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Sen­ci­lla Verdad

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“Para aquél esta­ble­ci­do en la ver­dad, las accio­nes y sus resul­ta­dos depen­den de él.”
Patan­ja­li Sutra II-36

Todas las eta­pas de la vida son impor­tan­tes y rele­van­tes. Muchas per­so­nas que conoz­co han empe­za­do a dis­fru­tar de su tiem­po libre a par­tir de los 60, o al menos eso intentan…

Este sutra nos habla de la Ver­dad con uno mis­mo y de cómo esa Ver­dad se rela­cio­na con los efec­tos de nues­tras accio­nes. Pone de mani­fies­to la ley de acción y reac­ción como un camino posi­ti­vo y exi­to­so para aquel que haya ven­ci­do el mie­do a enfren­tar­se a la reali­dad de todo lo que es el mis­mo y todo lo que existe.

Lo reque­ri­do para cami­nar con esta vera­ci­dad de uno mis­mo es la pure­za, sin ansias de nin­gún tipo de ocul­ta­mien­to ni hacia uno mis­mo, ni en nues­tra comu­ni­ca­ción, ni en rela­ción con nin­gún otro aspecto.

Dicen que la Ver­dad es sen­ci­lla y noso­tros la sole­mos com­pli­car. Resul­ta­do de las pro­pias dis­tor­sio­nes y fan­ta­sías, pade­ce­mos de mie­dos inven­ta­dos por noso­tros mis­mos. ¿Qué nos lle­va a atra­par­nos de esta for­ma? La fal­ta de acep­ta­ción, ape­go a nues­tros deseos y fal­ta de res­pon­sa­bi­li­dad… ¿Cómo pode­mos dar­nos cuen­ta de este embau­co? La fal­ta de ener­gía hacia las cosas de las que debe­ría­mos estar ocu­pán­do­nos nos pue­de mos­trar como esta­mos mal­gas­tan­do nues­tra vita­li­dad en el inven­to de nues­tra pro­pia cár­cel y la fal­ta de flui­dez con los acon­te­ci­mien­tos de nues­tra vida nos pue­de mos­trar cómo hemos cedi­do lo que debe­ría estar depen­dien­do de noso­tros mismos.

Para el yogui no exis­te nin­gún otro camino que el de la auto­rrea­li­za­ción, que tam­bién podría lla­mar­se el camino de la auto-veri­fi­ca­ción, encon­trar la pro­pia ver­dad y los modos de expre­sión, rela­ción y arrai­go de esa ver­dad. Aquí nos tene­mos que hacer pre­gun­tas sin­ce­ras: ¿escon­do algo?, ¿qué?, ¿de dón­de vie­ne esa nece­si­dad?, ¿fren­te a quién o qué lo escon­do?, ¿a dón­de me lle­va­ría el no escon­der­lo?, ¿qué pue­do hacer para bajar mi nivel de estrés o mie­do en este asun­to y aumen­tar mi nivel de tran­qui­li­dad en mi honestidad?

Hay toda una estruc­tu­ra de pro­tec­ción en nues­tro inte­rior que hace sal­tar alar­mas cuan­do nos vemos en cier­tas situa­cio­nes que nos des­pier­tan recuer­dos dolo­ro­sos. De esta for­ma somos impul­sa­dos por nues­tra psi­que más ins­tin­ti­va a men­tir, ocul­tar, fal­sear y a inter­pre­tar lo que vivi­mos según un para­dig­ma de mie­do… por­que nos da cier­ta sen­sa­ción de que man­te­ne­mos el con­trol sobre eso que dis­tor­sio­na­mos, ya que el tema “pare­ce” que pue­de ser dis­tor­sio­na­do u ocul­ta­do por nosotros.

Sin embar­go, tan­to poder es sin duda la mate­ria pri­ma de la cuál nues­tro ego se ali­men­ta para ocul­tar­nos a noso­tros mis­mos nues­tra ver­da­de­ra fuer­za inte­rior ya que esta creen­cia nos dis­trae de la ver­dad. La ver­dad de quié­nes somos no debe­ría herir a nadie, inclui­dos noso­tros mis­mos; la sen­si­bi­li­dad con la que nos mos­tra­mos no debe­ría estar suje­ta a una visión desin­te­gra­da de noso­tros y nues­tras consecuencias.

