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Una fór­mu­la que da para muchas vidas

Tere­sa Tomás

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Karu­na era un fer­vo­ro­so prac­ti­can­te de yoga. Había des­cu­bier­to su natu­ra­le­za y voca­ción espi­ri­tual y con­sa­gra­ba su vida a la mis­ma. Sin embar­go, des­de hace un tiem­po sen­tía insatisfacción.

—Per­dó­na­me, Señor, por lo que voy a con­fe­sar­te —dijo en sus medi­ta­cio­nes—. ¡Pero es que me sien­to defrau­da­do por el yoga! Yo, que prac­ti­co cada día, con cons­tan­cia y gran dedi­ca­ción, debe­ría sen­tir­me feliz y dicho­so, y sin embar­go hace tiem­po que no sien­to la bien­aven­tu­ran­za que solía expe­ri­men­tar. ¡Tal vez ha lle­ga­do el momen­to en el que debie­ra ingre­sar defi­ni­ti­va­men­te en un monas­te­rio, dedi­car­me total­men­te al espí­ri­tu y apren­der téc­ni­cas más avan­za­das! ¡Si alguien que haya cami­na­do estos sen­de­ros en los que aho­ra yo me hallo per­di­do pudie­ra guiarme!

Como las ple­ga­rias hechas con cora­zón siem­pre son escu­cha­das, al día siguien­te obtu­vo res­pues­ta a las mis­mas, y su libro de los Yoga­su­tra de Pata­ñ­ja­li, cual sol de la maña­na que todo lo ilu­mi­na, se abrió en el sutra I.30, des­ple­gan­do ante sus ojos un lis­ta­do de obs­tácu­los o dis­per­sio­nes de la men­te con los que todo yogui se encuen­tra a lo lar­go de su camino.

—¡Tran­qui­lo, Karu­na! —dijo una voz—. Por don­de estás pasan­do han pasa­do otros muchos antes, y han deja­do un exhaus­ti­vo méto­do que reco­ge la expe­rien­cia de todos ellos en el reco­rri­do del camino que tú aho­ra ape­nas empie­zas a transitar.

»Mira, Karu­na —dijo seña­lan­do con su dedo el sutra I.31—, tu frus­tra­ción o pesar es un sín­to­ma de que tu men­te se ha dis­traí­do o colo­rea­do. Revi­sa tu prác­ti­ca. No des­cui­des tus emo­cio­nes —sugi­rió, movien­do su dedo has­ta el sutra I.33—, apli­ca yama y niya­ma, cum­ple con tus obli­ga­cio­nes terre­na­les. ¡Des­pó­ja­te de cual­quier deseo mun­dano o celes­tial! —el ros­tro de Karu­na se tor­nó enton­ces espe­cial­men­te meditabundo.

»¡Cla­ro, Karu­na! —excla­mó la voz, mien­tras hojea­ba el libro retro­ce­dien­do a las pri­me­ras pági­nas del pri­mer capí­tu­lo—. ¿O es que habías olvi­da­do el segun­do ingre­dien­te de la fór­mu­la yógui­ca, el inse­pa­ra­ble y eterno acom­pa­ñan­te de tu vehe­men­te prác­ti­ca, sin el cual el méto­do no funciona?

»Aun­que hayas expe­ri­men­ta­do el Espí­ri­tu o el Ser —pro­si­guió—, sigues afec­ta­do por la mate­ria y las gunas; lo que haces, lo que no haces, lo que pien­sas, lo que sien­tes, lo que dices, lo que no dices, lo que deseas, lo que no deseas, lo que comes… Todo ello mue­ve las gunas y su pro­por­ción. Para expe­ri­men­tar la dicha y bien­aven­tu­ran­za que anhe­las, debe impe­rar en tu men­te la guna satt­va, que le devuel­ve la trans­pa­ren­cia y quie­tud capaz de refle­jar el Espí­ri­tu. Por ello esta­mos abo­ca­dos a la acción, a la audaz y cons­tan­te tarea de dis­cer­ni­mien­to de la acción vir­tuo­sa, la emo­ción inte­li­gen­te, la pala­bra correc­ta o el pen­sa­mien­to dies­tro a cada momen­to, a la vez que a des­asir cual­quier tipo de deseo —la Bha­ga­vad­gi­ta empe­za­ba a cobrar sen­ti­do para Karuna.

»No nece­si­tas ingre­sar en un monas­te­rio, ni hay téc­ni­cas espi­ri­tua­les más avan­za­das que pue­das apren­der. El méto­do, como ves, da para muchas vidas y es siem­pre el mis­mo: prác­ti­ca (abh­ya­sa) y des­ape­go (vai­rag­ya). La com­ple­ji­dad a medi­da que avan­zas radi­ca en lo sutil que devie­ne su ejercicio.

Karu­na se sin­tió abru­ma­do ante la vas­te­dad del camino esco­gi­do y una sin­gu­lar sen­sa­ción de impo­si­bi­li­dad de huida.

Pero al día siguien­te des­per­tó con una nue­va pres­tan­cia, la del aplo­ma­do cami­nan­te que se pre­pa­ra para un lar­go reco­rri­do de muchas vidas. Unió sus manos en Namas­ka­ra­sa­na y, acer­can­do su fren­te hacia el sue­lo, se pos­tró en señal de gra­ti­tud, humil­dad y reverencia.

Tere­sa Tomás. Julio 2018

*  pasa el cur­sor por enci­ma de los sutra para ver su contenido.

 

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