal­va­guar­dia y difusión del yoga, fun­da­do ape­nas en noviem­bre de 2014. Este vice­mi­nis­te­rio tie­ne el intere­san­te nom­bre de Ayur­ve­da, Yoga, Una­ni, Siddha y Homeopatía (cono­ci­do como AYUSH). El AYUSH también se hará car­go de medi­ci­nas tra­di­cio­na­les y a su fren­te se encon­tra­rá Shri­pad Yes­so Naik, quien tomó posesión de la nue­va institución, has­ta aho­ra encua­dra­da como depar­ta­men­to en el Minis­te­rio de Salud. Si aquí se equi­pa­ra el yoga con for­mas tra­di­cio­na­les de curación, ¿dónde que­da su papel de dis­ci­pli­na cor­po­ral, acrobática y/o deportiva?

Invo­lun­ta­ria­men­te, exis­te una espe­cie de tensión acer­ca de cómo eva­luar y enten­der el yoga en el con­tex­to contemporáneo: ¿es una dis­ci­pli­na espi­ri­tual y men­tal, o un tipo de ejer­ci­cio o gim­na­sia, suje­to a las car­gas tri­bu­ta­rias res­pec­ti­vas y vigen­tes en algu­nas par­tes del mun­do? De todo hay un poco, sin lugar a dudas. En la página ofi­cial del gobierno de India para el IDY se mues­tra un des­ple­ga­do o ban­ner que reza: “El yoga no tie­ne que ver con ejer­ci­cio, sino con des­cu­brir la sensación de uni­dad con noso­tros, con el mun­do y con la natu­ra­le­za.” El énfasis aquí es en el papel apa­ci­gua­dor y armo­nio­so del yoga, un reme­dio desea­ble para hacer fren­te a la cre­cien­te vio­len­cia alre­de­dor del mun­do. Esta idea está bien repre­sen­ta­da en el logo­ti­po ofi­cial del IDY, con la combinación de las hojas en colo­res ver­de y café y la silue­ta huma­na en pose de salutación y meditación. El Pro­to­co­lo Común del Yoga, aus­pi­cia­do por el AYUSH, apun­ta que el yoga es “una sutil cien­cia que se cen­tra en lograr la armonía entre la men­te y el cuer­po” y que tie­ne la meta de “lograr la autorrealización”. Naren­dra Modi expre­só que la declaración del IDY repre­sen­ta­ba, “una nue­va era de paz”. Como indi­qué antes, éste no fue exac­ta­men­te el caso den­tro de India mis­ma. Sin embar­go, para defen­der­se de las críticas de imposición reli­gio­sa, Ram­dev decla­ró que el sūr­ya-namas­kā­ra era un ejer­ci­cio. ¿Es, pues, sí o no un ejer­ci­cio? ¿Un ejer­ci­cio pue­de ser una cien­cia? ¿Has­ta qué gra­do una cien­cia pue­de fun­gir como herra­mien­ta para la paz?

En la amal­ga­ma de nocio­nes en torno del yoga que está pre­sen­te tan­to en el dis­cur­so de Modi como en las páginas ofi­cia­les del IDY, pode­mos encon­trar una continuación de la combinación de los dis­cur­sos ela­bo­ra­dos por per­so­na­li­da­des como Iyen­gar, entre otros difu­so­res moder­nos del yoga. Algu­nos estu­dio­sos han adver­ti­do cómo este maes­tro de yoga “desa­rro­lló múltiples nive­les de dis­cur­so que correspondían a los énfasis rela­ti­vos en las impli­ca­cio­nes físicas, energéticas o men­ta­les de la práctica yóguica, una espe­cie de dinámica exotérica-esotérica […] que se des­pren­de de la perfección de la fundamentación del āsa­na del yoga”. Esta mis­ma dinámica es la que, cons­cien­te o incons­cien­te­men­te, invo­có Modi en sus pala­bras ante la ONU en Nue­va York, y es el mis­mo sen­ti­do que repro­du­jo Ban Ki-moon a la pos­tre. A final de cuen­tas, es también el sen­ti­do al que el público en gene­ral –pero sobre todo los prac­ti­can­tes– res­pon­de en lo que con­cier­ne al yoga moderno.

