Cuando eres capaz de palpar los elementos más sutiles de la realidad te apercibes para dar un paso más en tu proceso de transformación. Es entonces cuando ese “salto cuántico”, que te permite acercarte un poco más a quién eres, se aleja de la pura intuición para materializarse definitivamente. Cuando te permites sentir, sin tamizar esas emociones a través de la mente, cuando te permites percibir, en la más amplia acepción de la palabra, es entonces y sólo entonces cuando Sabes.
A poco de pisar la fresca hierba en nuestro retiro en Olot fui consciente de que mi nivel de ansiedad disminuía hasta quedar bajo cero. A diferencia del año anterior no esperaba nada en concreto, sin embargo, sí había cierta inquietud en mi interior. Con todo, el hecho de permitir que el calor vibrante emanado del sol me empapara, que la fresca brisa me envolviera abrazándome, que el roce suave aunque incisivo de la hierba me recordara que, al fin, permanecía en contacto directo con la tierra madre, fue definitivo. Por días consentí que mi ser auténtico se dejara poseer por la naturaleza. Permití que ese diamante envuelto en piel, huesos, músculos y vísceras que es mi Alma, se supiera la estrella; muy por encima de procesos mentales, emocionales o dialécticos. Había decidido dejarla trabajar. Aceptar que en cada kriya, en cada meditación, en cada silencio fuera ella y sólo ella, quien asumiera el rol protagonista. Que se convirtiera en la heroína de mi historia, de mis batallas.
En los momentos de Japa, bajo las cúpulas naturales forjada parte indisoluble de la creación. Bajo aquellas catedrales verdes, vivas, percibía mi corazón palpitando al unísono con el latido de la vida: árboles, rocas, tierra, animales, y hasta el propio viento me reconocían. Observar sin juzgar. Escuchar sin temer. Oler con inocencia. Gustar de lo desconocido y permitir, de nuevo, que lo que desde el inicio del universo Es, fuera en mí. Y supe así, tras cada repetición, en cada instante de silencio, qué es eso que intelectualmente denominamos yoga. Y vinieron a mí estos versos de Bécquer: ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mí pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía?
¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.
Mi alma había respondido.
¿Qué es Yoga?
¿Y tú me lo preguntas?
Yoga, eres Tú.
Paloma Insa Rico
Promoción 2014–2016 de Profesores de Kundalini Yoga