Cuentan que el gran yogui Padmasambhava, también conocido como Guru Rimpoche o “maestro precioso”, guiado por visiones y sueños, viajó durante mucho tiempo, yendo de un lugar a otro solicitando enseñanzas e iniciaciones a yoguis y yoguinis, buscando grandes sabios y sabias, maestros y maestras.
A medida que iba progresando en sus aptitudes, madurando y desarrollando sus habilidades y poderes en beneficio de todos los seres sensibles, su fama se extendía hacia lejanos países, Tibet, Bután, China, Nepal… De donde, en muchas ocasiones, era requerido por grandes sabios, monjes y Reyes para ayudar en algunas situaciones poco comunes.
Así fue como Padmasambhava fue llamado por el 38º Rey del Tibet, Trisong Deutsen, para ayudar con unos espíritus malignos que se oponían a la construcción del Monasterio de Samye provocando una devastadora sequía en Lasha. Padmasambhava emprendió su viaje por el Tibet venciendo y dominando, con sus poderes tántricos, a los espíritus malignos que encontraba por el camino, y cuando llegó a palacio, conoció a la que sería su más grande y amada discípula, Yeshe Tsgyal, compañera y consorte.
Un día oyó hablar de la Reina Suprema de todas las dakinis, la yoguini sumamente realizada «Sabiduría Secreta» y viajó hasta elcementerio del “Bosquecillo de Sándalo”, lugar en donde la reina de las dakinis tenía su palacio. Después de caminar durante 5 largas jornadas, Padmasambhava llegó
hasta el cementerio, y se sentó a esperar a la puerta de un castillo adornado con millones de burlonas calaveras. No tardó en salir una joven porteadora de agua. Padmasambhava intentó hablar con ella, pero Kumari, que así se llamaba la joven, siguió portando el agua en las grandes vasijas de bronce que colgaban de un pesado yugo sobre sus hombros, ignorando al yogui. Padmasambhava insistió, pero Kumari siguió acarreando el agua silenciosamente, haciendo caso omiso a las palabras del Guru.
El gran yogui perdió la paciencia y haciendo uso de sus magníficos poderes yóguicos clavó mágicamente las pesadas vasijas en el suelo, que se hundieron varios centímetros en la tierra. Kumari ni siquiera intentó volver a levantarlas y quitándose el yugo y las cuerdas de los hombros se acercó a Padmasambhava diciendo: «Has desarrollado grandes poderes como Yogui. Padmasambhava, déjame, que yo te muestre, …ahora.»
Lentamente, Kumari, elevo el brazo izquierdo y, haciendo un giro con la muñeca y los cinco dedos en el aire, descorrió un velo de invisibilidad del que sacó un pequeño cuchillo de cristal en forma de media luna, y, sin pestañear, se lo clavó en el esternón, desgarrando su cuerpo desde el centro del corazón hasta el pubis mostrando a un Padmasambhava, petrificado, el interior de su cuerpo: un vasto espacio sin límites, revelando así su sabiduría: el mandala completo de los tantras interiores; 42 deidades apacibles adornando su torso superior y cabeza y 58 deidades airadas guardando el torso inferior. Visión completa de la naturaleza última de la realidad, espejo de uno mismo en todas las facetas, airadas y apacibles, experiencia vital desgarradora de la que no puedes volver siendo el mismo.
El Gran Padmasambhava, el segundo Buda, ante el que grandes reyes y acaudalados nobles se inclinaban, cayó de rodillas aterrorizado y avergonzado por no haberse dado cuenta de con quién estaba tratando y se postró humildemente ante ella.
Kumari, le sujetó amorosamente los brazos, sonrió y le dijo dulcemente: «Yo solo soy la doncella. Ven ahora conmigo, mi Señora te espera» y recogiendo de nuevo las vasijas sobre sus hombros, con un gesto le invitó a que la siguiera al interior del castillo de «Sabiduría Secreta».
Evan Martínez – Kiran
2 Comentarios. Dejar nuevo
Me encanta leer estos relatos,de cada uno aprendo algo nuevo
Extraordinaria historia…me encanta…gracias