La cuestión de los āsa­nas o pos­tu­ras resul­ta cla­ve para enten­der el yoga moderno. Se tra­ta, en gran medi­da, de un yoga pos­tu­ral que se apo­ya enor­me­men­te en el per­fec­cio­na­mien­to de varias y difíciles pos­tu­ras físicas. El ante­ce­den­te más obvio es el hatha­yo­ga, pero fil­tra­do a través de las metodologías desa­rro­lla­das por el pro­pio Iyen­gar, Krish­na­ma­char­ya o Pat­tabhi Jois, entre otros, ya en pleno siglo XX. El énfasis cor­po­ral se ha vis­to for­za­do a dia­lo­gar con for­mas de yoga más medi­ta­ti­vas. De hecho, la amal­ga­ma dis­cur­si­va los fun­de: “La transformación del yoga moderno en una enti­dad trans­na­cio­nal, una que se extien­de a través de las fron­te­ras cul­tu­ra­les y geográficas, posee raíces en el zeit­geist cos­mo­po­li­tano de la India en la pri­me­ra mitad del siglo XX,” don­de con­flu­ye­ron el dis­cur­so científico, la calis­te­nia y otros fac­to­res como el nacio­na­lis­mo mili­tan­te y has­ta una suer­te de dar­wi­nis­mo social además de la euge­ne­sia. Qui­zá un aspec­to impor­tan­te que también debe des­ta­car­se, es que esta moda­li­dad moder­na ope­ra casi por com­ple­to a través de la len­gua ingle­sa, razón por la cual Mark Sin­gle­ton opta por hablar de un “yoga trans­na­cio­nal anglófono” en lugar de sim­ple­men­te un “yoga moderno”.

Aun­que hay un inten­to por pre­sen­tar al yoga como una metodología que ofre­ce bene­fi­cios físicos, en las citas de la campaña del IDY cla­ra­men­te se acentúa su carácter paci­fi­ca­dor, jus­to para poder cir­cuns­cri­bir­lo den­tro del dis­cur­so glo­bal sobre la paz. Sin embar­go, ello no evi­ta que en dis­tin­tas lati­tu­des haya per­so­na­li­da­des, inclu­so fun­cio­na­rios, del mun­do depor­ti­vo que lo apo­yan. Como men­cio­né al prin­ci­pio de este tex­to, en la celebración de la Ciu­dad de México estu­vo pre­sen­te el repre­sen­tan­te del Ins­ti­tu­to del Depor­te; en comparación, la pre­sen­cia de per­so­na­li­da­des reli­gio­sas o acti­vis­tas paci­fis­tas fue insignificante.

En los dis­cur­sos tan­to ofi­cia­les como popu­la­res en torno del yoga, encon­tra­mos un énfasis en las pala­bras o nocio­nes de “depor­te” y “men­te”, pero hay una cla­ra ambigüedad al res­pec­to: cier­ta­men­te es una dis­ci­pli­na más o menos cor­po­ral que pue­de apor­tar bene­fi­cios físicos, pero al mis­mo tiem­po también se le aso­cia con bene­fi­cios “men­ta­les”, con lo que se entra en terre­nos espi­ri­tua­les. Aun­que fue­ra del sur de Asia la gen­te cada vez más ve el yoga como una dis­ci­pli­na física, lo cier­to es que en India posee cla­ras impli­ca­cio­nes reli­gio­sas. El yoga secu­lar es en gran medi­da un fenómeno moderno y “occi­den­tal” que ha ter­mi­na­do por influir en algu­nos sec­to­res en el sur de Asia. Al mis­mo tiem­po, tam­po­co se pue­de negar la influen­cia del “efec­to piz­za” en los cen­tros urba­nos de India, don­de también cada vez más se pue­de acu­dir a “estu­dios de yoga” don­de hay ins­truc­to­res, y no yoguis renun­cian­tes, a car­go de las sesiones.

