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Libros: La Lám­pa­ra Maravillosa

Evan Mar­tí­nez

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Hace unos meses, mien­tras hacía tiem­po pasean­do la mira­da por estan­tes pobla­dos de libros en una cono­ci­da libre­ría del cen­tro, un ejem­plar de “la Lám­pa­ra Mara­vi­llo­sa” de Ramón del Valle-Inclán cap­tó mi aten­ción. Este libro lle­va varios años en mi estan­te­ría y estu­vo deba­jo de mi almoha­da duran­te meses, lo he leí­do en varias oca­sio­nes sin que pier­da un ápi­ce de su encan­to. Al abri­go de sus pági­nas siem­pre encuen­tro sosiego.

Nos encon­tra­mos en un des­or­de­na­do y caó­ti­co mon­tón de libros en un ras­tro, yo bus­ca­ba libri­tos anti­guos de poe­mas cuan­do apa­re­ció: “La Lám­pa­ra Mara­vi­llo­sa. ‑Ejer­ci­cios Espi­ri­tua­les”. El sub­tí­tu­lo me hizo tocar­lo con cui­da­do, como si se tra­ta­se de una señal, un men­sa­je solo para mí. Lo abrí al azar, ojeé y de repen­te leí:

Sé como el rui­se­ñor que no mira la tie­rra des­de la rama ver­de don­de canta.”

En silen­cio, pagué y me sen­té en un ban­co. En un parque.

La edi­to­rial “La Fel­gue­ra” ha reedi­ta­do una joya de la lite­ra­tu­ra espa­ño­la, un libro que ha tar­da­do casi un siglo en vol­ver a las libre­rías, y de qué mane­ra. El libro como obje­to es una mara­vi­lla, igual que la lám­pa­ra que escon­de. Es una deli­cia, las por­ta­das y con­tra­por­ta­das invi­tan a una indis­cre­ta obser­va­ción de lo que ocul­ta, esta edi­ción res­pe­ta el ori­gi­nal tal y como le die­se for­ma defi­ni­ti­va Valle-Inclán en 1922 y las ilus­tra­cio­nes de Moya del Pino, que acom­pa­ña y amplia en sig­ni­fi­ca­dos sim­bó­li­cos los tex­tos a lo lar­go de todo el ensa­yo, hacen del libro un obje­to de arte, un libro ilu­mi­na­do, de esos que ya casi no se hacen. Un libro que se lee y se mira, pero que sobre­to­do se deleita.

Esta­mos ante una guía para artis­tas, poe­tas, mís­ti­cos, bus­ca­do­res espi­ri­tua­les… Un resu­men retó­ri­ca­men­te asom­bro­so de la éti­ca y la esté­ti­ca del autor. Un manual para ini­cia­dos, para aque­llos que sien­ten en su cora­zón la titi­lan­te y sobre­co­ge­do­ra pre­sen­cia de una lla­ma que siem­pre esta en peli­gro de apagarse.

 Valle-Inclán nos invi­ta a un via­je a tra­vés de un len­gua­je bri­llan­te, lleno de sim­bo­lis­mos y de belle­za cega­do­ra, hacia la com­pren­sión del mun­do, de su sen­ti­do ocul­to. A tra­vés de la quie­tud esté­ti­ca, de la obser­va­ción con­tem­pla­ti­va del uni­ver­so eterno más allá del sen­ti­do his­tó­ri­co de las pala­bras, renue­va el idio­ma y se acer­ca a los len­gua­jes musi­ca­les, dotan­do a las dife­ren­tes par­tes del tex­to de un tono y rit­mo que no te deja indi­fe­ren­te. Sin lle­gar a com­pren­der los secre­tos que escon­de, intu­yes la gran­de­za de la ver­dad a la que te invi­ta, refle­xio­nan­do una y otra vez, rebus­can­do entre tus pro­pias palabras.

Y es que Ramón de Valle-Inclán esta­ba en con­tac­to con las teo­rías filo­só­fi­cas y los tra­ta­dos gnós­ti­cos y teo­só­fi­cos del momen­to. Madam Bla­vatsky, los neo­pla­tó­ni­cos, caba­lis­tas, tex­tos her­mé­ti­cos y tra­ta­dos mági­cos, jun­to con su per­so­nal visión de la reli­gión cris­tia­na, son el ger­men de su éti­ca y su esté­ti­ca. El lec­tor, poe­ta, artis­ta, bus­ca­dor espi­ri­tual, es el “pere­grino del mun­do” que empren­de una bús­que­da a tra­vés de sus refle­xio­nes y des­crip­cio­nes poé­ti­cas sobre expe­rien­cias acer­ca de la vida, la mís­ti­ca, su rela­ción con lo espi­ri­tual y la belle­za y las vir­tu­des de la vida con­tem­pla­ti­va, en la que, para el autor, lo inmu­ta­ble es bello y el amor es el comien­zo y el final de todas las cosas.

Es un libro de una lec­tu­ra exi­gen­te. Muchas veces tie­nes la sen­sa­ción de no ter­mi­nar de com­pren­der, pero es que en su ejer­ci­cio para fusio­nar los ele­men­tos dis­pa­res que com­po­nen su visión mís­ti­ca lle­ga a un silen­cio inmó­vil, a una quie­tud.  A una espe­cie de epi­fa­nía estética. 

Este libro pide ser sabo­rea­do len­ta­men­te. Sen­ti­do en cada pala­bra y sus múl­ti­ples dimen­sio­nes: mís­ti­cas, sim­bó­li­cas, esté­ti­cas… para hacer de la lec­tu­ra una reve­la­ción que jue­ga a las tinie­blas con el lec­tor. Músi­ca, Belle­za y Amor son los tres pila­res sobre los que Valle-Inclán sos­tie­ne esta obra, y una y otra vez te invi­ta a experimentarlas.

Ramón de Valle-Inclán, fue poe­ta, dra­ma­tur­go y escri­tor moder­nis­ta, perio­dis­ta y ensa­yis­ta, uno de los auto­res cla­ve de la lite­ra­tu­ra espa­ño­la del siglo XX, tam­bién prac­ti­can­te de esgri­ma. Todo un caba­lle­ro de la épo­ca. Nació el 28 de Octu­bre de 1866 en Villa­nue­va de Aro­sa ( Pon­te­ve­dra) y falle­ció en San­tia­go de Com­pos­te­la el 5 de Enero de 1936. De toda su pro­lí­fi­ca obra des­ta­ca la obra tea­tral «Luces de Bohe­mia», qui­zá la más nom­bra­da y cono­ci­da, ya que con esta obra el autor inau­gu­ró un nue­vo géne­ro tea­tral: el «esper­pen­to». Una defor­ma­da y nue­va mira­da con la que Valle-Inclán hizo de lo gro­tes­co una nue­va for­ma de expresión.

Si bus­cas «Ramón Valle- Inclán» en Goo­gle, y pin­chas en Imá­ge­nes, verás el ros­tro de un drui­da, un mago de bar­ba lar­ga y blan­ca, de un maes­tro, un poe­ta o un mís­ti­co, un señor entra­ña­ble que mira con pro­fun­di­dad a la cáma­ra, con ino­cen­cia. Es como si supie­ra algo que tu no sabes. Como si te invi­ta­ra a descubrirlo.

Si acep­tas, ya me contarás.

Kiran

 

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