Una flor no puede ser forzada a abrirse, se nos desharía entre las manos.
En nuestro camino de crecimiento existen múltiples etapas que, si bien las superaremos, nos brindarán mayores regalos en cuanto nos dejemos vivirlas plenamente, sin la prisa de la efectividad con la que nos dieron de mamar socialmente. Necesitamos disfrutar de nuestros ritmos naturales y darnos la alegría de lo espontáneo.
Parece que sean términos contradictorios, disciplina y espontaneidad, pero el bailarín, el tejedor, el campesino, el zapatero, el tallador ¿no tienen algo en común? Se iniciaron y por repetición sus manos crean, sus cuerpos se mueven, las respuestas vienen y, sin embargo, no dirigen ya sus manos ni sus cuerpos sino es su cuerpomente el que sabe mientras ellos viven ya el gozo detrás de la habilidad.
La mente meditativa es una flor que se va abriendo a su momento, nosotros nos disciplinamos para que la mente, como el cuerpo del bailarín a su danza, se abra a su sabiduría y el gozo aparezca fluido y natural. Así, practicamos una disciplina, una técnica concreta, a la que nos abandonamos hasta que la mente suelte todas las pretensiones y presiones y pueda relajarse ante ello, surgiendo entonces lo que hasta ese momento estaba oculto.
Yoga contiene disciplina pero no es solo disciplina y no debemos de confundiros con el culto al cuerpo o a cualquier otro antojo del ego. Un atleta no tiene las mismas intenciones que un yogui como, por ejemplo, la ausencia de vacío existencial o la ausencia de la ignorancia que causa el sufrimiento, y un yogui no compite como un atleta, ni siquiera consigo mismo.
El desarrollo de la técnica implica esfuerzo, un desarrollo que actúa sobre el plano físico y psico-sensorial por lo que tampoco debemos confundirnos con prácticas complacientes donde nuestra mente indagadora y anhelante de lo eterno se marchite.
Es sencillo, cultivamos nuestra voluntad para poder rendirla.
Y ¿como alguien que no es disciplinado lo consigue? ¿como alguien llega a sentir yoga? Mediante la práctica de yoga, es decir, es el medio y el fin, en yoga el camino y la meta se dan a la vez en un proceso de transformación evolutivo.
Tal vez fracases muchas veces pero son errores correctos, sigue adelante, cada vez te será más fácil en la medida que la práctica esté en tu vida. No te compares con ningún yogui ni con la idea de lo que es un yogui, tu no eres un producto ni vas a ningún mercado, déjate hacer sin juicio.
Como vemos el desarrollo de la disciplina o “Tapas” es de vital importancia y conlleva esfuerzo constante y a largo plazo, para despertar Tapa, el fuego necesario para movilizar la kundalini, veamos sus etapas:
1. Esfuerzo y Relajación.
Aprender sobre el esfuerzo inteligente o la supresión del esfuerzo inútil, en asana o en nuestra postura ante la vida.
2. Profundización en la ascesis.
Algunas cosas que contienen son el pranayama, la alimentación, los pensamientos y la comunicación.
Cuando hay cierta maduración verdadera en la práctica:
3. Reducción de las aflicciones o kleshas:
Ignorancia de lo eterno, ego o confusión de la conciencia, apego, el par pasión‑aversión.
4. Comprensión de uno mismo y dominio de los temores.
Aumenta la capacidad de concentración al mismo tiempo que surge el constante buen humor, sereno y distendido.
Finalmente el gozo.
5. Estabilidad en la sabiduría.
La mente pierde sus inercias, tumultos, ansiedades y pasiones.
Sobreviene el entendimiento profundo, la capacidad de darse cuenta de lo que hay y brota la dicha.
Estas etapas deben revaluarse continuamente para finalmente darse todo en todo momento trascendiendo el camino de la voluntad.
Siri Tapa