El yoga se ha con­ver­ti­do sin duda en un artículo cul­tu­ral reco­no­ci­ble en todo el orbe: aho­ra resul­ta más cla­ro que nun­ca. Su esta­tus, además, pare­ce estar más encum­bra­do que otras prácticas lige­ra­men­te afi­nes, como el kara­te o el kung-fu, que están inde­fec­ti­ble­men­te enmar­ca­das como dis­ci­pli­nas mar­cia­les. Pero no pode­mos dejar de adver­tir las dife­ren­tes nocio­nes en torno del yoga que pare­cen con­fluir, no siem­pre de mane­ra armónica, en los dis­cur­sos trans­na­cio­na­les, sobre todo den­tro de la campaña por el IDY. Qui­zá lo más evi­den­te es que no hay un solo yoga: “Gra­cias a su posición den­tro de un nexo dinámico y trans­na­cio­nal de cono­ci­mien­to y práctica, en el cual dis­cur­sos diver­gen­tes com­pi­ten por la primacía, tie­ne poco sen­ti­do hablar de un solo yoga uni­ta­rio”. Al hacer del yoga un moti­vo de celebración en el calen­da­rio glo­bal reco­no­ci­do por la ONU, se abre la incógnita de a quién le per­te­ne­ce el yoga. Es dife­ren­te la situación de los artículos, tra­di­cio­nes o acti­vi­da­des decla­ra­dos como patri­mo­nio de la huma­ni­dad. En aque­llos casos, la UNES­CO reco­no­ce un valor inma­te­rial y no cuan­ti­fi­ca­ble en com­po­nen­tes par­ti­cu­la­res de una cul­tu­ra nacio­nal en específico.


5. Con­clu­sio­nes: cues­tio­nes para seguir considerando

La instauración de un día dedi­ca­do espe­cial­men­te al yoga pue­de hacer­nos infe­rir varias cosas, las cua­les se deben ir aqui­la­tan­do de mane­ra cui­da­da y sen­sa­ta. Mien­tras algu­nos pun­tos resul­tan obvios –aun­que escon­den impli­ca­cio­nes impor­tan­tes–, otros resul­tan menos evi­den­tes y supo­nen problemáticas serias que atañen tan­to a la his­to­ria de las reli­gio­nes, como a la política contemporánea.

La actual administración de India ha demos­tra­do poseer cua­li­da­des de lide­raz­go e influen­cia política inne­ga­bles, pues no tomó más de tres meses después del dis­cur­so de Modi para que las Nacio­nes Uni­das decre­ta­ran el IDY. El soft power o “poder blan­do” de India pare­ce estar abriéndose paso de mane­ra fir­me, al tiem­po que el cre­ci­mien­to económico del país no quie­re per­der terreno ante la otra poten­cia asiática, es decir Chi­na. Antes de bajar del podio el 21 de junio de 2015, Modi dijo que ese día no habría un solo lugar en el mun­do que no fue­ra alcan­za­do por el yoga. No sólo se tra­ta de una analogía con el sol, sino que cons­ti­tu­ye una mane­ra bas­tan­te metafórica de refe­rir­se a las espe­ran­zas de una poten­cial influen­cia india en el mun­do político y económico, del alcan­ce de su poder blan­do. Hace ape­nas unos años, a ini­cios de enero de 2014, el ya men­cio­na­do Baba Ram­dev sos­tu­vo que Modi había demos­tra­do su lide­raz­go. Dos años después, las pala­bras de Ram­dev pare­cen resul­tar aún más ciertas.

Este logro diplomático, al pare­cer ino­cuo, repre­sen­ta una mane­ra bas­tan­te sutil de inser­tar­se en el dis­cur­so inter­na­cio­nal en favor de la paz, pero en par­ti­cu­lar en el que cen­su­ra categóricamente el terro­ris­mo, por definición vio­len­to. En el dis­cur­so ante la ONU, Modi dijo que “La anti­gua sabiduría de la India mira al mun­do como una sola fami­lia”. Habló enton­ces de una nece­si­dad de fomen­tar y estre­char lazos fra­ter­na­les entre las nacio­nes, en par­te para hacer­le fren­te al terro­ris­mo en el mun­do. Jun­tos, señaló Modi, tene­mos que tra­ba­jar en pos de una “paz genui­na”. No obs­tan­te, como he señalado, en el ámbito nacio­nal lo que se gene­ró a par­tir de la campaña por el IDY fue desazón y males­tar social, un resul­ta­do que segu­ra­men­te el gobierno de Modi tenía previsto.

