La editorial Comanegra lleva desde 2011 publicando «La ley del espejo», un librito escrito por el japonés Yoshinori Noguchi. De presentación delicada, cuenta con un cuadrito en la portada simulando un espejo, y un subtítulo verdaderamente imponente: «Una regla mágica que da solución a cualquier problema en la vida».
Pero no debemos confundir la ley con la regla. Ambas vienen ejemplificadas en un pequeño drama doméstico que pacientemente nos desvela Yoshinori, y que nos lleva, en no más de una hora, a dar cuenta de buena parte del libro. Las páginas finales contienen un epílogo del autor, con el que remacha las esquinas de su teoría.
Este planteamiento, aunque a primera vista resulte de una sencillez pasmosa, pretende echar raíces muy profundas. Lo que ocurre en nuestra vida es un reflejo de lo que ocurre en nuestro interior. El espejo nos da la oportunidad de ver aquello que no anda bien. Sin embargo, no nos permite cambiarlo allí donde lo vemos. Si me salpica una gota de tinta de mi pluma en la mejilla, nunca podré limpiarla en la parte reflejada en el espejo, que es quien me la muestra, sino en la parte donde verdaderamente puedo hacer algo.
Una vez se toma conciencia y se puede «ver» que la causa del sufrimiento presente en la vida, en las relaciones, en las circunstancias y escenarios vitales, está en algún lugar dentro de nosotros enganchada por medio de una resistencia, es cuando hay que pasar a la acción. Es el momento de la regla mágica. Yoshinori nos la presenta como un recorrido asthanga o de ocho pasos, cuyo objetivo no es otro que el de activar la capacidad de perdonar. Para Yoshinori, el perdón es la llave que nos puede sacar de cualquier mazmorra en la que nos hallamos metido.
En contraste con otras técnicas donde se requieren largos intervalos de tiempo —en el psicoanálisis, el terapeuta necesita invertir horas de atenta escucha para conseguir tener acceso a la psique del paciente—, la ley del espejo y la regla mágica del perdón pretenden brindarnos un combinado de inmediatez-efectividad sustancial. La buena noticia es que el procedimiento es tan sencillo que no cuesta nada probarlo. La menos buena es que es preciso dedicarle, para que funcione, toda la entrega y franqueza posibles, y eso exige mucho valor y desnudez.
«La ley del espejo» es un libro sencillo, sin artificios que esconder, su sola pretensión es sanarnos. Como decía el maestro Kong, cuando veas a alguien bueno, trata de imitarle, pero si ves a alguien malo, entonces examina tu interior. En nuestras manos queda seguir la sugerente recomendación que propone Yoshinori en su «Ley del espejo».
Javi Gobinde
P.D.
Al inicio de cada episodio de la narración, nos vamos encontrando con un símbolo recurrente. Éste:
Se trata de un sinograma, o Kanji, que significa en japonés ‘nombre’, ‘célebre’, ‘distinguido’, y viene encerrado en un ensō o círculo zen. El ensō denota en el budismo zen una intención espiritual hacia algo o alguien. Lo cual, si anudamos las dos ideas, nos puede acercar mucho a la palabra Namasté, el conocido saludo hindú en el que se reverencia lo sagrado que hay en el otro.