¿Podre­mos asu­mir que lo que pasa en nues­tra vida es la con­se­cuen­cia de esa vera­ci­dad inter­na y de cómo la comu­ni­ca­mos? ¿Podre­mos per­do­nar y con­fiar con pure­za? ¿Podre­mos ser tan natu­ral­men­te valien­tes como para andar tran­qui­los sabien­do que no guar­da­mos nada en reser­va? ¿Podre­mos creer que los demás cami­nan del mis­mo modo?

Me sur­gen más pre­gun­tas pues­to que si lo de fue­ra es pro­duc­to de nues­tra acción en el mun­do y nues­tra acción depen­de de cómo visio­na­mos (cono­ce­mos) esa ver­dad inter­na ¿Por qué no enca­ja con lo desea­mos? ¿Será por­que los deseos que nacen des­de la men­ti­ra y el mie­do no pue­den ser pro­yec­ta­dos con la mis­ma fuer­za que los que nacen des­de la ver­dad? ¿O será que sí tie­nen la mis­ma fuer­za pero dan como resul­ta­do su igual en este mun­do don­de se mani­fies­tan y no aque­llo que creen los res­guar­da­ría? ¿Será que no es lo mis­mo desear con pose­si­vi­dad que amar con libertad?

A la per­so­na que vive con la vera­ci­dad todo le flu­ye, todo le es dado, al yogui se le ofre­ce lo que bus­ca como una ley natu­ral. ¿Será que es tal su dis­po­si­ción que el uni­ver­so no pue­de negar­se? ¿Bas­ta­ría con tra­ba­jar­se la dis­po­si­ción y la dis­po­ni­bi­li­dad a evo­lu­cio­nar y nues­tra acti­tud al reci­bir lo que sea ven­ga, a pesar de que no lo enten­da­mos? ¿A la per­so­na con el hábi­to cons­tan­te de la sin­ce­ri­dad se le otor­ga el don de que “lo que dice se cum­ple” o es aca­so que como vive en la ver­dad le lle­ga la intui­ción de aque­llo que real­men­te va a suce­der, pues­to que él y la ver­dad son unidad?

Tras algu­nos años de for­ma­ción siem­pre veo la mis­ma expre­sión en los ros­tros de quie­nes recuer­dan la ver­dad o empie­zan a reco­no­cer­la. Sabe­mos que algo es ver­dad cuan­do al escu­char­la algo resue­na en nues­tro inte­rior y se disi­pa la duda. Tal vez no sepa­mos que es amor, pero un día lo sen­ti­mos y ya no hay duda. Sin embar­go, den­tro del mun­do espi­ri­tual no pode­mos dejar de pres­tar aten­ción a las fal­sas iden­ti­fi­ca­cio­nes, ya que éstas apa­re­cen por igual en el mun­do con­su­mis­ta como en los que pre­ten­de­mos asu­mir la Ver­dad. “No nos apo­de­re­mos de la Ver­dad o no ten­dre­mos nada, hagá­mos­la libre y sen­ci­lla y noso­tros tam­bién lo sere­mos”. Estas refle­xio­nes son tan sen­ci­llas como el cono­ci­mien­to y uso de la ver­dad que somos, y sólo son plan­tea­das como una invi­ta­ción para refle­xio­nes puras y accio­nes puras, para mos­trar quié­nes somos y obte­ner el rega­lo del “pre­sen­te”. Para moti­var­nos a encon­trar esa, nues­tra ver­dad, que hará que todos nues­tros actos sean correc­tos o, para ente­rar­nos mejor, que no sean actos erró­neos, ya que lo que pro­vie­ne de nues­tra esen­cia nos da siem­pre su corres­pon­dien­te mani­fes­ta­ción-reali­dad. Algu­nos de esos actos o efec­tos que con­si­de­ra­mos erro­res en nues­tra vida han sido erro­res correc­tos para “poner aten­ción” y, tenien­do en cuen­ta que el ego es “nues­tro esta­do de no estar aten­tos a la Ver­dad”, ¿no debe­ría­mos reco­no­cer nues­tra escue­la en lugar de arras­trar car­gas pesadas?

Siri Tapa, mar­zo 2009

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