El interés de Modi por lograr un reco­no­ci­mien­to como éste pue­de tener diver­sas moti­va­cio­nes o impli­ca­cio­nes. Enu­me­ra­ré cuatro:

a) La búsqueda de Modi por dejar una fuer­te impron­ta en la cul­tu­ra global.
b)  Un apo­yo tácito a la “hin­dui­dad” (hin­dut­va) de la India por enci­ma de otros gru­pos reli­gio­sos y culturales.
c)  El supues­to de que el lega­do cul­tu­ral de India pue­de ope­rar como un ítem comer­cial de alcan­ces inmen­sos: tan sólo en los Esta­dos Uni­dos, el yoga repre­sen­ta ganan­cias de alre­de­dor de 27 mil m.d.d. Nótese que en su gira de 2016 en Latinoamérica, la can­tan­te Mado­na soli­ci­tó los siguien­tes lujos, faci­li­da­des y artículos: can­de­la­bros de oro, man­te­les de seda, trein­ta guar­da­es­pal­das, un acu­pun­tu­ris­ta, un moni­tor de yoga y varios chefs de comi­da vege­ta­ria­na, entre otras cosas. (La die­ta y la salud, pues, son artículos comer­cia­li­za­bles y lujo­sos). Podría decir­se que el yoga, jun­to con las espe­cias y el cine de Bolly­wood, exi­gen del mun­do una suer­te de regalías simbólicas y políticas, y el gobierno de Modi pre­ten­de cobrar­las. No olvi­de­mos tam­po­co que el fenómeno de lo que podríamos lla­mar “turis­mo yóguico” se tra­du­ce en gran­des bene­fi­cios económicos para sitios y cen­tros de capacitación como Rishikesh.
d)  El yoga trans­na­cio­nal es un fenómeno impre­ci­so que bro­ta de una amal­ga­ma de fac­to­res e ideas pre­con­ce­bi­das, don­de el acen­to pue­de tran­si­tar de lo espi­ri­tual a lo cor­po­ral, de lo autóctono a lo glo­bal, según las nece­si­da­des del momen­to o de quien invo­que el yoga en su discurso.
Los pun­tos de reflexión que he señalado for­man una par­te impor­tan­te de una agen­da política y cul­tu­ral del apa­ra­to guber­na­men­tal de la India y muy posi­ble­men­te de la dere­cha hin­dú. Atañe, sin embar­go, a todo el país surasiático de mane­ra direc­ta, como demues­tran las ten­sio­nes que este acon­te­ci­mien­to ha sus­ci­ta­do. Además, lla­man la atención las for­mas en que se ha tra­ta­do de invo­car una supues­ta esen­cia del yoga. Para la His­to­ria de las Reli­gio­nes, este capítulo con­den­sa una lar­ga tra­yec­to­ria de defi­ni­cio­nes y rede­fi­ni­cio­nes, pero que se pro­yec­tan de modos nove­do­sos. Otras dis­ci­pli­nas bien pue­den tra­tar de lidiar con este asun­to a través de las arti­cu­la­cio­nes del poder blan­do, un aspec­to que no se ha desa­rro­lla­do aquí. Lo que he inten­ta­do sobre todo es indi­car que el tema del IDY encie­rra diver­sas aris­tas y, en con­se­cuen­cia, he que­ri­do suge­rir posi­bles rutas de análisis.

