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Pari­na­ma II. El desa­rro­llo de la disciplina

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Una flor no pue­de ser for­za­da a abrir­se, se nos desharía entre las manos.

En nues­tro camino de cre­ci­mien­to exis­ten múltiples eta­pas que, si bien las supe­ra­re­mos, nos brindarán mayo­res rega­los en cuan­to nos deje­mos vivir­las ple­na­men­te, sin la pri­sa de la efec­ti­vi­dad con la que nos die­ron de mamar social­men­te. Nece­si­ta­mos dis­fru­tar de nues­tros rit­mos natu­ra­les y dar­nos la alegría de lo espontáneo.

Pare­ce que sean términos con­tra­dic­to­rios, dis­ci­pli­na y espon­ta­nei­dad, pero el bailarín, el teje­dor, el cam­pe­sino, el zapa­te­ro, el talla­dor ¿no tie­nen algo en común? Se ini­cia­ron y por repetición sus manos crean, sus cuer­pos se mue­ven, las res­pues­tas vie­nen y, sin embar­go, no diri­gen ya sus manos ni sus cuer­pos sino es su cuer­po­men­te el que sabe mien­tras ellos viven ya el gozo detrás de la habilidad.

La men­te medi­ta­ti­va es una flor que se va abrien­do a su momen­to, noso­tros nos dis­ci­pli­na­mos para que la men­te, como el cuer­po del bailarín a su dan­za, se abra a su sabiduría y el gozo apa­rez­ca flui­do y natu­ral. Así, prac­ti­ca­mos una dis­ci­pli­na, una técnica con­cre­ta, a la que nos aban­do­na­mos has­ta que la men­te suel­te todas las pre­ten­sio­nes y pre­sio­nes y pue­da rela­jar­se ante ello, sur­gien­do enton­ces lo que has­ta ese momen­to esta­ba oculto.

Yoga con­tie­ne dis­ci­pli­na pero no es solo dis­ci­pli­na y no debe­mos de con­fun­di­ros con el cul­to al cuer­po o a cual­quier otro anto­jo del ego. Un atle­ta no tie­ne las mis­mas inten­cio­nes que un yogui como, por ejem­plo, la ausen­cia de vacío exis­ten­cial o la ausen­cia de la igno­ran­cia que cau­sa el sufri­mien­to, y un yogui no com­pi­te como un atle­ta, ni siquie­ra con­si­go mismo.

El desa­rro­llo de la técnica impli­ca esfuer­zo, un desa­rro­llo que actúa sobre el plano físico y psi­co-sen­so­rial por lo que tam­po­co debe­mos con­fun­dir­nos con prácticas com­pla­cien­tes don­de nues­tra men­te inda­ga­do­ra y anhe­lan­te de lo eterno se marchite.

Es sen­ci­llo, cul­ti­va­mos nues­tra volun­tad para poder rendirla.

Y ¿como alguien que no es dis­ci­pli­na­do lo con­si­gue? ¿como alguien lle­ga a sen­tir yoga? Median­te la práctica de yoga, es decir, es el medio y el fin, en yoga el camino y la meta se dan a la vez en un pro­ce­so de transformación evolutivo.

Tal vez fra­ca­ses muchas veces pero son erro­res correc­tos, sigue ade­lan­te, cada vez te será más fácil en la medi­da que la práctica esté en tu vida. No te com­pa­res con ningún yogui ni con la idea de lo que es un yogui, tu no eres un pro­duc­to ni vas a ningún mer­ca­do, déjate hacer sin juicio.

Como vemos el desa­rro­llo de la dis­ci­pli­na o “Tapas” es de vital impor­tan­cia y con­lle­va esfuer­zo cons­tan­te y a lar­go pla­zo, para des­per­tar Tapa, el fue­go nece­sa­rio para movi­li­zar la kun­da­li­ni, vea­mos sus etapas:

1. Esfuer­zo y Relajación.

Apren­der sobre el esfuer­zo inte­li­gen­te o la supresión del esfuer­zo inútil, en asa­na o en nues­tra pos­tu­ra ante la vida.

2. Profundización en la ascesis.

Algu­nas cosas que con­tie­nen son el pra­na­ya­ma, la alimentación, los pen­sa­mien­tos y la comunicación.

Cuan­do hay cier­ta maduración ver­da­de­ra en la práctica:

3. Reducción de las aflic­cio­nes o kleshas:

Igno­ran­cia de lo eterno, ego o confusión de la con­cien­cia, ape­go, el par pasión‑aversión.

4. Comprensión de uno mis­mo y domi­nio de los temores.

Aumen­ta la capa­ci­dad de concentración al mis­mo tiem­po que sur­ge el cons­tan­te buen humor, sereno y distendido.

Final­men­te el gozo.

5. Esta­bi­li­dad en la sabiduría.

La men­te pier­de sus iner­cias, tumul­tos, ansie­da­des y pasiones.
Sobre­vie­ne el enten­di­mien­to pro­fun­do, la capa­ci­dad de dar­se cuen­ta de lo que hay y bro­ta la dicha.

Estas eta­pas deben reva­luar­se con­ti­nua­men­te para final­men­te dar­se todo en todo momen­to tras­cen­dien­do el camino de la voluntad.

Siri Tapa

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