Por tra­tar­se de un tema tan recien­te, no con­ta­mos aún con sufi­cien­tes eva­lua­cio­nes. Fal­ta reu­nir mayor can­ti­dad de evi­den­cias y mate­rial rele­van­te, pero también fal­ta aguar­dar por los modos en que este nue­vo capítulo en la his­to­ria del yoga irá desenvolviéndose. Si bien hay una can­ti­dad impor­tan­te de notas de pren­sa, es nece­sa­rio ela­bo­rar estu­dios más pro­fun­dos que per­mi­tan impri­mir mar­cos teóricos apro­pia­dos y com­pren­si­vos. No sólo se tra­ta de enten­der los meca­nis­mos políticos que han entra­do en jue­go, sino también de poder eva­luar con jui­cio y un pano­ra­ma amplio los modos como situar este nue­vo ava­tar del yoga en su lar­ga his­to­ria. Este yoga –o yogas– que es aho­ra de todos nos invi­ta a con­cer­tar mira­das y críticas finas e intros­pec­ti­vas. Fiel a su his­to­ria, el yoga continúa sien­do una tradición en cons­tan­te transformación, una que a su vez trans­for­ma el entorno inter­na­cio­nal y rede­fi­ne las categorías de paz, bien­es­tar y poder cultural.


 

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    128 Muñoz, A. ’Ilu. Revis­ta de Cien­cias de las Reli­gio­nes 21 2016: 115–128
  • TNN & Agen­cies, “PM Modi seeks to turn yoga record on its head as India stret­ches soft power”, The Times of India, 21 de junio de 2015, http://timesofindia.indiatimes.com/ india/PM-Modi-seeks-to-turn-yoga-record-on-its-head-as-India-stretches-softpower/articleshow/47756880.cms?utm_source=TOInewHP_TILwidget&utm_ medium=ABtest&utm_campaign=TOInewHP [acce­so: 04/02/16].

El Dr. Adrián Muñoz es indó­lo­go e his­to­ria­dor de las reli­gio­nes. Estu­dió una licen­cia­tu­ra en lite­ra­tu­ra ingle­sa en la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co y obtu­vo un doc­to­ra­do en estu­dios sáns­cri­tos en El Cole­gio de Méxi­co, don­de tam­bién cur­só el Pro­gra­ma para la For­ma­ción de Tra­duc­to­res. Labo­ra como pro­fe­sor-inves­ti­ga­dor en el Cen­tro de Estu­dios de Asia y Áfri­ca de El Cole­gio de Méxi­co, don­de tam­bién es coor­di­na­dor aca­dé­mi­co del pro­gra­ma de maes­tría; al mis­mo tiem­po, impar­te cur­sos en la Facul­tad de Filo­so­fía y Letras de la UNAM. Es miem­bro del Sis­te­ma Nacio­nal de Inves­ti­ga­do­res. Ha rea­li­za­dos estan­cias de inves­ti­ga­ción en India y en Nepal.

Sus prin­ci­pa­les áreas de inves­ti­ga­ción son la his­to­ria tex­tual y lite­ra­ria del yoga, las tra­di­cio­nes tán­tri­cas, los movi­mien­tos reli­gio­sos en el sur de Asia, y la lite­ra­tu­ra com­pa­ra­da. Ha publi­ca­do artícu­los aca­dé­mi­cos, rese­ñas y tra­duc­ción de tex­tos sáns­cri­tos en las revis­tas Estu­dios de Asia y Áfri­ca, Amal­tea-Revis­ta de mito­crí­ti­ca, ‘Ilu. Revis­ta de Cien­cias de las Reli­gio­nes, Huma­nia del Sur, Acta poé­ti­ca, Nova tellus, Revis­ta cien­tí­fi­ca Gui­ller­mo de Ockham, Poli­gra­fías. Revis­ta de Teo­ría lite­ra­ria y Lite­ra­tu­ra com­pa­ra­da, y el Anua­rio de Letras Moder­nas. Fue tra­duc­tor cola­bo­ra­dor en Ham­let, prín­ci­pe de Dina­mar­ca, edi­ción a car­go de María Enri­que­ta Gon­zá­lez Padi­lla. Es autor de los libros Radio­gra­fía del hatha­yo­ga (Méxi­co, 2016), La piel de tigre y la ser­pien­te: la iden­ti­dad de los nath-yoguis a tra­vés de sus leyen­das (Méxi­co, 2010) y Los ver­sos satá­ni­cos de Bla­ke (Méxi­co, 2011). Asi­mis­mo, fue coedi­tor de Yogi Heroes and Poets: His­to­ries and Legends of the Naths (Nue­va York, 2012).

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